Sociedad de cristal
Por: Inés Rodríguez
Estudiante universitaria (Islas Canarias-España)
“La música está violentando a la juventud”. Es una frase que perfectamente podrían haber dicho los padres de las nuevas generaciones, quienes parecen creer ciegamente que sus hijos están hechos de cristal, y, por tanto, hay que mantenerlos entre algodones. Frágiles criaturas, que pueden ser perturbadas si observan cómo una cantante baila e interpreta de manera provocativa. Este, al parecer, ha sido el único aspecto que ciertos internautas de las redes sociales y reporteros se han dignado a tratar del nuevo álbum de Aitana, artista española que en estos momentos se encuentra de gira. Una joven de 24 años que saltó a la fama en 2017 gracias a su participación en un reality musical, y que ha pasado a convertirse en el referente de muchas niñas. Este último rasgo, al parecer, es un handicap que la obliga a mantener esa aura de niña buena para toda la eternidad, pues muchas personas se han dedicado a criticar la actitud de la intérprete escudándose en el público infantil que posee. En otras palabras, argumentan que debemos proteger a los menores de cualquier insinuación al sexo o a las drogas, los grandes tabúes de la sociedad postmoderna.
Esta situación denota primeramente una gran hipocresía, pues cantantes varones que vanaglorian el consumo de sustancias, o que presumen de sus dotes con las mujeres; reciben escasas críticas respecto a las mujeres. Lo que preocupa más es que ya hubo otras artistas antes que fueron desprestigiadas por pasar a un plano más adulto, como Christina Aguilera o Britney Spears. Tanto hombres como mujeres deben tener el derecho a expresarse libremente, siempre y cuando su mensaje no perjudique a las actitudes de los demás. A veces el mensaje no transmite nada nocivo, y aun así, los padres exigen a los cantantes que carguen con la responsabilidad de ser el modelo a seguir de sus hijos. La industria es escandalosa desde Los Beatles y Marilyn Monroe, y en esa época, nadie exigía dominar lo irrefrenable.
En segundo lugar, vemos como cada vez, el periodismo se dedica más a tratar cuestiones tan banales como una actuación de una cantante como muchas otras. Como periodista amante de la cultura, considero que la sociedad necesita conocer los distintos debates que se presentan en los álbumes musicales, o en la industria. No me parece correcto que se señale una actitud que no va a cambiar nada en este mundo, que se cae poco a poco a pedazos. Y es que parece que se nos habla de situaciones morbosas o sensacionalistas para que apartemos la vista de los hechos preocupantes, como que en España no tenemos aún gobierno o que la guerra de Oriente Medio está exterminando sistemáticamente a la población. Vaya percal más insignificante, ¿verdad? No nos hace falta hablarlo porque ignorar los problemas es mejor que enfrentarse a ellos e intentar cambiar el sistema. Simplemente, necesitamos llenar las redes de artículos y vídeos humillando a una artista para satisfacer nuestra naturaleza hedonista.
En último lugar, quiero mencionar la extraña necesidad de culpar a causas ajenas. La semana pasada, un chico fue hallado sin vida en la principal estación ferroviaria de Sevilla. Mientras que los profesionales de la comunicación se esforzaban generalmente por aportar información contrastada y corroborada por la policía local de la ciudad, las redes sociales se llenaron de críticas a Renfe, la entidad que administra el transporte de trenes en España, así como de bulos varios. Resulta que el chico había intentado introducirse en un vagón sin el correspondiente billete, por lo que fue expulsado del convoy. Las teorías apuntan a que intentó volver a colarse en otro ferrocarril, pero esta vez desde las vías, lo que derivó en una descarga eléctrica que le llevó a ese triste final. Un desgraciado accidente que era prácticamente inevitable, puesto que el protagonista cometió una imprudencia. Lo que dejó en evidencia este suceso fue que esta sociedad tan frágil es propensa a buscar culpables donde no los hay. En este caso no había más responsable que el joven, y culparon a una entidad que cumplía con su deber; en el caso de Aitana; culpan a una chica con millones de seguidores de un error cometido por ellos mismos: no saber educar bien a sus hijos.
Quizá ya es hora de mostrarle a nuestros niños la realidad tal y como es. Basta ya de preservar una inocencia que dejará de existir si el mundo va a peor. Demos importancia a lo que realmente la tiene, y no nos ofendamos por una cantante que mueve las caderas en un escenario y está ejerciendo su profesión sin perjudicar a nadie. Díganme, ¿un baile conseguirá parar todos los males que aquejan al mundo? Maldita sociedad de cristal.
Siento que hoy en dia las redes sociales son el arma para la critica destructiva perfecta. Puedes ser molestado por tener una opinión normal sin cambio ni consecuencia en la sociedad, lo cual odio.
Muy buen articulo, me gusto muchisimo