La poesía de Oswaldo bustos Azuero. una mirada a su trascendencia

Por: Ruth Cobo Caicedo
Dra. en Psicología Clínica, Ambato (Ecuador)

La finitud es el verdadero misterio, más que el Infinito.
Abraham Abulafia.

“Llamado azul desde tu resplandor de puerta

emergimos desde donde el verbo nos pensaba

en ese momento no había la creación, no había

sino tu fulgor primicio de alimento irremediable

para mi hambre de lunas y mi canción de alivio.

mi silencio era antiguo y mi mente corría

detrás de mis palabras y de mi sombra vieja.

Tu amor tiene el sonido de las resurrecciones

y del vuelo del agua, hacia el sur del desierto”.

Así escribe Oswaldo Bustos Azuero. Azogues, Cañar 10 de junio de 1953.

Doctor en Jurisprudencia y Abogado de los Tribunales de Justicia de la República de Ecuador. MsC. en Docencia Superior; Diplomado superior en Gestión Cultural, Columnista de opinión del Diario La Hora de Santo Domingo y autor del himno de la misma ciudad.

Autor de los poemarios Caminante de la noche, Una elegía sin tiempo. Cuando va a venir el día; Tercer Ojo, Antelos, Rastros. Autor de varios escritos de Historiografía y ensayo periodístico.

La poesía de Oswaldo Bustos Azuero, es una poesía de metalenguaje, por lo tanto, meta poesía. Poesía que eleva la palabra más allá de la palabra. Poesía que hurga en el entendimiento algo, más allá del significado. Palabra que abre hondos espacios en la mente y en la conciencia del ser que busca su origen en lo insondable de la Nada, del ser que se cuelga de tiempo y de futuro mientras la vida es la manifestación del misterio de las formas en el espacio del devenir.

Poesía de encuentros y desencuentros con la muerte a la que guardamos muy dentro y a la que el poeta Oswaldo Bustos se atreve a buscarla, a conversar con ella, a acercarse entre los acertijos del silencio; se aproxima y se aleja en su quietud desde donde todo muere y desde donde todo nace. ¿Qué somos? Si no:

“arena de huellas

difunto / difuntado / difuntido / por el apuro de la vida.

o de la muerte”.

(Una elegía sin tiempo)

Poesía existencial. Poesía que indaga más allá de la evidencia con la que se visten los días; poesía de sangre para dentro que revuelve en los escondrijos revelaciones y certezas.

Imaginación de metalenguaje, en el que vuela paraísos, edenes, creaciones increadas porque desde la “Nada” tiene posibilidad de “Todo”.

La muerte vive en nosotros, dice:

“Con nosotros vive la muerte y por eso no tiene prisa,

no la necesita en su premura puntual…/…

el tiempo como sucesivos imantamientos…

La nada como ese miedo al vacío,

el mundo como la telaraña de significados de los que se escapa solo desmenuzadamente;

la dimensión del ser constreñida entre el nacer y el morir; entre el pasado y el futuro;

el silencio como un estado de estar más allá de todos los sonidos…/…”

¿Dónde duele un poema? Se pregunta, y deja para que el lector responda.  Yo creo que un poema duele donde duele la vida desde la pura razón, cuando borramos la intuición de esa voz silenciosa donde yace el poema; cuando intelectualizamos desde la unilateralidad de los hemisferios cerebrales que nos separa y fragmenta dentro de nosotros, desde la separabilidad, desde la dualidad de sentirnos independientes del otro, desde la división de la vida y de la muerte; duele desde la superposición de un ser humano sobre otro; desde la linealidad del tiempo. Duele en la desilusión desesperanzada, en las ideas vestidas de pura realidad; duele como al héroe su siempre regreso a Ítaca, es decir desde su siempre regreso al mismo punto de partida, punto de partida que al volver ya no existe porque, todo es Mouvance (movimiento continuo).

La poesía es circular. La vida como el poema nos enseñan que nunca regresamos a uno mismo, porque uno mismo no será encontrado por la palabra ni por la mirada, porque uno mismo no existe, porque uno mismo vive en el eterno y constante cambio, situación sin la cual, estoy segura no pudiéramos sobrevivir.

“… / …

pero ingrávido / desando hasta mi

y deambulo en mi intemperie

y conmigo no me encuentro donde estuve

no sé de mi sustancia / de mi significado…/…”

Somos cada día muertos y re-nacidos y nos estamos haciendo palabra a palabra, pensamiento tras añoranza, minuto a minuto, queriendo alcanzar la utopía que nos vamos creando, anhelo del mañana que nos aferra a la vida; Sin ello, nada tendría sentido. Nos descascaramos de ego y dudas, nos descascaramos de las formas; entonces nos conocemos, nos encontramos desnudos de prejuicios y de condicionamientos que nos apartan realmente a la vida. No estamos hechos, nos estamos haciendo en el devenir cambiante y nuevo, nos estamos muriendo y estamos naciendo en los instantes, cuando aprendemos a conocernos más allá de las formas:

“que nunca es tarde para morir temprano

tú / la sucesión infinita del mismísimo instante”

Solamente cuando abrazas la muerte puedes abrazar la vida, deja implícita Oswaldo Bustos esta sentencia. Lo que ves refleja tu luz, el adentro y el afuera, es lo mismo. La forma es expresión del ser.

