Breve perfil biográfico de García Moreno. Años de destierro. 1853 – 1856
Por: Ruth Cobo Caicedo
Dra. en Psicología Clínica, Ambato (Ecuador)
Mandato de José María Urbina 1851 – 1856
“El Gobierno de Ecuador es una muestra monstruosa de desorden y violencia, de anarquía… El Ecuador está en una situación de dolor y despecho, de oprobio y de vergüenza, de miseria y de humillación. Las revoluciones políticas han producido lo que producen los incendios: Cenizas, Destrucción y ruinas”. (Gabriel García Moreno, primer número de La Nación).
A pesar de la amenaza realizada por el presidente Urbina, aparece el segundo número de La Nación, que además de la crónica de los abusos contiene otra columna: “Política de Gabinete”.
En las ediciones de los periódicos y en donde casi en forma total, llena con sus escritos, nos deja conocer su temperamento de escritor profundo. La sátira inteligente y precisa, es una de sus principales herramientas.
Quince años mayor a Juan Montalvo, queda la evidencia de que le antecede en su forma de protesta, elemento que surge de amar la justicia y el bien público. García Moreno es alumno destacado de Francisco Montalvo, hermano de Juan Montalvo.
García Moreno es tomado prisionero, rodeado de treinta alguaciles, por orden directamente de Urbina, es conducido a Túquerres, aldea cercana a Pasto, Colombia, para luego ser llevado a Neiva de donde huyó gracias a la ayuda de un sacerdote. A poco tiempo, vuelve a Guayaquil y se entera de que se le ha nombrado Tercer Senador de la República con ciento veinte votos sobre ochenta. Pero no se le permite desembarcar, ni la “Voluntad sultánica” de Urbina reconoce su flamante designación como Senador electo.
García Moreno goza de impunidad, más sin embargo el gobernador de Guayaquil lo arresta, bajo la orden del presidente Urbina “de ser fusilado a la menor resistencia”. Lo destierra, lo envía a Paita, en un buque de guerra.
“Vosotros me vengaréis, dice García Moreno al pueblo y ya sabéis, que cuando un pueblo despierta, cada palabra es una esperanza, cada paso una victoria”.
En Paita permanece por cerca de dos años, en el mismo lugar está Manuela Sáenz, esa grande americana que se adelantó a su tiempo, titánica amazona, fortaleza de mujer y de guerrera. También están algunos jesuitas exiliados y dos amigos desterrados por la decisión dictatorial de Urbina.
Paita: “Ardiente arenales” donde el sol baja para multiplicarse, cactus y cardos en los caminos agrestes, olas y caracolas en la playa de Paita, miríadas de estrellas que desde el infinito traspasan su luz a los prisioneros. Allí su casa es una cabaña de madera, allí estudia los libros de Ciencias Naturales, Teología, Filosofía escolástica, traduce versos de Lamartine y hace hasta de médico con los enfermos, utilizando valiosos conocimientos botánicos.
En el destierro es espíritu de los fuertes se fortalece, García Moreno, permanece entre soledades y asperezas. Imagino Paita y lo comparo von Vicuña, la tierra de Gabriela Mistral, montaña, arena y estrellas, y en esa esterilidad de la tierra, los que la habitan retoman más elocuencia, enfocan su vida hacia el privilegio de la fortaleza. ¿Será que sucede igual con las flores del desierto, mientras más árido y seco, más bellas, fuertes y perfumadas flores produce en cada estación después de un recio invierno? No hay cosa más bella en la tierra, que observar un desierto florecido. Así la Mistral, así García Moreno, así Juan Montalvo, así Manuela Sáenz, flores hermosas de raíces profundas, de tallos vigorosos, de pétalos brillantes y abiertos a los vientos bizarros, hechos de adversidad, en medio del desierto de la vida que nos prueba y nos pule.
García Moreno sabe sobreponerse, desde la fuerza interior que no doblega e invita a que sus amigos de destierro también lo hagan.
“El verdadero modo de resignarse, escribe a los suyos, no consiste en perder el ánimo y entregarse desfallecido a los rigores de la suerte, sino en conservar la serenidad del espíritu en medio de los sufrimientos, resistiendo con valor los trabajos sin inclinar la frente y poniendo nuestras esperanzas más allá de la vida, no por consejo de la melancolía, sino por el impulso de la fe”.
Para García Moreno, el tiempo del destierro es tiempo de gestación. Gesta su mente pródiga en el vientre de las ideas bajo el sol quemante, sabe que el Ecuador necesita “cambios substanciales de la Constitución, reformas del clero, disciplina del ejército, educación para todos los ciudadanos, obras públicas, viabilidad”. Toda su gestación cobrará vida cuando, a su tiempo asuma la presidencia.
Después de dos años de permanecer en Paita, viaja a Piura, en donde permanece cinco meses y desde allí viaja a París. La calle Veille-Comedie, será su nuevo escenario. París grande y tumultuosa le recibe “Como la madre al hijo amado”. García Moreno tendrá que alimentarse mucho de su seno, su meta es frecuentar salas de estudio, adquirir en París los conocimientos científicos que nunca hubiera podido adquirirlos en Quito. París, será mucho más que un lugar de destierro, será la tierra de la que fluye leche y miel, sol y sapiencia.
Cartas de Sebastián Wisse, su amigo y ex profesor, le abren las puertas anchas de la Universidad de Francia. El naturalista reconocido Boussinganut, sabio que ha estado en Ecuador años atrás conoce su trabajo junto a Wisse y lo admira. Sus investigaciones han sido publicadas en los “Comptes Rendus de L´Académie des Sciences”. Con este trabajo en Francia García Moreno tiene un puesto de honor ganado entre las ciencias, y entre los hombres más notables de ese tiempo.
Estudia Física, Química, obteniendo un puesto de honor entre los alumnos; Mineralogía, Matemática pura, Teología, Algebra superior, Cálculo infinitesimal, Mecánica racional y además se alcanza con Geología, Botánica y Zoología.
En sus últimos días en París, noviembre de 1856, recibe un homenaje por su condición de HOMBRE DE CIENCIA. El 17 de noviembre la sociedad de Geología lo nombra su miembro a propuesta de D´Orbiny y Hugard. Hasta entonces ningún sabio sudamericano ha logrado éxito semejante.
Solo con el afán de ser útil a su Patria, vuelve lleno de ideas y proyectos para realizarlos en ella. Su regreso al Ecuador se da a fines de 1856
Fragmento tomado de Montalvo, una Pasión. (Ed. El Conejo, Quito, 2011) de la Dra. Ruth Cobo Caicedo.