La dimensión de los sueños

Por: Rodrigo Murillo Carrión
Machala, Ecuador

*

En una tierna almohada de terciopelo, reluciente como el color de la nieve,

dejarme llevar por la marcha

de sueños perfumados,

en las horas cuando la conciencia calla

y el cuerpo deja cabalgar a su espíritu.

*

Si al despertar se descubre un desencanto

en el regreso a la monotonía cotidiana,

porque han fallado la aventura y la imaginación,

y se han cortado las alas para empezar

a volar temprano, en un encuentro

con el sol fresco de la mañana.

A la noche siguiente, anhelante y proficua,

a tejer nuevos sueños, verosímiles;

un engaño sutil al insomnio renuente,

al desvelo en su tenacidad.

*

De suerte o serenidad se depende

para atraer y forzar las historias

que proyecta la máquina de imágenes

y dan alegría al despertar.

¡Qué daño causan las pesadillas

cuando nos invaden

sin causa justificada!

¡Si la voluntad o el pensamiento

pudieran dibujar el diseño y la ruta

de los viajes nocturnos

que hacen los fantasmas de la conciencia!

*

Prolíficas noches de intensa fecundación,

empiezan su obra al caer las

primeras sombras.

Las ficciones, delirios, las ilusiones,

saben mejor con el aroma del café,

si no desvela el resto de la noche.

Después la narración escapará de nuestra

luz artificial y se habrá sumido

en el subsuelo de la conciencia.

Rescatará momentos perdidos

de la memoria, alegres o pesarosos;

revivirá penas, epopeyas y dramas,

un caleidoscopio de impredecibles

imágenes.

*

Poner un final plausible,

alistar los materiales de una obra,

construir o enderezar,

es para los sueños terrenales.

Y la metáfora de los sueños

escrita está para la inspiración

de los grandes anhelos,

y más que nada para los grandes amores.

Si el amor es mitad delirio

y el resto es devoción.

Con fe en el amor

se hacen los milagros,

crecen los hijos, crece la humanidad;

su encuentro es una explicación

que da sentido a la existencia.

*

Pernoctar aprovechando

la silente oscuridad

es otra forma de vivir

amando la vida; despierto

o dormido, aquí o allá,

recuperando la voluntad y sus fuerzas;

viviendo la intensidad de la madrugada,

esperando que llegue la aurora somnolienta,

en la aventura que despeja su misterio.

Satisfecho y en paz con el futuro,

volver a cazar sueños.

*

Las alas que deambulan en los

resquicios de la mente,

portando su carga de libretos

atraviesan laberintos, nubes,

luces incandescentes, cumbres,

planicies, manantiales y

las constelaciones

del universo cuántico que se

forma en cada cerebro humano.

Hay un arcoíris, como diadema,

acariciando los paisajes predilectos

que alguna vez la mirada retuvo

para una ocasión afortunada.

Las mismas alas, tal vez cansadas,

no escaparán a las tinieblas

que un día fatídico,

se quedaron enredadas

en las aristas de un laberinto

que se hizo ciego para mortificar al celador,

hasta que el ángel protector

llegue al ritual de la purificación.

*

Ocurren eclipses y tormentas

cuando el hastío y la pereza

 han ganado terreno.

Y en el horizonte ya límpido,

cubierto de luces y destellos

las rutas de vuelo se alumbran;

entonces vuelven los sueños felices

a echar el ancla.

Esa dimensión particular maleable

tiene la incertidumbre por regla

y el encanto del secreto.

Y no existe la ecuación para

hacer de su energía

una consistente materia.

*

Cuando nos hemos levantado,

en los remansos de la vigilia

hay sueños que despiertan,

de preferencia en un crepúsculo,

inspirados,  conscientes y dirigidos

para fertilizar la voluntad

y ejercitar la imaginación.

Retos sin opción de pérdida,

de corto o largo plazo

que pueden tomarse una vida entera.

Desafío, paciencia o ansiedad

si se trata del amor que estamos

esperando, después de su aparición

en uno de los recorridos por la

insólita esfera del sueño.

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