Dos perros
Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Lcdo. en Educación y Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)
En una casa abandonada, pero repleta de gente, dos perros, machos al parecer, jugueteaban, el uno sobre el otro, el otro sobre el uno y jadeaban bruscamente. Cuando el instinto se apoderó de sus, hasta entonces, diáfanas intenciones, de entre sus entrepiernas asomaron algo así como un par de labiales muy rojos, puntiagudos, carnudos, latentes. Los canes disfrutaban su toqueteo; por momentos, el uno se llenaba de una pasional, mordaz rabia y mordía al otro y viceversa. De sus hocicos caía la espesa baba, salivaban más que cuando un tal Pávlov, allá en otra época, tocaba una campanita. Los humanos, que todos eran varones, entre risas nerviosas, alentaban y miraban morbosos el espectáculo. Luego, una nebulosa niebla cegó el ambiente. Al día siguiente, perros sin pelaje y hombres desnudos amanecieron en el mismo sitio con sus protuberancias heridas, efervescentes y espumantes.