Recuerdo y homenaje a Domingo Méndez Rodríguez. En el primer aniversario de su muerte

Por: Julián Ayala Armas
Escritor y periodista. Islas Canarias

“Porque todo lo que él quería
Nosotros lo queremos también hoy
Que la dicha sea la luz
En el fondo de los ojos en el fondo del corazón
Y la justicia sobre la tierra.”
                                                                                                                         Paul Eluard

Conocí a Domingo Méndez a finales de 1965 en la Universidad de La Laguna. Tenía 19 años y realizaba, como yo en aquellos momentos, los cursos comunes de la Facultad de Filosofía y Letras. El comité provincial del Partido Comunista de España (PCE) me había encargado crear la Organización del partido en la Universidad, dándome como única guía para ello tener en cuenta, sobre todo, la actitud ante el franquismo de la persona contactada. Evidentemente, Domingo estaba en contra del régimen, aunque sus ideas políticas, como las de la mayoría de los jóvenes de entonces, fueran confusas (las mías no están muy claras todavía). Como ejemplo de esa confusión y ante la carencia de documentos propios del PCE, nuestra principal referencia era una especie de declaración de principios de otro partido también revolucionario y comunista, el Frente de Liberación Nacional, más conocido como El Felipe, entonces muy activo en la Universidad de Madrid.

Por otra parte, el profesor Hernández Rubio, catedrático de Derecho Político y simpatizante del Partido (en aquellos tiempos el partido por antonomasia era el PCE) tuvo una actuación decisiva en el aspecto ideológico, pues puso a nuestra disposición los libros marxistas de que disponía e incluso nos impartió a los alevines de comunistas un seminario sobre el Qué hacer, de Lenin. Más tarde, el profesor de Sociología, José Luis Escohotado, continuó esta tarea informativa y formativa que sigue realizando en la actualidad.

Pasaron un par de años y con la extensión y consolidación de la célula universitaria, surgieron las primeras diferencias y tensiones. Domingo primero y posteriormente yo abandonamos el PCE y, cada uno por su lado, participamos en diversas tesituras políticas, todas coincidentes en los objetivos generales de emancipación y justicia social.

AÑOS CONVULSOS. Los años 70 y 80 del siglo pasado fueron especialmente problemáticos y convulsos. Las huelgas de trabajadores, impulsadas por el nuevo sindicato, Comisiones Obreras, creado y dirigido en la clandestinidad por personas afines al PCE, y el recrudecimiento de las luchas estudiantiles en todas las universidades del país fueron los principales focos de resistencia y oposición a la declinante dictadura franquista, que respondía con la represión indiscriminada.   

La agonía y posterior muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975 fue un acicate de la lucha popular, que pagó un alto precio por ello. Concretamente en Tenerife hubo cuatro personas asesinadas a manos de las llamadas fuerzas del orden. El 26 de octubre de 1975 el obrero cabuquero Antonio Padilla Corona, fue tiroteado por la guardia civil en Adeje, cuando en unión de dos amigos se disponía a pescar clandestinamente con dinamita. Su muerte yace en el olvido, pues no tuvo motivaciones políticas y sólo se enteraron sus más allegados. Tres días más tarde, el militante del Partido de Unificación Comunista de Canarias y miembro de CC.OO., Antonio González Ramos, fue torturado hasta la muerte por el comisario jefe de la Brigada Social, policía política del régimen, José Matute Fernández. Un año después, el 22 de septiembre de 1976, fue ametrallado por la policía en el barrio de Somosierra, de Santa Cruz, el estudiante de magisterio Bartolomé García Lorenzo, dando lugar al mayor levantamiento popular que ha habido en la isla en los últimos 50 años. Por último, el 12 de diciembre de 1977 fue asesinado por la guardia civil en las escaleras del antiguo edificio universitario de La Laguna el estudiante de Biológicas Javier Fernández Quesada.

Si bien es cierto que en esos años hubo una gran actividad social y política en Tenerife, sobre todo con las huelgas obreras de 1977, nunca fue tan crítica la situación como para justificar estos crímenes, que deben achacarse al clima de terror que impuso el régimen en sus estertores finales y que tuvo su máxima expresión en el Decreto-Ley 10/1975 de 26 de agosto, una durísima ley antiterrorista, que dio lugar de inmediato a los últimos fusilamiento legales de la dictadura en septiembre de ese mismo año y a la ola de asesinatos de todo signo que continuó en los años inmediatamente posteriores. La “modélica” transición de la dictadura a la democracia demediada tiene en su haber cerca de 600 muertos en toda España, entre ellos los cuatro de Tenerife, lo que contrasta con la casi incruenta Revolución de los claveles de Portugal.

