Un nuevo comienzo

Por: Inés Rodríguez
Estudiante universitaria (Islas Canarias-España)

Escribo esto el 11 de septiembre de 2023, día en el que, cada año que pasa, pienso en la noticia que más ha conmovido al periodismo en lo que va de siglo: los atentados terroristas que paralizaron por unas semanas a los Estados Unidos, y que condujeron al inicio de la Guerra de Irak, un intento del gigante americano de terminar con la violencia terrorista. Hoy esta idea sustentará mi artículo, dado que observo con detenimiento cómo mi alrededor aprende a valorar, cada vez menos, los cambios que acontecen en el mundo y el actuar sobre éstos, a pesar de que la muerte es una realidad de la que desconocemos su fecha.

Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda, destruyó los sueños de miles de americanos en cuestión de minutos. Sueños de padres y madres que asistían a sus puestos de trabajo, de viajeros que tomaban un vuelo rutinario, y de bomberos que se encontraban en la estación de emergencia o en la calle, atentos a cualquier misión en la que se les necesitara. No obstante, lo que realmente sorprende de aquel hecho es que conmovió al mundo entero, puesto que los periodistas de ese entonces dieron a conocer algunas de estas personales historias mediante sus bolígrafos, micrófonos y cámaras. Por primera vez, las personas eran conscientes de lo crucial que era exterminar al terrorismo. Aunque el posterior conflicto de Irak hizo perder la razón al gobierno americano, nadie olvida ese mortífero ataque a un icono neoyorquino, y a anónimos que a veces se sentían como hermanos o amigos.

Para mí, ese atentado mostró algo más que la temeridad que puede suponer una matanza en favor de unos valores religiosos: la guerra contra la procrastinación. Cada día, muchos seres humanos desperdician sus energías en cuestiones superficiales. En una eterna lucha para encontrar machismo y racismo en cualquier aspecto, en rivalidades que no llevan a ningún lugar concreto. Todo esto es inútil. En vez de cambiar el aspecto de nuestros personajes favoritos con tal de contentar al progresismo, o de menospreciar a cualquier hombre por el hecho de serlo, cosa que va en contra del feminismo; deberíamos tener en cuenta cuestiones más determinantes para nuestro futuro como especie. Debemos mejorar nuestra política, cuidar del planeta, y cuidar de los nuestros, ya que nuestros superiores no lo cumplen a rajatabla. Así es como aprovecharíamos mejor el tiempo. A nadie le agrada tener un gobernador que predica la hipocresía, independientemente de su ideología política. ¿De verdad queremos quedarnos paralizados viendo como nuestro hogar común se va destruyendo?

La única manera de poner fin a los problemas mundiales es el trabajo en equipo, esto es, el conjunto de actos de la población. Da igual de qué forma, cada acción, siempre que sea genuino, cuenta. Incluso, el simple hecho de ejercer un buen papel de padre, aprovechando el tiempo con los hijos e inculcándoles valores repletos de sabiduría y honradez, cuenta. No hace falta acometer maravillosas hazañas, como los héroes de los cuentos. Lo que no consentiré a nadie es adoptar un comportamiento de rebaño en el que siempre prima la conformidad del grupo antes que la propia. Es mejor analizar nuestros fallos y pedir perdón si es necesario, que actuar ciegamente con tal de mantenernos dentro del espectro político que domina una nación. Por otra parte, está demostrado en casos como el de Pixar o Apple, ambas compañías fundadas por Steve Jobs;  que progresamos más rápidamente cuando alguien desmonta el sistema.

Hoy, 11 de septiembre de 2023, 22 años después de aquella tragedia que invadió todos los diarios del planeta, he empezado mi nueva aventura en esa imponente institución a la que llaman universidad, más concretamente en la facultad de Periodismo. Para mí, un nuevo comienzo en mi vida, en el que terminaré de construir aquello que será mi proyecto de vida. En el que aprenderé sobre el verdadero sentir de los periodistas. Queridos lectores, cada día es un buen día para volver a empezar, para enmendar nuestros errores, o para crear nuevas oportunidades. Pero no nos acostumbremos a dejarlo todo para el final, a esperar un mañana para pedir perdón, para dar un abrazo y un beso, o, simplemente, para dar una opinión contraria al resto. Porque, al igual que para aquellos 3000 inocentes que se acostaron la noche del 10 de septiembre con el pensamiento de que volverían a ver a sus hijos, ese mañana quizá nunca existirá.

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