“Quo vadis Domine?”

Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Bogotá (Colombia)

Con cierta desazón hemos visto los colombianos, cómo la esperanza que depositamos en las urnas se ha ido diluyendo como la espuma. De ese 50.44% que obtuvo Petro en los comicios del mes de mayo del año pasado, en el que por primera vez fue elegido un presidente de izquierda, en un país curtido por las viejas tradiciones bipartidistas y los nuevos tentáculos de la ultraderecha.
Sin ser creyente ni devota de oídas de los discursos en los que Petro ungido con una prosa convincente, llegó a encarnar la ilusión promisoria de ser el adalid del cambio para Colombia. Cambio que asumimos con la credulidad de ese giro de 180 grados que tendríamos en el país con la elección de Petro.

El efecto de la dopamina como a los enamorados nos duró muy poco. Tal era el hastío por la corrupción, los escándalos, las denuncias que quisimos contribuir con un posible cambio, y entonces le apostamos a la “Colombia humana”, bandera de la campaña del actual presidente. Uno de nuestros males también es la memoria tan a corto plazo de la mayoría de los colombianos. Quisimos olvidar la desastrosa administración de Petro cuando fue alcalde de Bogotá, y de nuevo nos traicionó la memoria.
También es cierto que para llegar a escoger entre dos postulaciones como la de Rodolfo Hernández (hoy sancionado por catorce años para ejercer cargos públicos) y Gustavo Petro en la otra orilla, sin duda es que hemos caído bajo. Me decía alguien que tuvimos que elegir entre el menos pior.
Una escalada de inconsistencias ha generado el presidente de los colombianos. A escasos seis meses del nombramiento de los ministros de educación y cultura, sorpresivamente fueron destituidos de sus cargos. Refirieron en su momento que se enteraron de la destitución del cargo por las noticias; nunca les fue avisado. Otros ministros han salido del gabinete por motivos que aún siguen sin esclarecerse.
La sensación de incertidumbre que vivimos los colombianos se abona con los escándalos que salen a la luz poco a poco en la era de la Colombia humana. Resulta paradójico que las denuncias que hacía Petro cuando fue senador de los colombianos, justo ahora sean las que el mandatario esté bebiendo como una imposición del destino, pongámoslo en términos de una tragicomedia.
Cuando el ego no se sabe manejar, y al parecer Petro con su inteligencia suma, ha cometido desaciertos, como el creer que primero está él como persona por encima de los colombianos que creyeron en que, ahora sí vendrían nuevos aires refrescantes para el país. Su testarudez y la falta de inteligencia emocional, lo ha llevado a remolino turbio del que ni en sus peroratas de balcón logra convencer ni salir indemne de sus propios enredos.
De otro lado, la conformación del establecimiento político tiene unas imbricaciones que funcionan desde una dinámica que depende de los personajes que la enarbolan, y que algunos de ellos lo manejan de forma sutil, otros no tienen en cuenta los medios para lograr el escaño deseado. Los hilos de la política, en algunas ocasiones hilan fino, en otras eligen el camino sinuoso, los hay moderados, también hay que reconocer que por debajo de la mesa se esconden muchas cosas. Lo cierto es que los políticos de todos los pelambres hacen lo propio para lograr su cometido. En esta ocasión Petro volvió a morder el polvo y cayó en medio de personajes grises, que se mueven en las arenas movedizas, y vendió su alma al diablo para lograr el podio.
Sumémosle a este vendaval de contradicciones y vicisitudes, la absurda forma de comunicación de Petro, que es otra piedra en el zapato. Sus mensajes se han convertido en un torrente de confusiones, informaciones erróneas, comunicaciones baladíes, en lugar de concentrase en lo importante. Nos da la sensación de que el presidente está ansioso, da tumbos sin encontrar un norte.
En resumidas cuentas, ya van diez meses con la administración que nos dio la esperanza a los colombianos, y como van las cosas, no le queda margen al presidente de resarcir sus debilidades y devolvernos la confianza depositada. Si tuviera la oportunidad de hacerle una pregunta a Petro, le diría: “¿Quo vadis Domine?”

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