“Eso se te pasa”

Por: Inés Rodríguez
Estudiante universitaria (Islas Canarias-España)

Existen dos aspectos que son fundamentales en la actitud de un periodista: el primero de todos es que todo periodista detesta los tabúes, pues busca cuestionar cualquier tópico sin distinción alguna; y el segundo, que, ante todo, informa y opina aplicando una serie de principios deontológicos, entre los que se encuentra el respeto. Teniendo esto en cuenta, hoy hablaré de un tema que aún a la sociedad le duele admitir que existe, y que, por consecuencia, importa: la salud mental.

El estigma sobre la salud mental siempre ha estado presente, desde tiempos inmemoriales. Muchos filósofos e investigadores, tales como Hipócrates de Cos en la Antigua Grecia, John Locke en la Edad Moderna, e incluso Sigmund Freud durante el siglo XX; trataron de dar respuesta a las diversas reacciones de ese terreno pantanoso que es nuestra psique. No obstante, al ser tan difícil de investigar, no se le ha dado la importancia que debería haber tenido. Hablamos de que hace apenas setenta años, se estaban empezando a clasificar las distintas condiciones mentales; y a aborrecer atroces técnicas como la lobotomía, método por el que se trataba de modificar el lóbulo frontal del cerebro introduciendo una aguja. Esto explicaría por qué aún cuesta abandonar el estigma social.

Recientemente, y sobretodo por el gran impacto de la pandemia, hemos adquirido mayor conciencia sobre la importancia de preservar un óptimo estado mental. Estamos más familiarizados con la ansiedad y la depresión, y, constantemente, escuchamos las voces de activistas que exigen justicia para personas padecientes de dichas condiciones. No obstante, hay un grave problema: los diversos gobiernos, que se extienden alrededor del mundo, son incapaces de gestionar esta clase de problemas. En España, llevamos ya muchos años escuchando en los medios que personas necesitadas de un psicólogo en la Seguridad Social tienen que hacer largas colas de incluso años para ser atendidas. Mientras ocurre todo esto, el Gobierno manda a construir vallas en los barrancos para evitar que los ciudadanos se quiten la vida, una forma muy lamentable de evadir el problema.

Creo fervientemente que debemos dejar atrás aquellos tiempos en los que la salud mental era el bicho raro de la ciencia. Afortunadamente, tenemos medios materiales para progresar intelectualmente en esa área. ¿Por qué no le damos entonces el poder a aquellos que van a colaborar realmente para mejorar la salud de la población mundial? O, más bien, ¿por qué nuestros gobernantes siguen creyendo que pueden tapar el sol con un dedo?

Bien sé que exigir una solución para esta amarga situación no la mejorará próximamente. Pero no pierdo la esperanza de que habrá más periodistas como yo en el mundo con ganas de alzar la voz. La salud mental es un derecho, basta ya del “eso se te pasa” que parecen decir cada día nuestros políticos a la hora de atenderla.

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