Xavier Oquendo y su periplo lingüístico. A propósito de El tiempo y las alas

Por: Dr. Iván Petroff
Universidad de Cuenca (Ecuador)

Cuando un poeta decide hacer una retrospectiva de su obra, se ponen en evidencia ciertos temas y preferencias que están vinculadas con la infancia, los acontecimientos aguerridos de su adolescencia, los amores, desamores, deseos y experiencias. El escriba analiza y selecciona y en el caso de Xavier Oquendo Troncoso evoca y convoca a sus propios y extraños fantasmas, a los familiares amigos de oficio a sus ancestros como la invasora presencia del abuelo o el recuerdo que huele a ciprés y a caminos de polvo y cielo junto a sus padres.

Entonces surge “El tiempo y ls alas” una  antología que tiene la marca de un recorrido en la línea del tiempo que va mostrando sus textos más intensos como elaborados y a veces sueltos a la experimentación, al juego de encontrar la palabra o la frase más adecuada en la travesía siempre atenta y cuidada de construir un lenguaje poético que resulte una epifanía de alegorías y metáforas vinculadas con su tiempo y sus necesidades expresivas… Una nueva literariedad se produce a la manera de los formalistas que concibieron por primera vez la teoría literaria como un estudio riguroso de la lingüística y la poética.

Alicia Genovese dice “Enfrentar como constantemente hace el poema, los condicionamientos que impone el lenguaje, desordenarlo de manera imprevisible con un habla mezclada, como hace Vallejo, implica en parte negarlo. La poesía en su práctica, en su hacer desplazado, recupera el silencio, como si fuese un grado cero de la normatividad lingüística”.

Se trata entonces de buscar una lógica con sello propio, una sintaxis con la marca de nuestros propios itinerarios, ritmos de tono y disonancias que logran la cadencia del estilo que es la existencia misma del poeta. Espacio y tiempo que a propósito de una forma de deconstrucción de hecatombe léxica, permite el texto que emociona y conmueve, que anuncia y declara que dispara al centro de la tierra a sabiendas que será un dispara de niebla a ninguna parte.

Así nos dice Xavier Oquendo:

Soy la espera del agua

Que no llega al mar sino evaporada

Una lluvia lejana

Que nadie la ve

Que nadie la siente

Ni el pez que espera

La migrante caminata salada

Con su astucia de sofisticada ola

Hay un deseo por la palabra que va y viene, se escabulle como el pez que huye de la mano atroz que la retiene. Esa fuerza que no conoce barreras y que permite como la gran fuerza de la ola encontrar su presa codiciada. Eso es, precisamente lo que pasa con el escritor que buceo en las profundidades o atraviesa las capas terrenas como el espeleólogo o rompe la barrera del sonido a la luz para satisfacer ese vacío que como un agujero negro pide poesía. Todo esto que provoca el deseo se traducen en el texto que es entonces el resultado de tantas búsquedas a cielo abierto.

Sus narrativas poéticas, van por caminos inesperados como inesperada es el itinerario disperso en cierta etapa del poeta en la que busca, disuelve, deconstruye, arma la música y la armonía desteje antiguas palabras para volver a un infinito palimpsesto que flota en las aguas profundas de la poesía.

No hay límites, ni preceptivas y los géneros son algoritmos para la didáctica. Ahora es el enfrentamiento con el gran desafío que significa la escritura, otras formas, otras lógicas, otros tiempos y espacios. Largos y desterrados imaginarios que retornan por las nuevas caligrafías del autor.

Xavier Oquendo es sincero y honesto con la relación que establece con su vida misma. Con ese niño o adolescente que recuerda a su padre o a su abuelo en la breve mancha de la existencia. Sus recueros de intensa utilería

A ratos sus textos me recuerdan  Detectives salvajes de Roberto Bolaño en esa búsqueda incesante de armar el rompecabezas de las atormentadas y poéticas vidas de sus compañeros del infrarrealismo.

