Desamor

Por: Rodrigo Murillo Carrión
Machala (El Oro-Ecuador)

*

La cumbre y el abismo
ocurren en el mismo lugar,
del abismo a la cumbre hay una
sola perpendicular,
el espacio es uno,
allí, arriba o abajo,
no tiene gradas ni descansos.

*

Sin alas,

robustos peldaños crecen.

En la cúspide,

el viento agita las emociones en armonía,

agrega música;

las nubes se agrandan,

el sol se acerca y el frío aumenta;

debajo del hombro queda la humanidad oscurecida por las distancias.

*

Las alturas que anidan las promesas  y alumbran los juramentos

son exentas del vértigo;

es la nación de los ángeles,

estación de ingreso a la profundidad del tiempo,

vértice de la vida y de la muerte.

Los colores no son iguales,

llevan más intensidad,

el rojo y el azul en carne viva;

el espeso aroma de la hazaña no tiene réplicas.

Una bandera queda clavada en la cumbre.

Se ha conquistado un amor.

*

Vetas áureas del cerro inflaman el aire.

Está amaneciendo.

Una burbuja se dilató  a dimensión de colosos;

allí flotan una cauda de la eternidad,

la proximidad del absoluto,

el mundo perfecto.

Los sentidos descubren el contenido de la plenitud.

La existencia es mucho más,

una conexión en la fantasía,

después del milagro,

de un relato

que hizo su primera página.

*

Con ese floreciente amor a cuestas

el sol tardará en llegar al centro

de su radiante mediodía.

La sangre corre lenta en sus manantiales,

la respiración es el cielo mismo;

el pensamiento abandona su claustro,

siente palpitar el brillo de la aurora en su historia,

la grandilocuente voz de la victoria.

Emociones cuajan su materia.

Sudor huidizo peregrina desde la

frente a las manos.

¡Corazón! Llevas un título bien ganado.

¡Renuncia! Palabra de ignominia,  nunca llegues a dejar tu condena.

El tiempo está ausente.

*

Atardecer, la tierra  corre apurada,

la noche impaciente se avalanza,

el sol se ha desbocado,

cae de un solo golpe,

huye del firmamento,

se despide con el último rayo,

comienza el ocaso.

No dio pausas ni avisos,

como un chubasco, fue tan breve.

*

Abismo. Acantilado frío.

Despeñadero sin salida,

allí perecerá de vieja la locura

¡Repentina ansiedad,

improvisa el paso hasta el olvido!

La inmensidad redujo su materia,

en añicos volaron castillos

levantados sobre titilantes luciérnagas cósmicas.

El vacío se abrió

en la profunda espesura del bosque,

reposo de la esperanza;

desató la explosión

de una ciega oscuridad.

Las tinieblas descuelgan sus tenazas, tentáculos  errantes despedazan la valentía  impresa en la pasión.

¡Infalible gravedad!

La temperatura desciende veloz,

ha quedado encerrada  en un sepulcro.

Un corazón apagó el proyector

de fantasías,

gélido aliento moribundo.

Sobrevino el infortunio, el desamor.

*

Desde las alturas del éxtasis la caída será más agresiva, acaso mortal.

Alguien seguirá impasible,

otro pasará a la desolación.

Un recuerdo quedará,

el amor puede llamar

dos o más veces.

*

¿Dónde encontrar las razones cuando ocurre un inesperado desamor?

Será en el escenario de un feroz cataclismo,

el cerro derrumbado,

la mina abandonada que se desmorona solitaria,

un páramo congelado en el olvido,

las  ruinas del palacio donde agonizó un sueño.

Humeantes cenizas de un corazón que perece clamando resurrección.

*

Infructuosa búsqueda

vagando tenebrosos corredores,

entre duendes de neblina,

que palidecen mimetizados

en la húmeda vegetación,

cayendo en las trampas ocultas,

espesos pantanos de la penumbra.

No está grabada en las rocas,

no se ha escrito en un árbol

la señal y la causa de un inmerecido desamor.

No se pueden reclamar explicaciones. No las hay.

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