Depresores del sistema nervioso central: Opio y derivados
Por: Dr. Gabriel Tenorio Salazar, Médico
Cuenca (Ecuador)
El opio y sus derivados son los reyes o reinas de las sustancias, no solo por sus efectos psíquicos sino por la adicción física y psíquica que desencadenan y los daños que producen en el usuario.
En la antigua Grecia se decía que si bien las enfermedades eran ordenadas por los dioses; ellos mandaron la adormidera, planta que es tranquilizante, somnífera antitusígena y analgésica.
El opio, obtenido de la escarificación de la planta, se consume fumándolo. Es un poderoso tranquilizante y causa sensaciones de unión con la divinidad, se alcanza el nirvana, el cielo, con producción de intensa paz y euforia muy satisfactorias. Su uso y abuso inició en medio oriente y oriente. Se extendió por el mundo y con la revolución industrial se sintetizó inicialmente la morfina, que necesitaba ser inyectada y que dio origen a las jeringuillas hipodérmicas. Posteriormente nació la heroína y el resto de sustancias que médicamente se usan como anestésicos, como el fentanilo, sustancia de amplio uso actual por los adictos en Norteamérica y Europa; la codeína, poderoso antitusivo; el sosegón, analgésico y muchas más.
Todas tienen el efecto tranquilizante, al sujeto no le importa las urgencias de la vida y puede no comer, descuidar su aspecto personal, abandonar sus estudios y el trabajo y únicamente quiere estar bajo el influjo de la sustancia. Causan todas dependencia psíquica y física, con un grave síndrome de abstinencia si no se consume, con sensación de muerte, dolores abdominales, ansiedad, angustia, sudoración, llanto, catarro nasal, babeo, trastornos del ritmo cardíaco, que desaparecen mágicamente, de manera muy rápida cuando el sujeto consigue usar otra vez la sustancia.
En los barrios pobres de Guayaquil, los jóvenes están usando la droga conocida como la H; son los hacheros, chicos adolescentes enrolados con una heroína de muy baja calidad, mezclada con otras sustancias, hasta con pintura de pared, que la fuman o se inyectan.
Los agradables momentos que en las primeras administraciones causan estas sustancias, luego desaparecen y el adicto consume la sustancia para evitar los efectos del síndrome de abstinencia. El opio y sus distintos derivados, son las sustancias más esclavizantes que existen; únicamente el tabaco imita la esclavitud de los opiáceos; la diferencia es que estos últimos lo hacen dosis bajas y rápidamente; tal es así que se afirma que basta una o dos dosis de heroína para que la persona se vuelva adicto.
Los hijos de las usuarias a la heroína, nacen adictos y el recién nacido va a presentar síndrome de abstinencia.
El tratamiento de estas adicciones es difícil, se usa la privación de la sustancia con medicamentos que evitan el síndrome de abstinencia y el aislamiento del adicto.