Si “el grito” del arte no tuviese eco

Por: América Belén Viejó
Lcda. en Educación, Cuenca (Ecuador)

¿Qué tienen en común obras como “ El grito No. 3” de Oswaldo Guayasamín, “La tristeza” de Vicent Van Gogh, o “El grito” de Edvard Munch? Está claro que todas ellas expresan dolor, ira, miseria, incertidumbre, y otras más ante diversas realidades. Siglos atrás, ya se generaban situaciones de ruptura social a causa de las desigualdades. Desde un plano global se puede hacer alusión a las “conquistas y reconquistas” así como las repercusiones de la opresión del sistema; pues justamente los estallidos sociales son el reflejo del desequilibrio social en la que se manifiestan los problemas y conflictos que afectan a un gran número de personas.

La transmisión de ese grito social, se ha dado gracias al arte. Cualquiera que sea la expresión artística, generalmente va ligada a una forma de pensar, costumbres y tradiciones a  comportamientos y normas de carácter social, a la moralidad y la ética. La necesidad de expresión y comunicación del ser humano, está condicionada a partir de su entorno, pues es en este donde se logra exhibir una postura contextual, sea esta personal o colectiva.

En este sentido, el arte, contribuye la sociedad con conocimiento renovado, fuera de los “estándares  pulcros” y paralelamente se convierte en una forma de resistencia contra el pensamiento homogeneizador. Y, precisamente aquí es donde se transforma en un eco generacional que se niega a esconder y anular la realidad. Siempre irá un paso adelante al igual que otras manifestaciones de libertad social.

Al respecto, algunos críticos valoraban al arte desde una perspectiva sustancial y necesaria. A modo de ejemplo, Theodor Adorno consideraba que el arte tiene un potencial crítico y emancipador en medida que pueda cuestionar las estructuras de poder y las condiciones sociales y políticas que las sostienen (Adorno, 1970).

Por otro lado, Enrigue menciona que, “una obra de arte solo sería contable si modificara la raya que va dibujando la historia, y si una obra de arte, como un sueño, vale la pena ser recordada, es porque representa un sitio ciego para la Historia. El arte y los sueños no nos acompañan porque tengan la capacidad de mover cosas, sino porque detienen el mundo: funcionan como un paréntesis, un dique, la salud.” (Enrigue 2013, 251).

No cabe duda, de que el arte se ha fundido en la sociedad y ha sido un verdadero canal de expresión real que ha buscado incansablemente hacer un llamado a la conciencia del espectador, hacia un despertar de la sensibilidad y esclarecer ciertos valores culturales e ideológicos.

El grito No. 3 – Oswaldo Guayasamín (1983).

Bibliografía:

Adorno, T (1970). Teoría de la estética. Ediciones Akal. Recuperado en: https://monoskop.org/images/0/0a/Adorno_Theodor_W_Teoria_estetica_ES.pdf

Enrigue, A. (2013). Muerte Súbita. Anagrama.

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