Cuando el abuelo entra a la cocina, llega también una taza de hierro

inoxidable: blanca y roída por el fuego y desportillada en su fondo

y en su forma. Entonces, la ebullición del agua, que será a priori, se

estira en el hervor y surgen las burbujas de un futuro que complace

a la lengua del abuelo. Luego, enciende un cigarrillo sin filtro:

tabaco inglés, según dicta el humo de su compleja quemadura.

Salen volutas con olor arábigo y algunas palabras que se dejan

explorar como si fueran heridas de bombero o de un fuego que

pelea consigo mismo. No sé qué hierve más: si el café o el cigarrillo

que en mí son uno, como lo es un poema5 redondo que escribió, en

medio de sus guerras, el más adolorido César Vallejo.

Creo que este texto es una construcción alegórica y a ratos también evocativa que sustenta su poética. Aquí, como en otros poemas están las claves de su quehacer literario. Hay imágenes que registran el oficio de la escritura en la acción de fumar del abuelo “Salen volutas con olor arábigo y algunas palabras que se dejan explorar como si fueran heridas de bombero o de un fuego que pelea consigo mismo

Y es que hay una puesta en escena del fuego que lucha consigo mismo como el lenguaje de la escritura que se enfrenta en una lucha constante, un fuego cruzado del que salen las nuevas estructuras que resplandecen en la mitad de la noche.

Recuerdo que Juan Gelman leyó un poema6 en un patio de San

Luis Potosí. Recuerdo que Marco Antonio Campos observó

quedamente al argentino con humildad alucinada. Luego vi al

mayor decir ese poema sobre el tío Juan: que si la poesía podía

servir para algo más que para que otro poeta escuche a Juan en un

patio de San Luis. Yo me fui con ese poema por algunos paseos y

caminos y por unos tiempos y por unas esquinas sin mucha gloria.

Por otro lado, Marco Antonio Campos leía un poema7 que es lo

que quedó luego de tanta alharaca poética y Juan en los ecos se

sostenía como un rayo en la luz.

Son estos fuegos en medio de la algarabía y los versos que todavía resuenan en un patio de San Luis Potosí

En Manual para el que espera (2016)

Desde el verso, ahora el escriba declara su poética –verdadera forma de llegar a una de las certeras traducciones que el lector puede hacer de quien trata de elaborar los ejes de su travesía estética en los siguientes términos:

Estar convencido que el mundo es del tamaño de una casa.49

Magnificarla y volver a ella como un planeta hacia la vía láctea.

Atar a las palabras cualquier significado que se evidencie en el

cuerpo, incluido las enfermedades o dios –y las ilusiones por lo

desconocido–. Saber que no se podrá hacer nada más que repetir a

Salomón y al poeta de la otra esquina y a todos los que hablan de la

vida, del amor y de la muerte –y ¡de qué más se puede hablar!–.

He aquí que los temas de Oquendo Troncoso son fundamentalmente tres: la vida, el amor y la muerte. Sus estrategias están en ese ir y venir desde el universo y la vía láctea a lo que es mínimo y querido como la casa, un amarre a las palabras para que resplandezcan en el cuerpo, y sus nuevas semánticas desde la enfermedad o la epifanía en la presencia siempre abstracta y filosófica de Dios. Una ilusión está en la lógica de su lingüística y resulta de esa persecución a lo desconocido –oficio que siempre va ligado a la caída intencional en el abismo como representación del verde animal de lo no profanado por el río anhelante de la escritura poética. 

El tiempo y las alas es una antología personal de Xavier Oquendo en la que podemos comprobar su dilatado viaje por diferentes paisajes y experiencias votantes que han posibilitado integrar la propuesta narrativa y poética de un autor que no ha cesado de agitar sus alas en busca de un tiempo y un espacio construido con los difíciles hilos del lenguaje. Ritmos y cadencias que van forjando la realidad poética de Oquendo que con sus vuelos rasantes va tocando las humanas certezas de los días, mientras que sus vuelos de altura son para deletrear la parrilla de la escena cósmica donde a ratos asoma la espalda incierta de Dios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *