“Sálvese quien pueda”
Por: Dr. Héctor Loyaga, Ph.D
Docente-Investigador, Consultor Educativo
Cuando miramos con atención nuestra realidad sistémica actual (“Neoliberalismo capitalista Salvaje, que privilegia a quienes amasan fortuna, haciendo harina de los demás”), éste es su principio de acción; un egoísmo disfrazado del apremio al éxito personal, dónde ha quedado la solidaridad, el “amor al prójimo”, “el compromiso por la justicia y la paz”. Es un llamado a cada uno de nosotros a ser y actuar con criterios humanos de bien y de justicia.
No estamos contra las riquezas, sin embargo, ellas no son la finalidad de la vida y la felicidad. Las riquezas se nos ofrecen para compartirlas y hacer el bien a los que están buscando oportunidades de trabajo, educación, promoción humana y solidaridad concreta.
Cuando las riquezas nos cierran el corazón y nos dejan ciegos a las necesidades de los demás, cuando nos apegamos a las cosas y éxitos personales, y vamos haciendo de la ambición y el instinto de posesión un “status quo”, que nos cierra las entrañas a la “misericordia, a la compasión que tanto necesita hoy nuestro mundo.
Estamos invitados y llamados a la generosidad, al servicio y justicia, como valores que nuestra sociedad necesita; “basta de violencia, de ambiciones de poder, de dominación, de prepotencia y estupidez; necesitamos hacer gala de nuestra inteligencia, de nuestros valores que humanizan y ofrecen libertad, equidad e inclusión, oportunidades de desarrollo y progreso con justicia.
A partir de estas reflexiones nos surgen algunas preguntas que orientan la profundización de las mismas: ¿Cómo vendrá el cambio? ¿qué nos ayudará a la transformación de nuestra realidad? Me parece que, tenemos que empezar por nosotros mismos, como compromiso individual y colectivo. Además, se nos lanza un apelo urgente: No seamos conformistas, levantemos nuestra voz, ejerzamos nuestra inteligencia práctica, ofrezcamos a los demás, oportunidades que ayuden a superar la desesperanza, para “vivir la solidaridad y no venza el sálvese quien pueda”.
Visualizo un pueblo y una nación “sabio y prudente”, donde no esquive la pregunta, ¿dónde está tu hermano? Y una respuesta fría e irresponsable que diga: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? ¿Será que nuestro país necesita autoridades sabias y prudentes? ¿Autoridades que se comprometan con la verdad, la justicia, la solidaridad y la dignidad de sus ciudadanos?
Es una reflexión que se debería hacer cada ciudadano, padre o madre de cómo visualiza su futuro para sus hijos. El primer paso es ahora, si dejamos que la cizaña crezca, será difícil cortarla de raíz.