La palabra poética es circular, siempre regresa como la conciencia, en la espiral en su infinito movimiento ascendente. No retornamos nunca al mismo sitio. La palabra poética, como la palabra mística nos redime en el exilio de nosotros mismos. De nosotros rectificados y expandidos en el autodescubrimiento del alma que nos habita, porque en la poesía “vamos más allá de aquí”, más allá de lo evidente.

“El ojo de la poesía” en el ojo de Oswaldo Bustos Azuero, hurga en la oscuridad desde la luz propia del poeta, desde sus chispas iluminadoras ilumina; desde su idea describe:

“fuimos dentro del tiempo/ la distancia llenada”

Existimos en la letra, en la palabra alumbradora del poema, presagio de soles y de estrellas en los universos creados en las neuronas del poeta. Existimos en la unidad del verso y el anverso, en los matices claro oscuros del pensamiento, en la creación de nuevos caminos en las neuronas que nos aclaran el devenir.

La poesía de Oswaldo bustos es extremadamente reflexiva y filosófica, sale de lo cotidiano para adentrarse en la vida que continúa a la muerte, así como el perfume que continúa al pétalo, como la luz que continúa surcando las retinas en las formas de la conciencia:

“ante tu inmovilidad de estar / bajo tu extrañeza sin fin /

Tú el deshabitado  / el deshabido…/…”

Oswaldo, nos lima en silencio el rostro irrepetible. Nunca más, volvemos a ser lo que creemos que somos. Sus sílabas habitan nostalgias profundas surcadas en la finitud del ser, y nos hacen temblar como Kundera en la “Insoportable levedad del ser”.

“húndeme el alma para cerrar mis ojos

para cerrar los ojos en mi muerte”

En realidad, la vida no puede ser explicada, la conciencia en saudades amanece siempre a nuevos descubrimientos, a nuevos caminos en la infinita perspectiva de realizaciones cada día. En definitiva, cada quien asume la existencia a su manera, como puede, como decía Camus: “La felicidad es el acuerdo verdadero entre el hombre y la existencia que lleva”.

“porque nada es propiedad / ni el polvo

y habrá de devolverse…”

Se devolverá la vida al silencio de la existencia, callada, insondable, infinita, donde el alma humana sufrida y amada seguirá su sendero en arenilla de soles y de estrella en la lluvia persistente de la experiencia humana. En la experiencia del amor correspondido o no, como decía Chistopher Dowson (1867 – 1900): “El amor correspondido es necesario para descubrir lo que somos y para profundizar en el conocimiento del mundo. El amor imposible, por su lado nos enseña algo mucho más importante: lo que no somos, eso sin lo cual ningún tipo de conocimiento tiene sentido.

“Lo que no somos”, lo que no, nos es dado… y hemos de sentirnos vacíos de existencia.

“… Sólo más allá del silencio

la palabra nos cubre

más/ amo el raro idioma //

con su lenguaje que absorbe

todo espacio.

Mi alma es rota vena/ paralela a la noche/

y así me iré estando/ hasta que caiga el aire…”

En los versos de Oswaldo Bustos vemos como el escritor y su escrito son lo mismo, salta el tiempo para volver al origen:

“Cuánto deberé dejarme para alcanzarte”

El silencio y el tiempo, como redentores de la Nada del abismo en las que las formas se desplazan. El paisaje en la poesía de Oswaldo Bustos es profundo, a veces desolado, en donde el ser se encuentra consigo mismo y se pregunta:

“¡seré yo el que se va del día?

…/…

La vida es burbuja sin salientes/ en que asirse.

La vida es ese sabor a distancia que jamás se deja alcanzar, que no regresa”.

En la poesía de Oswaldo Bustos Azuero, nos vemos repartidos en los elementos trascendentales, donde el alma rompe su última nave, tan débil como los infantiles barquillos de papel, que se deshacían en el agua. Así nos deshacemos en el tiempo donde la forma se diluye. Sólo queda el fuego del espíritu que se abraza al Fuego en la substancia eterna y en la esencia; el resto es humo que se esparce, pero como decía Percy Shelley (Reino Unido 1792 – 1822): Un poeta tiene parte en lo Eterno, en lo Infinito, en lo Único.

2 comentarios en «La poesía de Oswaldo bustos Azuero. una mirada a su trascendencia»

  1. Es lindo estar rodeado de personas muy valiosas como Ruth Cobo, como los poetas que nos acompañaron anoche que tienen toda la entrega al arte y la cultura con profundo amor, Ruth has hecho un excelente acercamiento literario de la obra del crítico literario, ensayista, poeta mayúsculo, contestatario, al de las interrogantes perturbadoras, al que se atreve con lo imprevisible entre otros al CÍCLOPE de la literatura ecuatoriana como lo es Oswaldo Bustos, a más de esto realizar la publicación en esta revista de cultura de alto nombre, felicidades poeta por su fineza especial en el ensayo.

  2. Me encantó mucho este artículo, gracias por compartirlo con nosotros y aproximarnos este poeta desde los diferentes lugares dónde nos encontramos para desde la distancia aproximarnos en el pensamiento, saludos desde España.

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