Peregrino
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Lcdo. en Educación y Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)
Volvía del mismo modo en que partió, de rodillas. Aún sin entender el porqué de su particularísima desgracia, decidió emprender camino de vuelta sobre sus hinojos, era, realmente, un hombre hecho y derecho en tanto a sus inamovibles convicciones. Tanto calaron en sus tuétanos las enseñanzas de doña Judicha que no dudó en ¨caminar¨ más de doscientos kilómetros de ida y otros doscientos de vuelta con tal de visitar a la doncella morena rizada y pedirle intercesión para la cura de su pesar. De regreso, pese a que se hallaba sumergido en un letargo de oraciones, le fue imposible no escuchar el vulgar cuchicheo de a quienes sí se les cumplió el favor. De este dicho, hubo de enterarse que la sordera abandonó los oídos de Rosa y que ya no aguantaría otra gritería de su impaciente hija. También a Don Tarquino el vicio de las mujeres se le fue arrebatado, para muestra un botón basta: en la ida coqueteó y pernoctó con incontables ¨fieles¨, pero una vez puesta la plegaria al cielo, Don Tarquino se guardó celoso, casto y puro para su santa esposa. A Vicente Belisario Cordero y Cordero se le fue devuelto el aliento, luego que su única y preciada hija marchose con un pobre campesino, ella, motivo de vergüenza y deshonra familiar; el matrimonio sigue en pie, esperando segunda cría. La madre de Edmundo suspiró aliviada cuando, en un catártico y efímero instante, enterose que su hijo había dejado a la meretriz -que tenía por querida- más chabacana y barata de la cuadra, calle de la que un profundo aroma a pez se desprendía y filtraba por las grietas de las paredes y aceras. Eloy, el marido de Tránsito, festejaba la muerte de su mujer, pues la vieja agonizaba y pedía clemencia mucho antes de la visita a la doncella morena rizada, una extraña enfermedad carcomía a Tránsito, quien, durante toda la vida, por cada inhalación, sostenía el aire minuto y medio en sus pulmones. Luz finalmente parió, lo hizo en medio del gentío cuando se velaba a la doncella morena rizada; este hecho supuso una gran novedad, pues Luz conocida era por quedarse embarazada, desembarazarse y embarazarse otra vez, así varias veces al año. Tales eran las microhistorias que llegaban al peregrino mientras él avanzaba, a rodilla firme, en la procesión; sin embargo, su petición no fue considerada, ni por Dios, ni por la doncella morena rizada, ni por todos los Santos. Sordos, mujeriegos, desalentados, mojigatos, enfermos y pecadores fueron amparados, pero ese pobre hombre peregrino que nació sin piernas volvía del mismo modo en que partió, sin poder caminar.