¡Una orden de dopamina, por favor!

Por: Johanna Bernal
Estudiante universitaria, Cuenca (Ecuador)

La estepa educativa. Foto: JMCaste.

Hoy se reconoce al ciudadano promedio sin ninguna pena ni rechazo como un perfecto tecno-dependiente funcional. Pues sí, no hace falta recurrir a un centro de rehabilitación, ni a una calle abandonada para encontrarlos; ahora es tan fácil divisar a un tecno-dependiente con tan solo tomar un espejo y mirarte en él.

Indudablemente, esta cuarta revolución tecnológica ha traído ventajas, pero la pregunta es ¿para quién? ¿Para la gente común? Seguro que se puede pensar en una mentira más sofisticada. Lo que sí es seguro, es que los gigantes tecnológicos y las corporaciones de redes sociales nunca vuelven a casa sin nada en el bolsillo. De hecho, han logrado esclavizar por completo no solo a la generación actual, sino también a las anteriores. Y este mérito debe ser agradecido al arrollador consumismo, que nunca decepciona en cuanto a sorpresas. Ha sido un trabajo arduo, pero con esfuerzo y muchas décadas de por medio, se logró; se consiguió dopar al mundo entero de frente y sin consecuencias.

En sus inicios, los medios de comunicación desempeñaron un rol vital en la propagación de aquella idea de modernidad. Las cosas perdieron su lugar como “lujos, accesorios o pequeños gustos” y pasaron a formar parte de las “necesidades” para sobrevivir en un mundo cuya única constante es el cambio. Se llevó a cabo una propaganda que involucró a todos los ámbitos de la existencia humana; de tal manera que, cada comercial llegó a todos los espacios y grupos de edad imaginables.

¿Tienes un hijo pequeño? Dale una Tablet y te dejará trabajar en paz. ¿Trabajas? Entonces necesitas una computadora. ¿Estudias? En ese caso requieres de un celular. ¿Tienes problemas? Los olvidarás cuando descargues TikTok. ¿No puedes dormir? Unas horas en YouTube, Facebook o Instagram te harán relajarte. ¿No sabes la respuesta de un examen? Pregúntale a Google. ¿Estás soltero? Usa Tinder para encontrar a tu media naranja. ¿Problemas de pareja? Crea un perfil falso para espiarla. ¿Quieres algo, lo que sea? Yo tengo la solución.  Att: tu amiga, la… (no te daré mi nombre completo, porque soy el resultado de incontables actores).

Para muchos, es demasiado fatalista pensar de esta forma, pues gracias a la actual revolución tecnológica, se consiguió la comunicación digital en áreas remotas; el acceso casi ilimitado a la información; nuevas modalidades de trabajo, seguidas por el desarrollo económico mundial; las tareas cotidianas se volvieron más simples; y, ni qué decir del entretenimiento, pues ahora es “imposible estar aburrido”. Pero, ¿realmente pueden considerarse estos hechos como beneficiosos si al mismo tiempo se fomentó la dependencia al internet y las redes sociales; el aislamiento y promoción del individualismo radical; la violación de la privacidad de las personas; el menoscabo de la salud; y la pérdida de valores como sociedad?

Tal vez dicha diferencia de opiniones tiene origen en la forma en la que fue presentada toda la Era tecnológica. Como ejemplo, se puede citar el modelo de negocio de las redes sociales. Por medio de ellas, puedes conectarte con cualquier persona en cualquier momento, buscar empleo, compartir tus ideas, y de paso saciar esa necesidad de aprobación social por medio de likes o vistas. Y todos estos pros son a cambio de la tan innecesaria privacidad y seguridad, porque no sirven de nada, ¿cierto? ¿Qué son unos cuantos datos vendidos con tal de ofrecerte mágicamente anuncios de ese producto que tanto querías por todas tus redes sociales activas?

En fin, gracias a todos nosotros -los consumidores-, este mundo será totalmente digital, indiscutiblemente una droga legal, completamente un negocio rentable, absurdamente público, e innegablemente una mierda.

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