A Juan Francisco
Por: Luis Curay Correa, Msc.
Vicerrector UETS Cuenca (Ecuador)

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Suena el triste rondador,
retumban las zampoñas,
embelesan con lúgubres melodías
los tambores y las flautas.
Desde Cayambe y sus montañas,
donde el páramo acuna las verdades,
límpido como el río de aguas majestuosas,
nace de Don Bosco su hijo y figura.
Es forjado en el fuego de la pobreza,
allí, donde los corazones nobles
nunca olvidan al que sufre, al que llora,
al niño, al joven que son destino y vocación urgente.
Torrentes salinos caen por sus mejillas
unas veces con la impotencia mordiéndole el alma,
otras, con la conciencia tranquila
y el corazón agradecido.
Sus juveniles años,
entre risas y Oratorio,
descubren en Luciano
una guía y fiel compañero.
Se desvelan ante sí
la Palabra y los salesianos,
y él, con la benevolencia de la Auxiliadora
los transforma en alba, estola, trabajo y oración.
Renace así de las huestes de Valdocco
un nuevo guerrero,
sacerdote, ungido y bendecido
Para la lucha, para los jóvenes.
Bomboiza lo recibe.
Ellas, vestidas de Karachi y ellos con el itip.
Danzan por la alegría de la chonta
y el misionero que supo ser su padre.
Deja impregnado en el aire
su nombre y su firma:
Juan Francisco, el cura que ama,
el que convoca, el que trabaja y el
que de Dios no solo habla,
lo transpira, lo contagia.
Lo lleva la obediencia
a una ciudad indómita,
una que, sin saberlo,
sería cuna y también madre.
Esmeraldas, con marimba y ritmo,
deja que la abrace y que le cante.
Negros y negras con el orgullo de su raza,
lo adoptan y lo siguen.
Luego, un salto enorme
lo lleva al sur del continente.
Y es Chile, lugar de privilegio,
donde ya maestro, enseña y aprende.
Otros muchos como él
preparan sus caminos
para ser de Dios y Don Bosco
la mejor de las noticias.
Ya en el Austro transita diligente.
Su corazón y la experiencia
lo han hecho más sabio,
más humano, más amigo.
Y en cada rincón del Técnico,
la Carlos Crespi y el Agronómico
se impregna con dulzura
su obra, su sonrisa, su compromiso.
Se suman la Parroquia,
el Oratorio, Paces y el Tecni Club,
para escucharlo con su ejemplo
y seguirlo sin que diga una palabra.
¡Hoy te vas querido Padre, inseparable camarada,
dejándonos en la piel tu sincero abrazo!
Nos queda el patio, el baile y la oficina abierta
para encontrarte y conversar un rato.
Nos dejas, te vas.
Así, como debe ser.
Nosotros, sin querer que te vayas
Y tú, yendo sin querer ir del todo.
Perdona si somos egoístas
y te queremos aquí para siempre.
Es que no hay mejor pastor
que aquel que cuida a sus ovejas,
que las escucha, las acaricia y las entiende.
¡No es un adiós, pero duele tanto!
Anima el saber que otros tantos,
cientos o quizá miles,
NO ESCUCHARÁN del trabajo, la amistad y la vocación,
serán testigos de su existencia en un hombre de Dios reunidos.
Y algún día, con el corazón roto,
podrán decir, como hoy lo hacemos:
¡Hasta pronto Padre, hasta pronto amigo!