El tiempo se enfermó
Por: Dra. Karola Álvarez
Médico, Cuenca (Ecuador)
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Y resulta que se enfermó el tiempo. Sí, así como enferma el cuerpo.
Y el tiempo, siendo tiempo, sintió fatiga.
Y empezó a enloquecer.
Y sus delirios eran locos, locos, locos… infinitos:
en el presente entrometía al pasado
–y no hablo de filosofía
ni tampoco de añoranzas,
hablo de materia tangible–.
Y así, los racionales se chiflaron
al ver a sus seres amados y odiados: que creían muertos, en sus narices.
Y, fue así, como los locos se sintieron cuerdos.
Solo los tibios vieron a los muertos vivos y, con indiferencia, pasaron de largo.
Y así, el tiempo exhausto y demente
impregnó de futuro al ambiente
y los cuerdos sanos murieron de locura
al encontrarse con sus tataranietos, siendo ellos jóvenes.
Y, fue así, como los locos se sintieron cuerdos.
Solo los tibios, a pesar de ver su propia muerte, pasaron de largo indiferentes.
Y así, fue como el tiempo enfermó
Sí, así como enferma la mente.
Y preso de psicosis,
mezclaba descarnadamente
en su realidad pasado, presente, futuro
y deseaba morir en los nimios momentos que tenía de lucidez
pese a ser el tiempo –y a tener vedado ese anhelo.
Y así, el tiempo desquiciado anheló una infancia –porque quería ser cuidado por una madre–, pero se sentía viejo, a pesar de estar condenado a la juventud perenne.
La enfermedad del tiempo era un delirio inconsciente
y principió antes al delirio actual:
creía que era cuando no era
y la génesis de su mal
empezó cuando algún racional bautizó como “tiempo”
a una realidad inmaterial
que creyó fenómeno de la naturaleza… –pero ¿de qué naturaleza?
Y así, nació el tiempo, que, desde entonces, se sentía eviterno siendo eterno
hasta que sus raíces se prolongaron en el espacio hasta volverse fantasmas
y lo rechiflaron.
Y, fue así, como enfermó el tiempo.
Sí, así como enferma el alma.
Una entidad invisible hizo tragar al tiempo
una cápsula de irrealidad para sanarlo.
Y así, el tiempo, halló la paz:
esa realidad
que le hizo descubrir que su verdad era ser irreal…
El tiempo no existía o no debía llamarse tiempo sino atemporalidad
o más allá… eternidad.