La retórica del poder en África

Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Bogotá (Colombia)

En una guerra civil, la primera víctima es la justicia. Ken Follett

Ya había tenido oportunidad de abordar en un artículo anterior sobre el fenómeno Bukele en El Salvador, ahora me refiero a Ruanda, con Kagame, en el otro extremo del globo terráqueo. Dos países que fueron agobiados también por la violencia, en especial, las guerras civiles y ahora se puede decir que gozan de cierta “primavera”.

La retórica avasalladora cumple con su cometido. Estos dos líderes han sabido fortalecer el “crecimiento económico” de sus países a través de la milenaria oratoria, que, en este caso, con mano dura y los excesos del poder que se legitiman para erradicar la violencia que ha azotado estas regiones por generaciones. Sin embargo, la pregunta obligada sería: ¿por qué se ha llegado hasta estos extremos?

En el caso de África y en concreto, Ruanda, el país que abordo en esta ocasión; la situación se ha generado desde sus entrañas. La aparición de personajes como Kagame, que surgió de una tribu destrozada por la aplicación extranjera del eslogan: “divide y reinarás”, el régimen colonial, la división adversaria de las fronteras y la alienación cultual han desconocido la geografía humana y política de la región.

En las esferas políticas internacionales se ha discutido sobre la verdadera fortaleza del líder ruandés, Paul Kagame, que lleva en el poder más de cinco lustros. Antes de llegar al mando de Ruanda tuvo una amplia trayectoria guerrera. De la etnia Tutsi y antiguo miembro del ejército de Uganda, donde creció como refugiado para renacer luego como comandante del Frente Patriótico de Ruanda, y a quien se le atribuye la hazaña de haberle puesto final al genocidio en contra de su etnia, se ha puesto en entredicho.

Kagame, el presidente de Ruanda se ha mantenido en el poder gracias a la extensión de los límites constitucionales del mandato (tan frecuente en esta clase de caudillos), sumado a la represión de la prensa y a la oposición. Como el líder ruso que también lleva el mismo tiempo en el poder, con la diferencia de que el ruandés goza de buenas amistades en occidente:  desde Tony Blair, el ex secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, invitado por Oxford y Harbad para impartir conferencias sobre derechos humanos, hasta los señores de la FIFA y la NBA. La revista Time le llamó “la encarnación de una nueva África”, es el típico caso del tirano apreciado de boca para afuera por conveniencia política.

El mayor respaldo del mandatario del país de las Mil colinas ha sido el acuerdo con el Gobierno británico de recibir a los solicitantes de asilo deportados de Gran Bretaña (muy parecido al caso de El Salvador con la negociación de Bukele con los líderes de las Maras en EE. UU). Este controvertido acuerdo que puede trasgredir el derecho internacional ha catapultado la reputación de Ruanda como socio firme de los países occidentales, lejano de la resistencia autoritaria que ejerce el dictador Kagame en este país africano, ahora es aclamada como un refugio para las personas que huyen de la dictadura.

El columnista de The New York Times, Anjan Sundaram, ha comentado que El precio de evitar las disculpas es que los líderes occidentales ven disminuida su autoridad moral. En cambio, se involucran en comportamientos conciliadores, ofreciendo elogios y asociación, en lugar de condenar. Quizás en ninguna parte esta dinámica es más clara que en Ruanda, donde la influencia de Kagame con los líderes occidentales es particularmente fuerte porque los agravios del país son recientes. Es muy experto en culpar a Occidente, y sus golpes dan en el blanco.

Gran parte del éxito de Kagame deviene de su hábil retórica política, una forma de arte antiguo que los ruandeses llaman ubwenge.

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