En el mar
Por: Rodrigo Murillo Carrión
Antropólogo, Machala (El Oro-Ecuador)
*
Olas iridiscentes navegando sobre oro derretido despiden el día.
La noche se confunde
con el bostezo del sol vespertino;
en algarabía los colores rompieron
la cadena del espectro,
la magia del camaleón.
Malabares de la luz entre
sombras miméticas.
*
Pájaros blancos, grises,
arrimados al viento
regresan a los nidos.
En el domo del santuario,
nubes sin refugio ni guarida,
danzan al ritmo del imaginario;
voluble plasma intangible,
un muestrario de lo efímero
desvanece y revive profusos significados;
mecidas en la oscuridad,
arrullan a sus propios dioses.
Espejo de frágil levedad,
refleja cuan breve es el día
en el cielo y en tierra firme.
*
Serán otras nubes cuando las aves
busquen sol y sombra en un nuevo despertar.
Las madres precursoras
se habrán licuado en el mar,
serían secuestradas por la brisa
en la última penumbra.
Abajo. Dulce parsimonia,
olas verdes y azules
cabalgando el océano manso
del amanecer.
La bruma retira sus fantasmas,
alguna sirena enmudecerá;
la población de las profundidades
no sabe de días ni de noches,
habrá de cumplir el sacrificio
envuelta en los pliegues de una red.
La humanidad no sabe agradecer.
*
La bahía abraza naves,
juguetes de guerra y paz;
el trueno de un buque respirando un adiós, llamando a su destino.
Mar adentro botes anclados,
cobrizos pescadores al acecho,
tejen el agua salada,
elevan plegarias,
invocan espíritus,
propician la cacería submarina,
en la proa colocaron un mascarón de fe.
Viento y aroma de sales añejas
remecen unas velas bailarinas
cuando el motor descansa.
La madrugada somnolienta los vio zarpar,
mecheros humeantes
enfilados a barlovento.
Familias en tierra comparten oraciones, imágenes, magia.
Que la marea devuelva
sana a sus hombres,
con abundancia de peces.
*
Perplejidad de navegantes,
un destino cada día.
¡Cuántas veces vuelven a nacer!
Desde el filo del mar y del mundo
regresan, a veces no,
el fondo les tiene abierta una sepultura.
De allí emergió el imaginario;
fortaleza y muelle para anclar
toda sombra de miedo;
fantasías mensajeras,
crónicas y apuntes sin prosodia,
en el manual de navegación.
*
Una isla condenada cambia
los puntos cardinales,
se desplaza a babor o estribor;
marismas amigables siguen su derrotero.
El tesoro escondido, un barco fantasma, brujas y demonios de la profundidad,
almas de náufragos insepultos
lloran su condena.
En la espesa bruma
ficción y realidad se confunden,
hechos y hombres escriben
leyendas y mitos.
Los viejos dioses del cielo escondido,
sus pares y titanes en la oscuridad del mar,
manejan a su antojo
el curso de impredecibles corrientes,
los vaivenes de la inestable atmósfera.
*
Un desfile de naves, pequeñas, grandes,
muy engalanadas, atraviesa el canal.
El misterio de la Trinidad
recibe la fidelidad de una promesa;
culto de renovación,
súplicas, promesas, lealtades.
No falten las bendiciones,
en la carencia de certezas;
cuando no son predecibles las tormentas,
la irritación del mar,
la furia de los piratas.
*
Un héroe anónimo llega a casa.
Siempre corre una aventura,
la suerte puede ser buena, mala, fatal.
Marineros y pescadores,
amos y señores de los siete mares,
Cuánta poesía llevan en la bitácora.
Que tengan buen viaje,
una feliz travesía y prolífica faena.
Vuelvan pronto.