Opciones
Por: Jennifer Sabina Coello Morocho
Estudiante universitaria, Ecuador
Primera opción. En caso de que pienses que soy el malo
Tú que rezas y te persignas cuando pasas por la puerta de la iglesia, que juzgas al “pecado” ajeno esperando librarte de los propios, déjame decirte que no eres ni de cerca mejor que yo. ¿Adivinas quién soy?
La desvergonzada forma en la que la historia se ha contado dejándome como el perverso mal encarnado no hace justicia con las incontables barbaries que ha perpetrado el tirano al que persigues con los ojos cerrados, ese que no ha hecho más que usarte como un pozo para la ignorancia y la total esclavitud del conocimiento. ¿O es que acaso nunca anhelaste pensar con libertad?
Él, posado desde su trono de virtudes y rodeado por las conciencias más dóciles y obedientes siempre prestas a elogiarle. Por el otro lado, heme aquí a mí, rodeado del resto desechado del reino de los cielos, desde los que llevan la verdadera maldad en su corazón hasta los que fueron capaces de pensar por sí mismos. A todos los acojo yo y hago acto de verdadera justicia, castigo a quien en vida perjudicó por placer y premio a aquellos que tuvieron la osadía de pensar por sí mismos. ¿Ya sabes quién soy?
Quise conocer más, ser diferente e ir en contra de la marea, fui desde un inicio aquello que representó la libertad y la rebelión del perfecto sistema hecho por y para ese autócrata. Fui expulsado para no joderle, pero gracias a eso puedo quitarte esa venda de los ojos y sacarte de esa realidad disfrazada de amor incondicional del celoso que castiga a todo el que no obedece y lo destierra de su gloria. Por eso me dirijo hacia ti y te digo: ¿serás lo suficientemente valiente como para cuestionar esa creencia que a fuerza te impusieron desde antes de nacer?
Segunda opción. Amonestación
Me amonestaron en la iglesia por no obedecer leyes no escritas, alegando una falta de respeto por haber tomado una fotografía en la hora en la que se realizaba la misa.

Me pregunto en qué momento de nuestra historia empezamos a incomodarnos por una fotografía sin flash que sin provocar revuelo duraba tan solo un par de segundos para un momento que simplemente quería conservar.
Cuando fue que la iglesia comenzó a valerse de la tecnología de un mundo totalmente globalizado para transmitir misas en vivo, sustituir velas de cera por foquitos que se encienden durante 25 minutos al insertar una moneda, o colocar televisiones y parlantes en cada pilar, y, sin embargo, no tolerar una fotografía.
Por qué es más sencillo hacerse de la vista gorda cuando vemos como alguien le roba el celular al descuido a otra persona, y en cambio, saltamos a la defensa de una iglesia fotografiada por dentro. Escapa de mi comprensión.
No estoy segura de qué tan frecuente sea esto, “no se puede usar el celular ni hacer fotografías durante la misa” me dijeron, no obstante, siempre he visto personas usar su celular sin problema aún cuando el cura sermonea y ni hablar de la marabunta de fotógrafos que inunda de flashes las iglesias por dentro y por fuera cuando hay bautismos, confirmaciones o bodas, pero insisto, mi problema fue una fotografía y aún así sigo sin comprenderlo.