El amor es sublime, especialmente en Mayo

Por: Román Izquierdo Beltrán
Socio de la Academia Ecuatoriana de Literatura e Historia y miembro del Colectivo Casa Tomada
Cuenca (Ecuador)

Porque es sublime, al Amor no se le puede definir bien en su entidad esencial; y si se le define, se le definirá incompletamente, o mal. Su sublimidad le ha de venir de Dios, porque “Dios es amor” según la aserción del evangelista Juan.

Debido a su sublimidad, la gente de la tercera edad, inclusive, habiendo vivido del amor y en el amor toda su vida a veces, solo suele decir del amor que es “algo hermoso” e igualmente le define diciendo con emoción: “el amor es algo divino” o “el amor es lo más bello y sublime que hay”… y nada más. Incluso algunos intelectuales, al no poderle definir, se contentan con decir: “Es un sentimiento sublime”.

Estas definiciones medias, emotivas, incompletas, solo son afirmaciones que poco se aproximan a la verdadera realidad del amor y nos demuestran que, lo que todos nosotros sentimos sobre el amor, es algo tan sublime que no podemos expresar bien con palabras todo lo que él es.

Sin embargo, aunque no se le pueda definir bien, sí le hemos podido sentir como una singular sublimidad de energía interior transformadora, como una decisión personal conquistadora, verdaderamente capaz de modificar el modo de ser, de pensar y del actuar nuestro en la vida.

Efectivamente al amor se le siente como una efusión sublime, que nos sale de dentro; y se podría asegurar que todos, o en general, le hayan experimentado como algo personal, excepcional, inexpresable, especial y bello; por eso se habla tanto del amor

Entonces, a pesar de su sublimidad, sí se puede decir algo o mucho de sus característicos efluvios y manifestaciones en la vida personal y social de los diferentes individuos. Asunto que queda para una próxima participación.

El amor es sublime, también por ser espontáneo; surge como una centella y se queda encendida en el fondo de la mente y del alma que, con todas sus fuerzas busca sin descanso aquello que considera bueno, bello y capaz de hacerle feliz en la vida.

El amor, en su calidad de sublime, se manifiesta especialmente en la maternidad excepcional de María y en el corazón de las buenas madres, quienes mantienen encendido el prestigio del amor en el mundo con su vida de entrega, servicio total, abnegación y sacrificio por su hogar y por el bien de sus hijos. Con toda razón se la ha dedicado el mes de Mayo para festejarla, a quien fue y es cuna, comida, bebida y respiración nuestra en su seno; y nos llena de alegría, aunque fuese en sueños, con la predilección de su sonrisa materna que nos sigue hablando de corazón a corazón desde la eternidad.

Porque es sublime, especialmente en las madres, ellas le han sentido al amor como la facilidad de perdonar setenta veces al hijo o a la persona amada, y dar y dar y dar lo más bueno, lo más bello y lo mejor de su interioridad, sin exigir ninguna recompensa.

Aparece, entonces, el amor como un don sublime, personal y universal al mismo tiempo, contrario al odio y opuesto al egoísmo: debilidades que ensucian el corazón y la conciencia humana, y que por eso mismo, este don sublime debe ser bien cuidado todos los días, y cada día como si fuera el último que se tiene para hacerlo.

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