Las rebajas de mayo
Por: Julián Ayala Armas
Escritor y periodista. Islas Canarias
“Colgados de los faroles,
los políticos nos miran,
lástima que sea en efigie
y la horca de mentira.”
(Fray Liberto)
Es muy representativa de los tiempos que corren en España (y me atrevería a decir que en todo el mundo donde las guerras, la miseria o las catástrofes naturales no lo impidan) la imagen de multitudes de personas agolpadas ante los grandes almacenes el día que empiezan las rebajas, para irrumpir en ellos cual manadas de búfalos desbocados, apenas se abren las puertas de los paraísos del consumo. Escenas insólitas, como la pugna feroz de dos matronas por un tanga que no sirve ni para cubrirles la nariz, se suceden con naturalidad en tan bárbara situación, que hace emerger en cada uno y cada una la bestia acaparadora de objetos baratos que todos llevamos escondida bajo capas de ficticio, civilizado y elegante desinterés.
Cuando apenas nos hemos repuesto de los trances del pasado invierno he aquí que este año tenemos temporada extra y entre enero y junio la recova política ha abierto sus puertas a las rebajas de mayo, y por ellas están
entrando multitudes vociferantes de prohombres y promujeres, dispuestos a prometer, mentir, insultarse, volver a prometer, forcejear, tirarse de los pelos y hasta patearse, si preciso fuera, con tal de lograr el anhelado saldo.
–Oiga, que ese cargo de diputado lo vi yo primero –dice un prohombre encorbatado, con la sonrisa del cartel electoral coagulada en el rostro.
–¡Quiá!, es para mí, que he prometido bajar más impuestos, dar pirulís gratis a los niños a la salida del colegio y crear un cuerpo de majorettes que alegren el ocio de los vejetes en los asilos –contesta otro prohombre, que también adorna su coriácea faz con una sonrisilla electoral.
Algo más allá, dos candidatas rivales tiran una por cada lado del escaño al que ambas aspiran. Con un tapetito bordado haría monííííísimo en el salón. Sus ojos despiden chispas y sus bocas, apretadas por la fuerza del empeño en que están volcadas, se truecan en sonrisa apenas creen vislumbrar a algún presunto votante, despistado en medio del aquelarre.
Ocupar cargos públicos, vivir de ellos y para ellos, convertirse en un todo terreno de la política, que lo mismo sirve para gestionar la dirección general de Transportes que la de Sanidad o la de Promoción Educativa de un gobierno regional; la alcaldía o concejalía de un ayuntamiento, la presidencia de un cabildo o cualquier otro cargo que se les ponga a tiro, entraña una perversión del carácter similar a la de acaparar objetos que muchas veces no necesitamos para nada.
No es ociosa, pues, aunque no discutimos que haya quien pueda considerarlo así, la comparación entre las rebajas de enero y las de mayo. Entre las compras “de ocasión” y las elecciones políticas. En ambos casos se pone a menudo de manifiesto la torva jeta del depredador ancestral que llevamos impresa en lo más profundo de los genes. Por mucho que se quiera ocultar con sonrisas de labios afuera.
Y así, sonriéndonos a los panolis y dándose mutuos zarpazos a la yugular los tendremos hasta el 28 de mayo. Dicen que es la democracia…