El día que el periodismo conoció al amor
Por: Inés Rodríguez
Estudiante de 2° de Bachillerato (Islas Canarias-España)
Hace algunos años, cuando me iniciaba en el periodismo, viví una experiencia que cambió mi perspectiva sobre la vida. Había escrito un artículo sobre el amor según la ciencia, y lo publiqué en el periódico local. Desconocía que una persona tan relevante contestaría a él. Se trataba de un cineasta francés de mediados del siglo XX, del que me declaro ferviente admirador. Quiso concederme una entrevista, petición a la que añadió la siguiente cita: “vas a aprender lo que es el verdadero amor, y no toda esa basura que publican los medios”.
Acepté sin dudar, y, así, nos citamos en un hotel de la ciudad. Al llegar a la habitación que me asignaron, saludé, y me acomodé en un sillón. El hombre se hallaba en un asiento frente al mío, encorvado. Desgastado por los años, había perdido parte de su pelo, su rostro era surcado por prominentes arrugas, y temblaba. A pesar de ello, estaba impecablemente vestido, con un traje de chaqueta.
Nunca antes había hecho una entrevista a un personaje público como aquel cineasta, por lo que no supe escoger las preguntas adecuadas. Así que, como un buen novato en la profesión, me encomendé a mi grandiosa habilidad para la improvisación, y rompí el hielo:
-Señor, como tengo la certeza de que esta entrevista puede dar mucho de sí, le haré una única pregunta.
El anciano, atónito, me observó de arriba abajo.
-Sólo le pediré que cuente una experiencia personal en relación al amor, y lo que aprendió de ella- proseguí
-Bien… No le fallaré, joven- contestó sonriente.
Encendí mi grabadora, el hombre carraspeó, y permití que iniciara su monólogo:
-Todo comenzó en los años cincuenta. Aquella era una época maravillosa, ¿sabe usted? La música y el arte estaban por todas partes. Llegué a París muy joven, enamorado de su encanto, con una maleta llena de sueños. Encontré refugio en una comuna de pintores de Montmartre, y me mantuve aislado un par de noches, hasta que me decidí finalmente a mezclarme entre la gente para encontrar la inspiración que me faltaba.
Cautivado por los trajes y la escenografía que se servían en los cabarets, entré en el Moulin Rouge, pedí una copa, y me la bebí en soledad, mientras anotaba algunas ideas en mi cuaderno. Entonces, la conocí. Subida al escenario, interpretaba una canción. Llevaba un bello vestido rojo de satén. En aquel momento, sentí que una flecha atravesaba mi corazón […]
No tardé ni dos días en acercarme a hablar con ella, la conocí por unas semanas, y finalmente empezamos a salir. Juro que nunca antes me había enamorado tan profundamente de una mujer. Mis guiones estaban llenos de referencias a mi musa, pues alababa todas y cada una de sus cualidades […]
Todo parecía ir muy bien, hasta que un maldito borracho decidió coger el coche. Mi amada perdió la vida tras ser arrollada por el vehículo. Íbamos a casarnos, ¿comprende usted? Y aunque lloré mucho por su pérdida, conseguí salir de aquella horrible melancolía. Eso sí, nunca me volví a interesar por otra fémina. Para mí, ella era la única, y no existía alguna posibilidad de volver a encontrar el amor, pues ya lo había encontrado […]
Joven, lo que quiero decir con esto es que el amor no es una doctrina que ustedes los periodistas tenéis la labor de enseñar. Uno sabe que ama cuando los impulsos que siente en su interior son a veces incontrolables. Confiar en otra persona, tanto si el día es claro como oscuro, eso, amigo mío, es amor. No lo dude por nada del mundo. Cuando encuentre a la persona indicada, ya sabrá lo que se siente.
Apenas apagué la grabadora, sentí unas lágrimas que se resbalaban por mis mejillas. Aquella entrevista no sólo me había emocionado, sino que me había enseñado algo muy valioso sobre el sentimiento de amor. Ni corto ni perezoso, al día siguiente, publiqué el reportaje, y le di una gran lección a este mundo de personas vacías: el amor es la manifestación más bella del corazón del hombre, y el saber que, pase lo que pase, esa persona tendrá un lugar en tu vida.