Otra vuelta de tuerca

Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Bogotá (Colombia)

Martín Elfman.

En un reciente artículo del humanista, filósofo y catedrático, Slavoj Žižek plantea en cómo se ha naturalizado la violencia. Discurre su texto en la transgresión del orden social establecido. Los viejos dogmas quedan impresos en el papel, sin embargo, los discursos son incendiarios, y promueven prácticas de intimidación en la sociedad que se institucionalizan. Una especie de aceptación y justificación colectiva de la violencia asume el nuevo régimen social: la decadencia de la ética.

Para empezar, Žižek cita dos ejemplos concretos: Rusia e Israel. En diciembre pasado circuló un vídeo en el que se acusa a un exmercenario, vinculado con el Kremlin, de haberse cambiado de bando para “combatir contra los rusos”; acto seguido, un salvaje no identificado le rompe la cabeza de un mazazo (como en la primera escena de la película de los Intocables). Al preguntarle a un aliado de Putin sobre la publicación bautizada como” el mazo de la venganza”, el hombre responde: “una muerte de perro para un perro”. Así las cosas, en el presente Rusia aplica las mismas sanciones que el Estado Islámico.

Vale la pena reflexionar también en que Irán, es cada vez más cercano de Rusia. En el país islámico arrestan a mujeres por protestar contra el régimen. Hay denuncias que aseguran que se las hace casar a la fuerza con sus carcelarios para ser violadas, con el argumento de que es ilegal ejecutar a una menor de edad si es virgen.

En cuanto a Israel, que se ufana de repetir que es una democracia liberal, en sus prácticas se parece cada vez más a las del fundamentalismo religioso. Netanyahu, que desde diciembre ocupa el cargo de primer ministro, y es el político más longevo que tiene Israel, está plenamente implicado en esta decadencia ética. En 2019, de acuerdo con la información del The Times of Israel, urgió a combatir el creciente antisemitismo musulmán y de izquierda en Europa, horas más tarde en que el Gobierno israelí informara que la mayor amenaza para los judíos en el continente era la ultraderecha.

También señala este filósofo esloveno, de la presencia más visible en la izquierda Woke, de esta decadencia ética, cada vez más autoritaria e intolerante en su defensa de todas las formas de identidad sexual y étnica menos una.  Ahora, todas las orientaciones sexuales e identidades de género son aceptables, a menos que el fulano sea un hombre blanco y cuya identidad de género coincida con su sexo biológico al nacer. Para el sociólogo Duane Rousselle la nueva “cultura de la cancelación” es un “racismo en tiempos de los muchos sin el Uno”.

La gran paradoja de la izquierda woke, es que, en lugar de oponerse a las nuevas formas de barbarie, como anuncio, participa plenamente en ellas, como promotora y practicante de un discurso opresivo. Este intento desesperado de la cultura de la cancelación de compensar la violencia y la intolerancia que sufrieron durante mucho tiempo las minorías sexuales, resulta ser un peligroso coctel en el que reposan falsamente el fanatismo discursivo que sirve de ebullición para fomentar la barbarie.

Así las cosas, la subversión de las normas llama a lo bueno malo y a lo malo bueno, apoyándose de la legislación y lo que se estila en nombre de la deformada unidad. Es bueno recordar ahora la teoría de Derridá (la deconstrucción), que bautiza este fenómeno que puede encajar perfectamente con estas nuevas formas de sociedad, como estrategias para consolidar etiquetas que promuevan impunemente la censura.

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