Ricardo Montesinos: Polémico, dueño de su propio lenguaje y su genialidad

Por: Ernesto Arias
Escritor, Cuenca (Ecuador)

Hablar de Ricardo Montesinos Vial, es llegar a las profundidades del arte contemporáneo sustentado en su carácter y sabiduría al momento de plasmar su obra  en cuadros cargados de una fuerza incontenible en el uso de los colores, las tierras y el fuego.

Quienes tuvimos la suerte de ser sus amigos desde hacía medio siglo, veíamos en él la personificación del artista y pintor lleno de energía incontenible que lo permitía llegar hasta los intersticios de su alma, rebelde, contestaría y desafiante.

Nunca se amilanó al momento de experimentar técnicas y narraciones sustentadas en sus  conocimientos y visiones sobre el mundo del arte, que lo permitieron estar sobre el bien y el mal, características esenciales del auténtico pintor que hasta el último momento de cerrar sus ojos, no dejó de plasmar con sus prodigiosas manos obras que están destinadas a la inmortalidad.

A Ricardo Montesinos lo conocí cuando yo frisaba los veinte años, su carácter locuaz, contradictorio  y contestatario ante un sistema engolosinado por lo intrascendente y superficial, hicieron de él una persona fuera de lo común: “Yo pinto hasta llegar al fondo del dolor del ser humano” decía siempre.

Montesinos de muy joven exploró el mundo esotérico, perceptible a las personas iniciadas, lo que le motivó viajar en la década de los setenta, a la India. “Fui en busca de mi gurú”, decía. Por lo tanto, no era de esperarse que su primera exposición lo hiciera en la Galería de la Municipalidad de Cuenca, exponiendo cuadros con temas esotéricos, llenos de magia y misterio.

En las décadas de los ochenta y noventa, tras veinte años de trabajo y dedicación sorprende a la crítica con propuestas basadas en temas y obras sistemáticas y profundas sobre  el lienzo, con el uso de tierras de mil colores y el fuego.

Durante noches enteras con soplete en mano, fundía las tierras impregnadas en el lienzo, con sutil manejo del óleo, témpera, acrílico, materiales mixtos y de laboratorio que solo él, con su talento y genialidad lograba hacerlo, hasta culminar en obras nunca antes vistas.

Sus faces fueron inconfundibles, siempre enfocadas  a la realidad social. Máximo representante del expresionismo, en cuyos cuadros plasmó el dolor del hombre y la miseria humana. Su periodo de denuncia social lo interpretó en la serie que él llamó de “Los borrachitos”, cuadros con rostros de indigentes y seres desamparados. La fase del “Apocalipsis”, en alusión a la amenaza nuclear, y en defensa del medio ambiente. Gran retratista, en la que interpretaba el comportamiento sicológico y anímico de sus personajes.

En el edificio de IBM, Quito, instaló un mural de grandes dimensiones. En el Banco de Pichincha, Cuenca, junto con Edgar Carrasco, elaboraron el mural que permanece expuesto a la entrada de la entidad bancaria, con las figuras de la Venus de Valdivia. También cabe destacar sus obras sobre Hiroshima, los Cristos agonizantes, Tauromaquia.

Abrazador, gran anfitrión y generoso con todos aquellos amigos colegas que golpeaban las puertas de su casa para compartir sus experiencias entre comilonas, cafés y largas conversaciones.

Se rodeó de amigos pintores, literatos, críticos de arte y académicos. Entabló gran amistad con el escritor  Mario Monteforte, ex vicepresidente de Guatemala, cuya obra ha sido motivo de estudio y análisis en la prestigiosa Universidad de Columbia, con Oswaldo Guayasamin, donde expuso más de una vez en la Casa Museo Guayasamin. Recuerdo las inolvidables tertulias con artistas de la elite de la plástica nacional: Rosero, Stornaiolo, Viver, Jácome, Carrasco, Arauz, Bravomalo, etc.

Ricardo Montesinos, artista, ser humano inconfundible y amante de la naturaleza y del campo. El final del día lo disfrutaba admirando los atardeceres de su propiedad en Tarquia, mientras cuidaba con esmero a sus caballos de raza.

En los últimos cinco años vivió frente a  la tranquilidad del mar y su entorno marino. Llevado por los encantos pintorescos y bucólicos, se retiró  a vivir en Montañita, donde pintó hermosos cuadros en miniaturas con temas clásicos y religiosos.

Cuenca ha perdido a unos de los más grandes pintores de la región y del país, dejando un legado que servirá de referente a las actuales y futuras generaciones de nuestro país. Ricardo Montesinos, fue un pintor universal y de un talento nunca antes visto.

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