“La Ausencia” de Eugenio Crespo Reyes
Por: Carlos Pérez Agustí, PhD.
Cuenca (Ecuador)
La poesía, ese duro oficio de vivir… y de escribir. Es la constatación que nos queda después de leer “La Ausencia”, texto poético de Eugenio Crespo Reyes. Porque Eugenio construye poesía como quien pelea, en desigual batalla, contra las tinieblas que oscurecen el sentido de la existencia y la angustiosa temporalidad que nos devora.
Nuestra lectura arranca con cierta sensación de lo inesperado: “La Ausencia” es el primer y único poema en prosa de Eugenio Crespo. ¿Por qué la prosa después de más de 40 años escribiendo versos? Ya Baudelaire suponía que el poema en prosa sería la forma dominante del siglo XX. Lo cierto es que contamos con extraordinarias voces de prosa poética: Alejandra Pizarnik, Rimbaud, Lautréamont, Juan Ramón Jiménez, José Ángel Valente, Leopoldo Panero.
A la hora de intentar establecer alguna diferencia, habría que señalar que la unidad de la prosa poética es el enunciado y no el verso. Pero esto es puramente formal.
¿Será que para Eugenio la prosa poética es una variedad de escritura que otorga una cierta sensación de “libertad”? ¿Será que traspasar las “limitaciones” impuestas por la poesía en verso ofrece infinitas posibilidades? Pues no. Que el texto esté escrito en prosa puede ser un engaño porque, en realidad, basta leer cualquier párrafo para darnos cuenta de su esencia poética. Y es que Eugenio tiene el alma hecha en versos y su corazón no deja de latir en esa dimensión. Sí, en el texto de “La Ausencia” se advierte el temblor de la poesía.
Sin lugar a dudas, el texto surge de la necesidad de poetizar la cuestión de las relaciones con la madre del autor. En este sentido, debe anotarse que la figura de la madre nunca ha estado presente en la poesía de Eugenio Reyes y en este caso son seguramente las circunstancias las que lo han determinado. La figura de la madre y su entorno familiar ocupa en estas páginas un lugar de indiscutible importancia:
Yo recuerdo aquellos días cuando nos llamábamos llenos de entusiasmo, como voceadores, a las mesas de antiguas cenas de familia
Pese a este compartir juntos hay, por contrapartida, la ausencia del marido y de algunos hijos. De ahí, el título del volumen, el tema de la ausencia. Se trata, entonces, en una primera lectura del poema, de la relación madre-hijo. Pero más allá de señalar este motivo nuclear, que sostiene la mayor parte del desarrollo lírico-narrativo, interesa ver sus repercusiones simbólicas y subyacentes.
Según la tradición más antigua, la figura de la madre está asociada a la imagen de la tierra y tal vez a la de toda la humanidad con sus diferentes formas de existencia, especialmente como creadora de vida. La madre como unidad armónica de todos los elementos vitales. Pero la particular visión de nuestro autor, en el contenido existencial que enseguida consideraremos, acaba imponiéndose:
Ahora, que te veo como una nave de frágil costillaje abandonada en el curso de las aguas y sin registro alguno.
Visión que acaba, finalmente, por desdibujarse:
En el ondulante espejo de las aguas en donde te reflejas, logrando desdibujarte y perder hasta el carmín de los labios.
Las representaciones de la madre invaden esta prosa poética mediante la evocación de distintas instantáneas aparentemente biográficas: concurriendo a las imágenes de la memoria para recordarte. Podríamos tal vez preguntarnos si nos encontramos entonces frente a una lírica de corte biográfico. Pero no es este poema un simple recuento de hechos externos relacionados con la añoranza de la imagen materna. La fuerza simbólica de las palabras se impone una y otra vez, el tema trasciende los aspectos cotidianos:
Frente al escaso fuego de la cocina cuando amasabas soliloquios sin aderezo alguno al ritmo de mis constantes y porfiadas preguntas, y como un arlequín provista de esa risa dulce y contagiosa, apoyada en el umbral de la vieja puerta de tus sueños recitabas al amor, eternamente.
En un contexto existencial, predominan representaciones inquietantes sobre la temporalidad del ser humano. “La Ausencia” es tal vez uno de sus poemas que más clara y dramáticamente expresa el paso inexorable del tiempo, encarnado ahora en la figura de la madre. El tiempo como una pesada e insufrible carga: con una carga de siglos, con el peso de todas las ausencias.
Pero el discurso poético no se cierra sobre esta constancia en cierto modo desesperanzada. Paradójicamente percibimos en la poesía de Crespo Reyes un intenso amor a la vida misma, justamente por su propia brevedad. Sabernos temporales es también sabernos “vivos”. Es como si la certidumbre personal de la muerte nos humanizase. Por eso se humaniza la figura de la madre:
sorprendentemente vuelvo a verte abrumado desde lo más alto de mi asombro, más fresca y más lozana
Y, finalmente, ¿qué queda del recorrido existencial que el lector ha realizado junto con el autor al concluir la lectura del poema? ¿No habrá ya jugada alguna en ese tablero de ajedrez?, ¿un castillo de naipes que se derrumba? O, por el contrario, ¿se presenta el nuevo día?, ¿brilla un color de plenitud?, ¿vuelvo a verte más fresca y más lozana?
La existencia puede ser una completa e irremediable incertidumbre, pero los días, uno a uno, son algo fulgurante. Nuestro autor siempre defendió el brillo de la existencia. Porque el pesimismo no es rasgo que caracterice la poesía de Eugenio. Una línea central del poemario es un intenso amor a la vida, “viejo bebedor de vinos y de sueños”, como dirá en “Fragmentos”, una obra posterior Y en los dos primeros versos de “Al Revés y Derecho”, leemos: la vida no se suma / se vive, frase que constituye su verdadera respuesta a los interrogantes de la condición humana.