El Presidente eterno, porque los ideales ¡No mueren!

Por: Ruth Cobo Caicedo
Dra. en Psicología Clínica, Ambato (Ecuador)

“Yo soy un hombre feliz, -.Soy libre y victorioso”
Fernando Villavicencio

Cuando el hombre sobrepasa al hombre, entonces encuentra la trascendencia, aunque también encuentre la muerte.

La fortaleza de carácter se forja en la adversidad y pocos cultivan una rectitud capaz del heroísmo. Empujados por su altruismo interior con un horizonte expandido de cambio, justicia y realización de que SI ES es posible construir un mundo sano en donde se cultiven las virtudes y se pueda vivir en paz entre “gente buena”, avanzan a elevar la conciencia individual, dentro de un inconsciente colectivo oscuro y lleno de fraudes, acechanzas a zarpazos del mal, otorgados desde mentes llenas de poder mal habido, como lamentablemente se están llenando los gobiernos del mundo en esta época de confusión y dolor, en donde muere la democracia a manos de los más enfermos gobernantes, enfermos de odio y corrupción, sesgando la historia hacia renglones de  materialidad en donde se ha olvidado el verdadero origen y sentido de la vida humana, las aristas del espíritu parecen desaparecidas y el alma es tan solo una palabra que levemente recuerda tiempos olvidados.

“Yo soy un hombre feliz, -.Soy libre y victorioso”. Últimas frases, minutos antes de que cruce el umbral que le llevó y nos llevará a todos en el momento preciso, ni un instante antes, ni un instante después de que señale el destino trazado para cada uno de los mortales que habitamos el planeta. Última frase que resume la satisfacción de una vida caminada en propósito.

Baltazar Gracián en sus discursos filosóficos, nos da a entender que la vida prueba duro, es sagas y persistente, al valeroso, al que se mantiene de pie, frente a la adversidad, a ese que muestra fortaleza, y elevación de conciencia, la vida en su justicia y sabiduría, ella misma le conduce al reino de los inmortales.

Independientemente, de todo lo que desata la muerte de Fernando Villavicencio, en la geopolítica hispanoamericana,  sobre los antivalores político económico en que grandes fuerzas oscuras oprimen libertades en los continentes ensombreciendo la existencia y declarando guerra entre el bien y el mal;  Considero, entrando a nivel individual, que no hay victoria más grande para alguien que en plena conciencia, y en el fragor más alto de sus anhelos, pase del umbral de la vida hasta la muerte. Estos anhelos,  no solo los de un pueblo, sino de la humanidad de este tiempo y de todos los tiempos: saber que es posible gobernar desde la honestidad y la honradez, aristas que construyan la vida en dignidad, en donde lo posible del ser humano se desarrolle en lo más alto de su potencial, hacia el bien.

La vida y la muerte de Fernando Villavicencio, se parece a la de otros hombres líderes que ha tenido el Ecuador. Sus ideales quedan vivos, y sin duda fraguarán en nuevas vidas y nuevas mentes que brillantes como la de ellos y con la ayuda providencial realizarán el destino de justicia y gloria por la que ofrendaron su vida.

Al escuchar la narración que Fernando Villavicencio en entrevista con Bayly, sobre la persecución que sufrió en el gobierno de Correa, me recuerda claramente pasajes de la vida de Juan Montalvo, y de García Moreno, ambos a su momento, son tomados prisioneros, rodeados de alguaciles por orden de los deshonestos gobernantes de sus tiempos. García Moreno es llevado a Túquerres, aldea cercana a Pasto, para luego ser llevado a Neiva de donde tiene que volver a huir para salvar su vida. Llega a Paita, lugar de destierro también de Manuela Sáez, a la misma época; ambos desterrados por la decisión de Urbina. Paita es un arenal de cardos y cactus, de caminos agrestes y soledad de arenas. En el destierro y en las persecuciones los hombres de metas y decisiones firmes fortalecen su espíritu y hacen de la adversidad no el estéril camino hacia la derrota, sino al contrario, guiados por algo así, como por el espíritu de las flores silvestres mientras más árida y seca la existencia más bellas flores produce desde  donde exhalan sanidad para todos; la adversidad, cuando es hilada por la inteligencia, como el desierto produce el más bello momento, que quien lo ha visto jamás lo olvida: ver el desierto árido y seco florecer en primavera.  Así “la gente buena” hace de la adversidad tiempo de gestación  desde su mente pródiga y no caen en el desánimo de entregarse al desfallecimiento de los rigores de la suerte, sino que conservan “la serenidad del espíritu en medio de los sufrimientos, resistiendo con valor los trabajos más duros sin inclinar la frente y poniendo la esperanza más allá de la vida, no por consejo de la melancolía, sino por impulso de la fe”, (carta de García Moreno a su familia desde el desierto de Paita, citado en Manuel Gálvez, biografía de García Moreno pág. 133).

