Desde un rincón del tiempo: reflexiones desde la consulta (1). Del desamor humano (texto especial para parejas jóvenes)
Por: Ruth Cobo Caicedo
Dra. en Psicología Clínica, Ambato (Ecuador)
“La experiencia de ser pareja es un acertijo, es no saber que ha de suceder, como la vida”.
Ruth Cobo C.
Hay una lluvia debajo de la piel, en los campos del alma. Hay una lluvia inundando las venas con una fuerza que produce el grito de las células.
¿Qué es el desamor?
¡Es un abismo, una catástrofe, una agonía!
Hay una lluvia removiendo el fondo de los mares interiores, en todos los intersticios del silencio.
- Alma adentro mi corazón te busca con todas las fuerzas de los vientos.
¿A dónde has ido? ¿Por qué ha mudado el beso en lágrima?
- Hay una lluvia que no cesa mientras el tiempo muerde de recuerdos y la torre de papel que construíamos juntos se desmorona.
Mientras crecemos, duele la vida, sangran las cicatrices y el dolor es intenso. Así se aprende aquí en el planeta Tierra. Así se aprende a amar y a desamar. Así se aprende a no confundir el amor con apego.
En mi consulta, así como cuando camino en un río, o subo una montaña, o me interno en un bosque, o cuando escribo es donde más capto la vida. La vida no precisamente está siempre florecida, épocas hay en que dentro de las ramas las fibrillas mueren, entonces renace el verso y florece el espíritu. Se renueva la savia. Así mi vida, así la vida de muchas mujeres porque estamos unidas en el “inconsciente colectivo”, en ese imaginario social que nos abraza y a veces hasta nos estrangula.
La madre, mientras más abundante puede ahogar con su leche a su hija/o de pecho, de allí su hija tierna debe esforzarse más digiriendo el alimento que le sustenta.
Así a veces en la consulta, bebo la leche a borbotones que a veces me asfixia, especialmente cuando veo la inflexibilidad que mantenemos. El orgullo y la rigidez que cohabitan en la sensibilidad hiriendo la ternura.
Las relaciones se acaban, las incomprensiones reinan, los odios se levantan en los huesos, entonces nos convertimos en desiertos.
Esta reflexión es el resultado de una de esas consultas en donde uno de los dos ama, mal y el otro aún más mal… ¿Por qué? ¿Qué patrones aprendemos? ¿Quién nos enseña la vida?
La vida que se nos viene a borbotones y no sabemos ni siquiera que es, ni quienes somos.
¿Quién sabe conducir su pensamiento al menos por un día?.
La vida es una metáfora incompleta que camina vistiendo alelíes, tejemos enredaderas y nos cubrimos el rostro, porque nos da miedo mirar-nos primero a nosotros mismos, parafraseamos salmos mientras vamos a descubrir la palabra que cura.
Esa palabra, está bien dentro, dentro del alma. Como escuchamos al trino en primavera en la mañana, fresco, alegre y transparente, así el alma que nos habita desea ser escuchada, desea ser amada. El gorjeo viene para acariciar el alma, la voz interior clama y gime desde la selva de nuestra subconsciencia.
La experiencia de ser pareja es un acertijo, es no saber que ha de suceder, como la vida.
La luz en las pupilas escribe versos en las células, mientras corremos a descifrar laberintos. Buscamos el amor y sabemos que nos arriesgamos a encontramos con la parte fría de la risa, su tacto dejando helados el vientre y los pezones. La naturaleza íntima de la mujer es la naturaleza de la tierra, de la tierra que camina. Quién la conozca será un visionario conteniendo las revelaciones profundas de la vida. Quien entra en la mujer entra en el paraíso. El cuerpo de la mujer es el cuerpo de la vida. Si!. Si sólo sabríamos como amar… El hombre depreda a la mujer, como a la selva, por eso cruje la tierra y la mujer muerde su vientre cuando aborta el fruto del engaño. ¡Qué mal amamos ahora los humanos! ¡Cómo hemos tergiversado los inicios, los valores, las promesas!… La civilización se derrumba entre la peste moral mientras la herida espiritual sangra y es pústula. Por eso la mujer vive como una argonauta disfrazada, contorneando su cuerpo entre tules subida en los tacones, hundiendo los arquetipos de ternura muy dentro de sí misma, ahogando al amor muy adentro del pecho. Leyendo a Clarissa Pinkola Estés, encuentro a la mujer que busca la canción, la canción de su alma que ha de completarla con el amado. La canción que sea entonada por el hombre que pueda descubrirla, por el que sepa hallar su nombre, único y exclusivo; la canción que cante el hombre que sepa cómo salir del laberinto, de la mente y las percepciones sesgadas, equivocadas, condicionadas, por el hombre que sepa tocar la puerta grande del corazón indómito de la mujer que viene a reparar su alma.
Mujer: para que el hombre encuentre la única canción y sepa como cantarla para ti, esa canción del alma, primero debes encontrarla y cantártela tú, para ti, en la cotidianidad de tu historia, que es la historia del mundo, sobre tu piel desnuda.
Con amor, Ruth Cobo.