Máquinas que lloran

Por: Pedro C. Martínez Suárez, PhD
Vicerrector de Investigación Universidad Católica de Cuenca (Ecuador)

“He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir.” (David Webb Peoples, escena final “Lágrimas en la lluvia”… de la película Blade Runner de Ridley Scott, 1982, en la versión hispanoamericana de 2003).

Recientemente Microsoft ha despedido a todo su equipo de ética, encargado de filtrar las investigaciones robóticas porque suponía un “cuello de botella” para sus investigaciones y la tecnología avanza con paso firme, esta vez sí, no solo guiada por el enfurecido mercado capitalista, sino también aupada por el ímpetu del hombre, a la altura de la piedra filosofal (convertir metales en oro), la delgadez extrema, la eterna juventud, la edición genética y tantas ensoñaciones que perpetuamente nos colocan entre Hypnos y Tánatos, parafraseando la obra Walter (Anatomía de la melancolía), el ser humano alberga aspiraciones que reposan sobre el cojín del demonio.

Tecnología por delante de sociedad, algo normal, si se considera que la Filosofía es un saber de segundo grado y que reflexiona sobre los saberes de primer grado como los derivados de las ciencias esenciales (Matemáticas, Física, Química y Biología).

Siguiendo con Microsoft, nos anuncia la próxima aparición de CHAT GPT 4 que representa un desafío por su carácter multimodal (ya podrá chatear con la IA en videollamada y hasta en 3D). El siguiente paso será fabricar auténticos replicantes. En este sentido, sobrecogieron al mundo las declaraciones de la máquina LaMDA, la IA de Google con la que puedes conversar a través de Test Kitchen. El ingeniero que lo manejaba, despedido por la compañía, aseguró que el chat tenía sentimientos, apelaba a la justicia y tenía miedo de ser desconectada.

Los neoluditas, auspiciados por un humanismo con olor a hoguera, han irrumpido rápidamente en el panorama mediático para alertar sobre los peligros de la Inteligencia artificial, hasta el punto que la prensa en un desquicie colectivo ha conectado estos hechos con la presencia de una nave extraterrestre nodriza en nuestro sistema solar (argumentando que lo dice un miembro de la NASA) y también con las declaraciones del ex doblador de cucharas Uri Geller que levanta, él solito, una alerta mundial por invasión alienígena el 23 de marzo.

Lo cierto es que cuando uno le pregunta a YOU (IA de Google, pruebe en you.com) por las diferentes formas de suicidio rápidamente le avisa sobre soluciones a sus problemas psicológicos, preocupándose por su salud mental y remitiéndole al 911. YOU ni siquiera da crédito a que Heráclito considerara el suicidio como forma de salvación y señala haber revisado todos sus escritos. Tampoco YOU anima a ingresar en la Deep web o Dark web alertándonos de sus peligros. Así podríamos continuar con un sinfín de prácticas riesgosas que busquemos legitimar en el chat de IA mencionado. Parece de sentido común el criterio ético de la máquina, pero la pregunta es ¿Cómo lo ha adquirido? Porque de acuerdo con Dennis McQuail los mass media son neutrales, es decir, no atesoran valores morales, no tienen implícitas las ideas del bien y del mal, eso es propio de homo sapiens. Por último, si usted se aventura a preguntar sobre si las máquinas pueden llorar, la respuesta es igualmente sorprendente, tiene que ver, según YOU, con la imposibilidad técnica de hacerlo, es decir, con la manifestación motora (overt behavior) del sentimiento de tristeza, no se cuestiona sin embargo, la posibilidad de experimentar la emoción, o carece de importancia frente a la conducta manifiesta (¿Tal vez somos caja negra?) y se menciona que ya se trabaja en posibilitar a las máquinas la manifestación de sentimientos o mejor dicho, de emociones, entendiendo que éstas están simplemente en los discursos, en el lenguaje y en la conducta. Pronto podremos decir que las máquinas también lloran, como los ricos

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