En la vida de Montalvo, así como en la de Villavicencio, un día cualquiera están obligados, deben irse, abandonar su espacio, dejar a su familia a la intemperie de la suerte, tomar el barco o el avión hacia ninguna parte, sin una dirección, sin un pañuelo que los despida, cargando la tristeza y la ignominia en la piel y en los huesos que se estrujan en la impotencia de defender su honor y su verdad ante los tiranuelos que muestran sus tenazas triturando la decencia. Un día “a las dos de la mañana, llaman con insistencia a la puerta de la residencia de Montalvo, un oficial le dice: “Su excelencia (Veintemilla, “el presidente de la cuchilla”), suplica a Ud. pase a su casa para un asunto urgente”. Montalvo, bajo esa orden, le sigue; pero al llegar a la esquina, la escolta lo rodea con la bayoneta calada. “Al centro”, le grita el oficial, sepa Ud. que lo llevo preso. Antes de que vuelva de su sorpresa, Montalvo es llevado al muelle, señalado con el fusil los soldados lo internan en el primer barco a la vista y lo abandonan a su suerte camino de otros destierros. Privado “hasta del atributo de las lágrimas”, Montalvo amanece mar adentro.

Coincidencia parecida, Villavicencio es sorprendido en la tibieza de su hogar un 26 de diciembre “pensé que estas historias no pasaban de las novelas de Sábato, … o la vida de otros de la Europa del este, y que nunca las iba a vivir”, dice.

“Un tropel metálico, (que lo hizo recordar a Cortázar) subió rapidísimo las escaleras del edificio donde ocupaba 100 metros Fernando Villavicencio con su familia”. Tropel metálico como multiplicando 1000 veces al lobo feroz y las botas de 7 leguas o 7 fusiles, como las bayonetas de Veintemilla acechando a Montalvo.  La tropilla bárbara de Correa, contra una familia con dos pequeños niños, que se aprestaba a dormir en su casa, a eso de las once de la noche, fuerzan la puerta, “las fuerzas del orden”, más bien de la maldad y la indecencia. Violan la privacidad de una familia de paz, invadiendo la morada, así como el silencio de una noche en donde titilan con fulgor las estrellas de la Navidad en su alta recordación de respetuosa tradición dentro de las religiones cristiana y católica. “Los tumba puertas” pudieron más que los ruegos de los habitantes de casa que suplicaban de un tiempo para cubrirse; 12 agentes de inteligencia, como en la noche de la entrega de Jesús en el Monte de los Olivos, ahora con tumba puertas y armas se llevaron los cerebros electrónicos y procesadores de trabajo de este periodista, trabajador en el oficio de su profesión que amenazado de muerte huye de la persecución política para salvar su vida.

La última denuncia de Villavicencio a la Fiscalía, horas antes de su muerte, me recuerda también el último mensaje a la nación de García Moreno, redactado por él, horas antes de su muerte. Ambos documentos, llenos de frases valientes y decididas, horas antes que los machetazos asesinos cortaran su brillante vida y todo un plan de gobernabilidad para levantar a Ecuador a nivel de los países europeos; Villavicencio limpiando a la patria y sus arcas de los alacranes de siempre, enquistados en el poder como gusanos, usurpando el alimento y el espacio que no les corresponde.

A la gente buena, Villavicencio le dice, “Yo soy un hombre feliz, soy libre y victorioso” frases pronunciadas minutos antes de entregar su cuerpo a la tierra, al final de su tiempo en la tridimensionalidad fugaz de la materia.  Privilegiado él, camina al más allá con la felicidad del alma que trasciende.

García Moreno, al exhalar, nos recordó valiente y decididamente que “Dios no muere”.

Villavicencio, en el Anderson, discurre su discurso entre reflexión y aplauso: “Éste es un país rico, a este país no le hace falta dinero, a este país le sobran ladrones”.

“Yo no soy nadie más que ustedes multiplicado”. Ahora su corazón y sus ideales están multiplicados en los millones de ecuatorianos … Ahora Fernando es todos nosotros multiplicado, retazos de su corazón que se unirán para encontrar la justicia que soslayaron sus ojos y sus ideas. Sin duda se queda para vivir en el coraje que se despierta, en la indignación por alzar su sangre en la conciencia de este pueblo que no quiere ser esclavo ni oprimido por tiranuelos cobardes que se esconden en la oscuridad del crimen y la miseria sin conciencia ni dignidad.

