Tiempo y tiempos
Por: Rodrigo Murillo Carrión
Machala (El Oro-Ecuador)
Alcanzar el horizonte;
navegar sobre el ultimo hilo del mar,
en la fusión del cielo y la tierra,
donde se levanta y concluye el día,
cuando la realidad agota sus ficciones
y la fantasía despega su vuelo;
entrar en el infinito,
el escondite del vacío y de la nada;
allí, suspender el tiempo terrenal,
congelando su profundidad;
despejando la ceniza y la materia
en la amplitud del resto;
entender, explicar para una
mente en vías de colisión,
esa abstrusa dimensión
llamada tiempo entre los mortales.
Indómita presencia,
ausente de los sentidos,
sin luces, sonidos ni colores.
¿Será el fondo de la realidad,
telón de una verosímil ficción?
¿Una ubicua relatividad palpitando?
¿Ilusión de la sustancia?
Sin filosofía ni ciencia,
recorría los entresijos del calendario;
percibía los saltos de un fabuloso
fantasma que se escurría, apurado,
en el polvo del espacio;
transcurría entre dimensiones ciegas, oscuras formas, líneas difusas.
Tenía que atrapar la sombra y el eco de un recorte de tiempo;
un viaje interminable, intenso,
intermitente, en todas las direcciones
de una realidad trémula flotando en la
totalidad de la negación.
Cerré el capítulo del curioseo,
lo dejé respirar más extravagancias;
podría extender y viajar sobre las horas y los días sin apremios
por conocer a su matriz.
No recuperé la molécula
de un instante,
un residuo del navegante
que ya lleva viajando
catorce eones de luz.
¿Sería cuestión de la edad,
de estar viejo y hacer restas,
cálculos temerarios de un plazo
cada vez más corto?
¿Sería cuestión de pesar,
de sumar la luz y la oscuridad,
compañeros de viaje
que atraviesan
el diámetro de la Creación?
Escepticismo, insatisfacción,
ansiedad, rebeldía, dudas.
¿Acaso fue la creación invariable
para medir el ritmo de la historia,
borrar sus manchas,
exaltar epopeyas,
manejar el destino de
pueblos, héroes y tiranos?
¿Una referencia draconiana,
en el imperio del orden,
balanza de la disciplina
desde que el hombre
tomó las armas?
¡Obsesiva recurrencia en
las entradas del pensamiento,
abiertas sin descanso!
¿Cómo existir en el tiempo
sin no existe el tiempo?
Capturar un momento,
triturarlo y encontrar su
partícula elemental,
una millonésima del tic tac.
Habrá una frontera
en la vaporosa dimensión
de lo minúsculo.
Aleteo invisible de colibríes.
No aparece el fantasma
en su oquedad,
el silencio, apenas vibrando,
podría salir a responder
una pregunta banal.
Si no vivo en el tiempo
tendría que inventarlo,
ya está inventado, escrito,
¿vivido? ¿Comprendido?
Es la idea de una transición
desde el vacío inmaculado,
que emerge con la humanidad,
perdiendo su pureza.
El presente, la millonésima
parte de un ahora,
se hace pasado
antes de un parpadeo;
el futuro inmediato es lo mismo,
una avalancha de fracciones
engrosa los filones del pretérito,
se hace historia.
Y me quedo flotando en la
irrealidad.
El pasado única fe de vida.
El futuro espera su paso a la historia.
Un dispositivo sale de la mente,
de la economía, viene de arriba;
un acuerdo global
anuncia la salida del sol,
la llegada de la luna,
el tiempo del mensajero,
el regreso de las olas.
Todo ocurre y se marca
con unidades de tiempo
en un falible reloj.
Deambulando en aquel encendido laberinto, raspando sus estratos,
no entendía si la materia
era la viajera,
o si el tiempo le daba vueltas, transportándola de un día a otro día,
de una a otra época;
una flecha se ha disparado,
lleva el testigo,
no tiene relevo,
no tiene llegada.
Las noches, suspendidas en un solo color, tendían la cuerda floja;
sentía que el reloj sólo marcaría
las horas de desvelo,
pensando que al dormir
se iría a cancelar mi tiempo.
Ahora invoco muchas horas más
y el resto de la vida para amar.