Breves historias de mares, náufragos y otras azules
Por: Dr. Fernando Mora
Médico y escritor (Cuenca-Ecuador)
El esqueleto se hundía en el mar, descendía sonriente, había sosiego en toda su osamenta. La profundidad del mar fue haciendo mella en sus huesos conforme se sumergía, la presión lo deshacía, sus huesos se iban poco a poco transformando en un polvo fino, blanquecino. El esqueleto parecía disolverse como una tableta efervescente, cada vez más frágil. Costillas y omóplatos fueron los primeros en deshacerse, luego húmeros y fémures, y al último sus manos.

*
Se quedó al fin solo, rodeado de los concombres de mar que viven en las tinieblas abismales, ellos no se asustaron, más bien lo aceptaron. Cuando llegó al fondo, lo poco que quedaba se asentó con suavidad en las arenas, eligió un sitio donde no molestar a nadie, donde no desplazar a nadie. Restos y polvo de un esqueleto discreto.

*
Me quedas mirando y terminas riéndote mientras exclamas:
—¿Un esqueleto deshaciéndose como una tableta efervescente? ¿De dónde sacas esas cosas? Me gustan tus historias, me divierten, pero ¿por qué escribes eso? ¿Por qué te gusta escribir?
Te acercas y súbitamente me besas. Después te respondo:
—Maya, escribo para ti.
Me vuelves a besar y terminas diciéndome:
—Y sí me voy, ¿te vas a deshacer como tableta efervescente?