Hasta siempre
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Lcdo. en Educación y Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)
9 de octubre de 1967
La Higuera, Bolivia
Tómese esta misiva como un sencillo manifiesto de lo que pienso pude devenir en mi fusilamiento. Desde la noche de ayer caímos capturados, cosa que no debió haber pasado. Estamos heridos, nos mantienen en cuartos separados. Apenas la luz del día se filtra entre viga y viga de esta improvisada base, apenas distingo el paraje que me circunda. Mis pesadas botas ahora son pedazos de cuero atados a las plantas de mis pies; larga y rala barba llevo, indómito cabello, fango por doquier, corroído uniforme, resquebrajadas telas, más hueso que carne, más enemistad pese a yacer en el corazón de América Latina. Lejano veo el sueño de constituir una sola fuerza que abarque del Estrecho de Magallanes hasta el Golfo mexicano, así como lejano alcanzo a percibir el eco de la radio. Son varios autodenominados ¨norteamericanos¨, de padres cubanos, bolivianos y puertorriqueños, que se mantienen atentos a la señal. El locutor eleva la voz, relata, a continuación, los detalles de mi muerte. Comprendo el significado. Ya vienen, no tardarán. Se aproximan. Tiemblo. No, no les temo. ¨Furibundo de La Serna¨ hubieron de apodarme. Tumban la puerta. Es uno solo, es sarcástico. Me van a matar, sí, pero van a matar a un hombre, de pie ante el fusil. ¨Pronto habrá una revolución triunfante en América¨.
¡Patria o muerte!