Fernando Villavicencio se queda en la conciencia de la gente buena que le nombra el ETERNO PRESIDENTE DEL ECUADOR, su patria amada.

*

Todo ideal necesita un amor. Ese amor convierte la vida en un propósito digno y elevado de miras, que nunca es para sí, sino que se vierte como ríos de luz forjando cambios de salud para la patria. Su propuesta nacida de la sed de justicia hizo de él, un ser profundamente humano.  

Los grandes hombres se buscan y se encuentran en sus propias huellas, allí donde el peregrinaje interior hace que se sobrepasen sobre si mismos, en donde la adversidad ha construido una tierra en barbecho y puede nacer un ideal que se vierte desde ellos al colectivo.

¿Se puede decir que la muerte es lo ilimitado o infinito que termina imponiéndose a la vida?

La muerte con sus alas insondables de una sabiduría que desconocemos, lo llevó a liderar otros confines y sin duda encontrar otras glorias, porque el espíritu valiente no  se detiene, y porque la muerte le lleva a otros rumbos y nuevas conquistas en otra forma de luz, talvez fuera del tiempo como lo conocemos.    

Me atrevo a decir que es victorioso quien cumple con la misión a la que vino a la tierra, Villavicencio sembró en las mentes y espíritus de esta patria el apego a la justicia y la rectitud para gobernar un pueblo que se hunde en la inconsciencia y en el miedo.

 “Soy parte de la gente buena”, dijo varias veces.  Es feliz. ÉL supo poner un reflector para poder mirar, y ayudar a que miremos junto con la oscuridad en la que algunos quieren ver sucumbir al Ecuador. Villavicencio; un “hombre de historias rotas” como él mismo se describe, investigador tenaz que documenta el crimen, que no lo inventa, lo desentierra, lo desempolva, lo somete a comprobación fehaciente y toda prueba. Como Montalvo, como García Moreno, superaba las lágrimas de su persecución entendiendo el devenir libre de engaños y patrias vendidas, quiso reconstruir la historia de este país, tan venido a menos desde el mismo origen de su fundación, un fatídico 13 de mayo de 1830; pero más que eso, con su ejemplo y valentía está, ahora mismo, reconstruyendo la conciencia de los ecuatorianos en todas las edades y condiciones.

Fernando Villavicencio muere, sembrando con ímpetu, hasta el último minuto que sostiene su aliento, enseñándonos a sembrar en buena tierra la semilla de ser “gente buena”. Sencillamente eso. Ser gente buena, no solo es un slogan de campaña, es saber decidir entre lo que construye y lo que destruye y querer elegir lo bueno en lo que se arrimará la conducta que nos llevará como grupo, en la humanidad que compartimos a vivir la paz y la armonía con respeto y progreso.

Estamos sin palabras porque la conciencia colectiva atraviesa por un dolor inmenso. Estamos en oscuridad. Allí esperamos sentir la misericordia desde la raíz misma del Espíritu, que piadoso nos redima de nuestra propia ceguez, que seamos capaces de elevarnos a trasformar esta realidad recortada y obstruida, sumida en ignorancia y ambiciones, que permitamos brotar el Amor por encima del dolor y la irracionalidad, que superemos la injusticia desde el interior de nuestro propio Ser,  desde la inteligencia y la conciencia con su fuerza de bien para iluminar nuestros actos, desde lo individual a lo colectivo, que generemos tendencias y decisiones para abrigar la determinación de hacer luz y sentir que todos somos un solo cuerpo que quiere dar pasos hacia un nuevo amanecer en donde brille la sensatez y dejemos entrar en nuestro mundo el anhelo de corrección, única vía creo, para mejorar.

3 comentarios en «El Presidente eterno, porque los ideales ¡No mueren!»

  1. Felicitaciones por todo lo expresado.
    Lastima qué ahora se vea el valor de Fernando Villavicencio; sinembargo su legado permanecerá.

  2. ! Qué extraordinario ensayo! Me he quedado sin palabras. Gracias Rut por este testimonio y homenaje póstumo a Fernando Villavicencio. Incomparable.

  3. Exelente Ruth, el legado de Villavicencio es un ejemplo a seguir; como tu dices si no dejamos entrar la honradez en nosotros, no podremos cambiar el pais

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