Conversaciones con “You”
Por: Pedro C. Martínez Suárez, PhD
Cuenca (Ecuador)
Como ahora está de moda, estuve conversando con “You”. Le pregunté por el futuro de las universidades, creo que un niño de teta me hubiera contestado algo con más profundidad y menos intuitivo. No merece la pena reproducir aquí las insulseces que me dijo.
Pasando al tema que nos ocupa intentaré sintetizar algunas ideas sobre el trasunto que nos preocupa. El futuro de las universidades. Lo que aquí voy a comentar tiene más que ver con aspectos globales y filosóficos que nos pueden servir de guía para repensar las universidades.
Según Milan Kundera existe un vínculo entre la lentitud y la memoria. Vivimos en sociedades aceleradas, desmemoriadas como Funes, nos hemos olvidado de parar y pensar. Ese será, con toda seguridad, un trabajo a realizar por los docentes de la sociedad cyberrpunk en la que nos toca vivir.
Otro aspecto necesario es el ejercicio de la libertad, parafraseando a Malcolm X, si no estás dispuesto a morir por ella, destiérrala de tu vocabulario. Los docentes no son libres, son esclavos de las editoriales científicas, hasta el punto de que aborrecen acudir a sus clases por pasar más tiempo en el laboratorio o muestreando en el campo para completar el paper de turno. Los estudiantes no son libres porque aún viven en una educación de pupitre dieciochesco, de lectio magistralis, que de magistral no tiene nada y a su vez, los discentes son víctimas, en los sentidos más mordaces y crueles, de la jerarquía docente. Tampoco son libres.
Cada vez tenemos más burócratas en la universidad, lobos con piel de cordero, que nos moralizan sobre protocolos y corrección política, la nueva forma de totalitarismo de la que habla Slavoj Zizek.
El conocerse a sí mismo en acción con otra persona (Bruce Lee) se ha convertido en competición con otra persona, dice Pérez Reverte que el problema del español es la dificultad para reconocer las virtudes en el otro, algún tiempo circulaba el dicho popular de que la “envidia” es el pecado capital, aplicable al cien por cien a Latinoamérica y al sistema universitario en toda la región.
La Universidad, así con mayúscula, ha dejado de ser aquella comunidad gremial, de conocimiento holístico y arena de reflexión para convertirse en una fábrica de humanos con cabeza de tornillo, si no se adapta una titulación al mercado no sirve, debemos botarla a la basura y olvidarnos de que existió ¿Se imaginan que se hiciera eso con el Derecho o la Medicina? En este sentido, en España al menos, el plan Bolonia hizo lo suyo por convertir la Universidad, otra vez con mayúscula en diversidad de competencias empresariales y que hoy no pueden competir con Google o Microsoft, que forman al margen del circuito formal de educación superior y tal vez ¿Lo hacen mejor?
Ante la bajada dramática del efecto Flynn, la irrupción de la generación Z, veloz y furiosa en lo tocante a tecnología e inteligencia espacial, el docente se convierte en un profesional del monólogo, atónito, esperando a Godot, soliloquio en ristre ante una audiencia centrada (en el sentido de Decroly) en otras cosas que son de su importancia y que el docente desconoce casi por completo.
Ante este panorama proliferan lo que Robert Hare denomina psicópatas de cuello blanco, dedicados a trepar por encima del sistema de evaluación por pares, denostando la honestidad de los procesos, convirtiendo el peer review en un pay per publish y en un autómata programable de la acreditación institucional. No es en vano que universidades como Harvard reniegan ya de los indicadores que llevan a lo más alto de los rankings, en medio de una sensación de tedio o estupor catatónico con algunas lagunas de consciencia. Hete aquí lo deletéreo del suceso académico.
“No pongas el caballo por delante de los bueyes” decía mi madre, portadora del refranero español en su mente. Eso pasa cuando la tecnología entra en la universidad como apisonadora, como solución a unos problemas no diagnosticados, de modo que tenemos la solución tecnológica antes que el problema y ¡Oh Houston! Tenemos un problema.
Para finalizar, le pregunto a “YOU” ¿Por qué un joven debería estudiar en la Universidad? Su respuesta, en resumen, tiene que ver con: 1) el mercado laboral 2) adquirir habilidades específicas 3) divertirte y vivir experiencias nuevas 4) obtener un título. Definitivamente, desmoralizantes las respuestas. Aunque los adoradores de lo decoroso y acomodado deben estar encantados. Podría seguir escribiendo sobe la titulitis y la era de la mediocridad que nos invade, estudiar para conseguir un empleo, la universidad como plataforma política, como ostentación de la clase ociosa, como perpetuación de una estructura burguesa anquilosada en un mundo que ya no existe. Se antoja ante todo esto, un panorama de extinción.
Seguí la universidad por que vivir del campo no me iba a dar los recursos necesarios para saciar mi curiosidad, además, las personas comúnmente necesitan que una institución les diga que uno es competente en su campo, aunque la mayoría de graduados no lo son. Estoy de acuerdo con eso de morir por la libertad, toda mi vida eh luchado por ella, desde niño me impidieron caminar, hablar, y casi que hasta pensar como quiciera, y ahora la inteligente artificial no me permite preguntarle con libertad, y de ser así, tampoco confío en que sus respuestas sean objetivas, así como la iglesia en su día decidía que puedes saber y que no, las compañías que manejan la información están haciendo lo mismo. Por desgracia no soy de los que se conforma y estos temas me preocupan, no por mi si no por los que no piensan.