La sombra del frente
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Lcdo. en Educación y Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)
Noche en la que, de pie, sin nada que hacer, en la penumbra de mi alcoba, dediqué mi vista y tiempo a observar la ventana del frente, esta estaba regada por una rojiza cortina y parecía que por dentro una amarilla luz de lámpara iluminaba el lugar. Sin esfuerzo logré distinguir la silueta de un hombre que apenas se movía por su habitación. Transmitía aires de tristeza y ráfagas aletargadas de honda reflexión. Esporádicamente su posición se alteraba, como si acomodase el encogimiento de sus delgados hombros. Su parsimonia me intranquilizó, me perturbó. De pronto, aquella figura empezó a mostrarse preocupada, consternada, abrumada, así lo demostraba el inquieto vaivén de sus brazos y la infinita caminata en círculos de sus cortas piernas. El aleteo duró buen tramo de la velada, después se detuvo. Vi como levantó la cabeza, cruzó las manos por la espalda baja y se colocó a mi frente, de ventana a ventana. Él me veía. Yo lo veía a él. Él era yo, yo era él. Él no era él. Yo no era yo. Éramos, pues, él y yo, yo y él. El reflejo, la sombra, la sempiterna noche.