El plot y el twist de la “docencia universitaria”
Por: Pedro C. Martínez Suárez, PhD.
Vicerrector de Investigación Universidad Católica de Cuenca (Ecuador)
“Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”. (José Ortega y Gasset, 1910)
A decir de Aristóteles, todo acto de investigación científica comienza con la admiración sobre un fenómeno. Parece ser ésta, una máxima de la creación literaria, ya sea poética u opinión. Otro concepto útil para entender cómo surgen las ideas para escribir es el manido concepto de insight. Yo prefiero hablar de estímulos.
Varios hechos han servido de estímulos para esta columna. El primero, no por ello el más importante, ha sido leer una entrevista que le han realizado, en un medio de prensa digital, a un conocido catedrático español, no doy más datos para no alimentar querellas. Un docente de altísimo prestigio, con un buen índice h, una nutrida producción de papers y demás parabienes que se le suponen a todo un gentleman y paladín de la ciencia actual. Pues bien, las contestaciones al pésimo cuestionario periodístico son más deplorables que las preguntas. Al margen del postureo inicial característico, toda la entrevista no resulta más que un compendio de obviedades, ni siquiera dichas con estilo. Cierto es que el tema no ayudaba, pues se trataba de “la salud mental” que nada tiene que ver con la “salud dental”, mucho más fácil de objetivar. Tampoco ha sido la formación inicial del susodicho y aunque ha realizado notorias publicaciones sobre el tema, a la luz de la respetable comunidad científica, no es su formación y carece de experiencia en tratamiento en el área de Salud Mental, no debió ser elegido para la entrevista, salvo por el eco mediático de sus publicaciones. Enseguida me asistió la duda confuciana ¿Qué está pasando con los docentes universitarios? Rápidamente llegaron a mi conducta bajo la piel (mente) dos hipótesis plausibles, a saber: la incompetencia de Peter y el efecto Flynn.
Dicen que en las últimas décadas ha bajado el CI promedio y también es una realidad, al menos en las universidades españolas, que las vacas sagradas se jubilan y no hay relevo generacional, por los bajos sueldos y porque los méritos juveniles no igualan a los ya seniles insignes que aún colman el panorama universitario de la madre patria. Faltan genios, ya sea por disgenesia o por el declive del sistema educativo, que desde el informe Coombs en los ’70, no cesa. El propio Flynn argumenta que el problema reside en el conocimiento hiper-especializado, en detrimento de la cultura general (aunque nunca hubo tanto todólogo). Recientemente, en una discusión con un docente, el mencionado esgrimía sus títulos como base argumental de sus desdichadas diatribas sin fundamento. En fin, por otra parte, seguimos llamando nuevas a las tecnologías y pedagogía nueva a la que con Diesterweg se inició en el s.XVIII y probablemente antes. Una lamentable gestión de las competencias, blandas y duras, hacen también que la intelligentsia universitaria vaya en detrimento de los pobres estudiantes, que solo asisten impávidos al desplome del gran glaciar en la administración pública y se convierten en palomas de Skinner que solo reciben descargas, a las que se les cobra, pero se les priva de una educación de calidad en el ámbito privado en detrimento de las variables económicas.
Ante este plot, esta trama, impensable en los orígenes egregios de las universidades, se viene un twist que venimos anunciando en otras colaboraciones, a saber, el fin del sistema tal y como lo conocemos, cada vez más lleno de manzanas podridas (cfr. Caso Luque). Una universidad con cada vez más negocio y más ocio (las autoridades somos más máster de ceremonias y menos gestores) y con estos números (cada día más dependientes del número de matrículas) y acompañados del cojín del demonio que diría Walter (refiriéndose a la ociosidad), con la irrupción de chat GPT adueñándose de las aulas (que conste que uno ve el lado bueno y amigable de la tecnología) se espera pronto, un twist en la trama universitaria, una Betelguese que anticipa su explosión hacia supernova o más bien un Uróboros, cuya cola ya se sirve en bandeja de plata.