Canto a la vida
Por: Román Izquierdo Beltrán
Socio de la Academia Ecuatoriana de Literatura e Historia y miembro del Colectivo Casa Tomada
Cuenca (Ecuador)
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Aunque la vida es como el día
que amanece para anochecer,
es tan linda su sinuosa travesía
que ya nadie la quiere perder.
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La vida es el amor encarnado
en toda existencia que respira
más allá del don gratis humanado
que a vivir eternamente aspira.
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De la vida nace la existencia
que desata en el arca de la mente
la palabra y el amor como esencia
y razón de la vida inteligente.
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Ella nació débil, de repente…
en el confín del caos infinito
y creció en corazón y en mente
capaz de abarcar todo lo finito.
Tengo en mí una región agreste
donde alzo a la vida mil altares
de aura citadina y olor campestre
sin aspirar nada, solo hacer cantares.
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Ávido he de cantar a toda vida
estinando sus regios albores al
ritmo de la palabra medida
y brindando por ella mis licores.
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Por eso canto a la vida en la flor
en el niño, el aire, en todo insecto;
pequeñas vidas nacidas del amor:
germen de toda vida en proyecto.
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A la vida que por sí se endiosa
esta, crece y vive por fortuna;
a toda madre que al serlo es diosa
gestando almas y cuerpos en una.
A la que brilla en el as de las edades
en la vejez vigente del reverso,
en el rostro de luz sin falsedades
y en la infinita verdad del universo.
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El canto es grato en tono ferviente
a la vida cósmica, enalteciendo
tanto lo grande como lo incipiente;
mucho vale toda escala viviente.
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Que toda vida entre por su vía.
Que el amor celebre su grandeza
y el vivir se haga en armonía
sobre el odio, la saña y la vileza.
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Ábrete vida por sobre la muerte
en el surco sumida en pesadilla;
nunca pudo el mal, por suerte,
matar el don vital de la semilla.