En estas luchas participó activamente Domingo Méndez al frente de la Liga Comunista, partido de tendencia trotskista en cuyas sucesivas variantes militó toda su vida. Yo, que también tuve una participación activa, especialmente en el Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), abandoné la militancia política en octubre de 1978 y desde entonces no he vuelto —ni pienso hacerlo— a militar en ningún partido. Sin embargo, al año siguiente participé como independiente en la formación y desarrollo de Unión del Pueblo Canario (UPC), por la que fui concejal y teniente de alcalde de Santa Cruz de Tenerife y acabé abandonándola cansado de las disensiones internas.

EFERVESCENCIA NACIONALISTA. UPC fue la culminación de una época de efervescencia nacionalista en Canarias con la actuación en las Islas de nuevos partidos como el Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Pueblo Canario (MPAIAC), del abogado Antonio Cubillo; el PUCC, ya citado; Pueblo Canario Unido, el Partido Socialista de Canarias (PSdC), que no hay que confundir con el PSOE; el Partido de la Revolución Canaria (PRC), las Células Comunistas  autónomas, de Fernando Sagaseta, y otros grupos de izquierda, que acabaron confluyendo en la coalición,  que levantó grandes esperanzas, prontamente defraudadas, durante su fugaz andadura en los años de la primera legislatura de la democracia, desapareciendo después víctima de la feroz reacción del sistema y, sobre todo, como hemos dicho, de sus propias contradicciones internas.

REVOLUCION PASIVA. El fracaso histórico del primer — y hasta ahora único— proyecto democrático nacional-popular en el Archipiélago, dejó el campo libre a una fracción de la burguesía canaria más moderna y dinámica que la que apoyó y se aprovechó del franquismo. El núcleo dirigente de este sector, calificado por algún comentarista de prensa como los “tecnodemócratas”, estaba encabezado por Manuel Hermoso Rojas y Adán Martín Menis y accedió al poder en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en las primeras elecciones democráticas formando parte de la Unión de Centro Democrático (UCD), amalgama de partidos fundada por Adolfo Suárez, que fue presidente del Gobierno de 1976 a 1981.

La pérdida del poder por Suárez fue la causa de la desaparición de UCD, situación que dejó a los “tecnodemócratas” en un limbo político, del que salieron refundando y dotando de nuevas perspectivas políticas a una Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI), que había accedido a las alcaldías de algunos municipios del norte y sur de Tenerife en las anteriores elecciones. De manera espontánea y adaptándose hábilmente a las situaciones sobrevenidas, los integrantes de la nueva ATI se convirtieron en los dirigentes de la revolución pasiva (*), que acabó cambiando todo —las formas— para no cambiar nada —el sistema de dominación capitalista, hoy más socialmente destructivo de nunca—.

Primero ATI, luego la FRAIC/AIC y, finalmente, Coalición Canaria cumplieron en el Archipiélago el mismo papel que jugaron en el Estado los partidos del régimen del 78, especialmente el PSOE durante los 14 años de gobierno de Felipe González. Con la particularidad de que en las Islas las ATI-AIC-CC tuvieron que luchar en varios frentes:

  • En primer lugar, contra el PCE y los partidos a su izquierda, cuya influencia social y política no era muy grande, al igual que en el resto del Estado, pero algunos de los cuales acabaron siendo imprescindibles para consolidar la hegemonía de lo que andando el tiempo sería el nuevo nacionalismo canario. De ellos, el más importante y coherente en su proyecto político inicial fue UPC, pues gran parte de los anteriores, con el PCE a la cabeza, se aliaron a ATI/AIC en la creación de Coalición Canaria.
  • En segundo lugar, los movimientos populares, espontáneos y surgidos ante casos concretos (torres de Vilaflor, puerto de Granadilla, anillo insular, PGOs de Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, Ley del Suelo…), cuya transversalidad y apego a las demandas de los sectores sociales afectados los convirtió muchas veces en la verdadera y única oposición a la política desarrollista y devoradora del territorio de los sucesivos gobiernos de Coalición Canaria. El más importante de ellos fue Asamblea por Tenerife. Nacida en 2004. AxT fue un movimiento ciudadano inédito y sin parangón en Canarias por su organización, capacidad de movilización (sacó a la calle reptidamente a cientos de miles de personas), y claridad en sus objetivos. Durante una década imposibilitó la puesta en marcha de las obras del puerto industrial de Granadilla.
  • En tercer lugar, contra los partidos de obediencia estatal (“sucursalistas”), política y electoralmente más potentes que los anteriores y con diversos niveles de enraizamiento social, que se consideraban los únicos legitimados para llevar a buen puerto la transición democrática en las Islas. El principal de ellos fue el PSOE, que después de una primera época de hegemonía política pasó, a partir de su expulsión del Gobierno Autónomo en 1993, a ocupar una posición secundaria, aunque relativamente importante, en la política canaria.

