Una historia que contar
Ing. Rosa Jeaneth León Misnaza, Rectora Unidad Educativa Juan Pablo II
Cuenca (Ecuador)
Este relato se desarrolla en la bella ciudad que se encuentra engazada, como perla, en el sur de los Andes ecuatorianos; es importante destacar el escenario, porque los seres humanos somos parte del ambiente en el que nacimos. Todas las personas que habitan en este mundo poseen genes hereditarios y factores ambientales.
Según los biólogos, la herencia es la dotación cromosómica de cada ser viviente, proceso mediante el cual el ser humano origina nuevos seres parecidos a ellos, a través de la transmisión de caracteres de ascendientes a descendientes. Por otro lado, llamamos ambiente a todo lo que nos rodea: montañas, ríos, árboles, flora y fauna en general. Relacionando estos dos conceptos podemos decir que la herencia está plenamente enlazada con el ambiente.
Esta breve introducción pretende manifestar que los personajes de esta historia de algún modo guardan una estrecha relación con la gente común de nuestra comarca. Los personajes son tres hermanas: Roxana, Rosalía y Rosalinda, nótese que se han designado nombres ficticios para preservar la identidad de las jóvenes, que son Rosas por su fragante personalidad.
Alla por los primeros años del segundo milenio en el plantel educativo donde laboro se acerca una muchacha adolescente, Roxana, solicitando matrícula para ella y su hermana; se le pregunta donde están sus padres o algún adulto que las represente, a lo que ella nerviosamente responde que sus progenitores migraron y que viven solas -volvemos a insistir que es indispensable que una persona mayor les represente-, así que Roxana accede y se retira. La figura de la chica no pasó desapercibida, la observo mientras se aleja, ella es de estatura media, contextura robusta, además percibo una personalidad amable, delicada y muy decidida.
A los pocos días, Roxana regresa con un familiar cercano, por lo que ella y su hermana Rosalía se pudieron inscribir en el nuevo año lectivo. Pasan pocos días de clase, para que con su sonrisa y amabilidad gane amigos dentro de su aula y represente a sus compañeros como candidata a Presidente del Consejo Estudiantil. Durante la campaña me acerco a Roxana y converso con ella, le consulto si sus padres estarán de acuerdo con la decisión de terciar las elecciones, a lo que me responde -con una gran sonrisa-: ¨Sí, mi papá está muy contento y dice que me apoyará en todo¨. No tardó en llamarme el mismo padre y confirmar el respaldo a su hija. En la conversación telefónica puedo darme cuenta que el señor mantiene un acento campesino, le siento como una persona alegre, humilde y cortés; me fue grato conversar con él.
Pasadas algunas semanas del año escolar, Roxana, más confiada en sí misma, me aborda para contarme algo personal, vamos caminando y manifiesta que ella y sus hermanas viven solas arrendando una vivienda, porque no tuvieron buena experiencia cuando estaban a cargo de sus parientes; ella me indica que se presentó el problema del manejo de las remesas, por lo que las hermanas, luego de conversar con sus padres, decidieron vivir solas. Trato de aconsejarle que tiene que ser responsable y manejarse con cautela, a lo que Roxana me contesta que ellas salen de casa solo para aperarse de alimentos y a clases. Me deja sorprendida su seguridad en cuanto se refiere al cuidado de sus hermanas, me confía también que Rosalinda es de capacidades diferentes y que han contratado una persona para que la cuide, puedo ver en ella el amor que tiene por su hermanita menor.
Roxana y Rosalía terminan el año escolar, luego vino la graduación de Roxana y ya con 18 años, mayor de edad, se convierte en la representante de su hermana Rosalía. Aparentemente todo iba bien hasta que Rosalía presenta fuertes síntomas de depresión, empieza a llorar por la ausencia de sus padres y quiere dejar sus estudios, dice que ya no le interesa, solo quiere volver a abrazar su mamá. Roxana acude al colegio muy preocupada y en conjunto con el Departamento de Consejería Estudiantil y con la promesa de sus padres de llevarle al exterior cuando termine los estudios (faltaban pocos meses) Rosalía regresa animada a su quehacer estudiantil y resultó entre las más destacadas de su clase. Roxana, por su parte, siguió estudiando una Tecnología.
Fiel a su promesa, los padres gestionaron la residencia de sus hijas y la familia en corto tiempo se reunió. Hemos perdido contacto, pero sé que se han adaptado a una nueva cultura y que afrontan con el mismo entusiasmo los nuevos retos que les presenta la vida.
La historia contada tiene un final feliz, que se hace interesante porque es la excepción de la regla, ya que en mi trajinar en la educación muchos jóvenes de padres migrantes sucumben en la abundancia de bienes, baja responsabilidad, en la soledad, en la carencia de afecto, en la falta de propósito.
Casos como estos me llenan de esperanza, porque el amor es la fuerza que permite lograr lo imposible. El común de la gente entiende la esperanza como algo incierto basado en ilusiones, pero los ojos de la Fe nos dan la certeza que la esperanza es una “expectativa segura”, la firme seguridad de las cosas que no se ven. ¨Los que ponen su esperanza en Dios serán ayudados¨, dice un verso del Salmo 28, y ¨no serán confundidos, avergonzados o decepcionados¨ (Isaías 49).
Mi pensamiento final es que el futuro les llegue de la misma manera en que esta familia construye su presente.