Campos de concentración franquistas: recuperemos la Memoria

Por: Juan Almagro Lominchar, PhD
Universidad de Almería (España)

A lo largo de estas semanas, compañeras y compañeros –en activo y jubilados- del área de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Almería (España), estamos trabajando para recuperar un tema que, sorprendentemente, goza de escasa presencia en el espacio social y académico: me refiero a los campos de concentración franquistas.

Como sucede con otros aspectos referidos a la Historia, nuestra memoria se vuelve selectiva, principalmente en función de la visibilidad que, en nuestro entorno, se da a ciertos temas. Por ejemplo, en relación a los mencionados campos de concentración, es más fácil vincular este concepto con lo acaecido en la Alemania nazi, pues a todas y todos nos vienen a la mente los horrores sufridos en lugares como Treblinka, Mauthausen o Auschwitz. Lo mismo le sucede al alumnado, cuando esa concepción histórica, necesaria para el desarrollo de la memoria democrática discrimina los aprendizajes, centrándose durante su paso por el sistema educativo, de una manera más evidente, en asuntos referidos, por ejemplo, a la Segunda Guerra Mundial que a la Guerra Civil española. El producto de esta ecuación es obvio: las y los estudiantes tienen más conocimiento de lo que sucedió en la Alemania nazi que en la España franquista.

Vaya por delante, en este sentido, lo relevante de construir estos aprendizajes, en relación a hechos históricos necesarios para la formación democrática de las diferentes generaciones, como es tener conocimiento de lo que implicó el nazismo en todo el mundo. La crítica no está en que el alumnado elabore un mapa mental que le ayude a ser consciente de las atrocidades que cometieron los nazis, sino en que excluya de ese mapa mental sucesos y situaciones de un sadismo similar, como lo que sucedió durante la dictadura franquista.

Las y los historiadores coinciden en que, una de las principales funciones que tenían los más de 300 campos de concentración franquistas era la de “reeducar” a los presos, a través de todo tipo de amenazas y torturas, bajo la atenta e inquisidora mirada de la iglesia católica. En la mayoría de ocasiones albergaban a más personas de las que su capacidad les permitía, pero, evidentemente, las condiciones de vida de estas personas no resultaban muy importantes para los autores del golpe militar. Paralelamente, existen otros temas que describen ese sadismo y represión ejercida por los vencedores de la guerra. La guerrilla antifranquista, a cuyos integrantes se les conocía como maquis, tuvieron una evidente repercusión, no sólo durante el periodo de 1936 a 1939, sino, también, posteriormente. La persecución que estos hombres y mujeres sufrieron, y, en especial los conocidos como enlaces (familiares y allegados de las y los guerrilleros), fue brutal y sanguinaria. Historiadores como Secundino Serrano, en su trabajo Maquis: Historia de la guerrilla antifranquista, documenta, evidencia y humaniza estos hechos.

¿Por qué estas situaciones no tienen cabida en los materiales educativos con los que trabaja el alumnado? ¿No resulta relevante, para la construcción de la memoria democrática, tener conocimiento de los abusos de poder ejercidos en los campos de concentración sobre centenares de miles de personas? ¿Por qué no reconocer (y empezar a hacerlo desde la escuela) que la Guerra Civil no finalizó en 1939, sino que la represión, la persecución y los asesinatos se prolongaron durante varias décadas más?

Teniendo en cuenta estos antecedentes, este grupo de compañeras y compañeros universitarios, junto al profesorado del Instituto de Educación Secundaria donde se ha llevado el proyecto, hemos diseñado una serie de materiales para que las chicas y chicos del centro investiguen dónde estaban ubicados esos campos de concentración franquistas, a cuántas personas albergaron, con qué objetivo se construyeron o qué vestigios físicos quedan en la actualidad. La respuesta por parte del alumnado ha sido muy satisfactoria, involucrándose en el proyecto de una forma sorprendente, y llegando a conclusiones que el profesorado –tanto universitario como del centro- no imaginaba.

Un ejemplo de ello podría ser el trabajo del grupo de chicas y chicos que escogieron indagar sobre dos campos de concentración ubicados en la provincia de Jaén: Higuera de Calatrava y Santiago de Calatrava. Como no había ningún testimonio ni vestigios físicos de lo que fueron estos lugares, sólo se les facilitaron enlaces de prensa que narraban lo acontecido allí. A falta de esas imágenes y/o fotografías que permitiesen reconocer lo que fueron los campos de concentración, se les mostraron dos perspectivas aéreas de ambas localidades, y se les animó a indagar y formular hipótesis sobre dónde podrían encontrarse dichos campos de concentración. A través del intercambio de impresiones durante una de las sesiones en el centro, este alumnado llegó a comprender que los campos de concentración se ubicaron en los propios pueblos, en su totalidad geográfica; es decir, que se expulsó a sus habitantes, los presos colocaron cercas alrededor de las localidades, y allí permanecieron durante el tiempo que estos campos estuvieron en activo.

Curiosidades como la descrita, han contribuido a acercar más a este alumnado a un periodo de nuestra Historia que resulta necesario visibilizar; más todavía si queremos que la Ley de Memoria Democrática se desarrolle en toda su esencia, pero, fundamentalmente, para que esas chicas y chicos sean conscientes de que el espacio en el que viven cuenta una historia, a veces, como es el caso, poco agradable, pero fundamental si lo que buscamos es construir una sociedad y una ciudadanía formalmente democrática.

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