A lo largo de estos acontecimientos  político-sociales no dejé de colaborar con la izquierda coherente, en gran parte a través de la amistad y cooperación, cuando era necesario, con Domingo y su hermano José Manuel, con los que me reencontré codo a codo en Asamblea por Tenerife, así como en la plataforma ecologista ‘Canarias por un Territorio Sostenible’, que articuló la oposición a la Ley del Suelo del Gobierno de Fernando Clavijo y, sobre todo, en el movimiento del “¡No a la Guerra!”, encabezado por Domingo, que el 15 de febrero de 2003, y como protesta contra la proyectada invasión de Irak por el Imperio del Mal, sacó a las calles de Santa Cruz  a más de cien mil personas, un hito solo igualado por algunas manifestaciones de AxT.

LA LUCHA POR UNAS PENSIONES DIGNAS. Pero la organización social en la que más se volcaron las inquietudes de nuestro amigo en los últimos años fue la Plataforma por la Defensa de las Pensiones Públicas de Canarias, de la que fue uno de los fundadores en mayo de 2013. Domingo fue también portavoz, junto con Tato Serichol y Ramón Afonso, de la plataforma y de la actual Asociación, a la que aportó muchas ideas y proyectos, formando parte del núcleo dirigente de nuestra Asociación hasta su muerte.

En todas las actividades y luchas de estos movimientos sociales, Domingo Méndez destacó por su coherencia política, su iniciativa en la acción y su tenacidad en el logro de los objetivos planteados.

Y no quiero terminar sin recalcar que estas palabras no quieren ser un simple recuerdo de las virtudes solidarias y radicales que ilustraron la vida de nuestro amigo y compañero, sino un llamamiento a todas y todos los que coincidieron y participaron en sus proyectos a encarnar dichas virtudes en nosotras y nosotros mismos y convertirlas en guía y objetivo de nuestra acción social y política.

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(*)La expresión “revolución pasiva” la usó por primera vez el político napolitano de tendencia republicana, Vincenzo Cuoco, en su Ensayo histórico sobre la revolución napolitana de 1799, que a raíz de la primera ocupación de Nápoles por los ejércitos de Napoleón, dio lugar a la efímera República Partenopea, en cuya creación hubo una escasa implicación popular. En los años 30 del siglo XX este concepto fue retomado y sistematizado con un sentido distinto al original por Antonio Gramsci, uno de los pensadores contemporáneos que más ha contibuido a enriquecer el marxismo con nuevas aportaciones, en lugar de limitarse a la exégesis del mismo. Partiendo de sus reflexiones sobre el Risorgimiento italiano, Gramsci observó que en el acontecer de las instituciones económicas y políticas llega un momento, en determinadas circunstancias históricas, que un sistema institucional agota su andadura, produciéndose lo que llamó una crisis orgánica del mismo, en la que se aunan dificultades económicas y políticas imposibles de superar sin un cambio profundo.

Pero los nuevos procesos constituyentes  que se abren pueden tener una perspectiva y una dirección política popular, es decir, reflejar las demandas de las capas sociales más desafavorecidas y ser dirigidos desde abajo por sectores políticos afines, para llegar, si triunfan, a una solución revolucionaria que ataque y supere las raíces mismas de la crisis (en cierta manera el papel que intentó jugar UPC en Canarias con escasa fortuna). Pero pueden también ser dirigidos desde arriba, desde las mismas élites –o parte de ellas– que gobiernan las instituciones y consideran que hay que ceder algo para lograr un nuevo consenso que les permita conservar su hegemonía económica, política y social.

A esto es a lo que Gramsci llamó revolución pasiva y es lo que ocurrió en la época de la unidad italiana y lo que –sistematizado y universalizado teóricamente por él– sirve para explicar también lo sucedido en el Estado Español con el régimen dictatorial fascistoide y nacional-católico del franquismo, cuya crisis orgánica, gestada a lo largo de varios años, se materializó crudamente a la muerte del dictador, haciendo inevitable un nuevo proceso constituyente. Este fue hegemonizado por sectores económicos y políticos (UCD y AP/PP) provenientes del anterior régimen, con el consenso de partidos de la oposición democrática, como el PSOE y el PCE a escala nacional, a los que en Canarias se unió en posición hegemónica ATI/AIC/CC.

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