Un llamado por la democracia en Ecuador
Por: Manuel Felipe Álvarez-Galeano, PhD
Colombia
Todos los males de la democracia
pueden curarse con más democracia
Alfred Emanuel Smith
En las recientes elecciones de alcaldes, prefecturas, concejalías y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) en Ecuador, fue bastante significativo el resultado en favor de los intereses del correísmo, en la lista 5 de la denominada Revolución Ciudadana, destacándose, para el caso de los dos primeros epicentros urbanos del país, las alcaldías de Quito, con Pabel Muñoz; de Guayaquil, con Aquiles Álvarez, quien rompió con tres décadas de gobierno del derechista Partido Social Cristiano, fundado por el polémico expresidente León Febres-Cordero. En las principales alcaldías, también se enumeran Santo Domingo de los Tsáchilas, Esmeraldas, Milagro, Quevedo y Puerto López, este último recinto eligió a un candidato que fue asesinado un día antes de las elecciones.
En las prefecturas (algo así como las gobernaciones en Colombia), el partido del izquierdista Rafael Correa venció en Pichincha, Guayas, Azuay, Manabí, Santo Domingo, Imbabura, Carchi, Santa Elena y Sucumbíos. El partido de la derecha oficialista CREO no alcanzó ninguna prefectura y otros movimientos de corrientes semejantes como el Partido Social Cristiano (PSC) y Sociedad Unidad Más Acción (SUMA), alcanzaron 4 prefecturas: Esmeraldas, Los Ríos, Loja y Chimborazo. Esto demuestra, junto con la reducida participación de dicho partido en la Asamblea, el difícil reto del presidente Guillermo Lasso por alcanzar una gobernabilidad que le ha sido esquiva, máxime con las acusaciones de La Posta sobre una red de corrupción en las empresas públicas.
De otro lado, la consulta popular estimó 8 papas calientes sobre la autonomía de la Fiscalía General del Estado, la extradición, la reducción del número de asambleístas, la auditoría sobre el número de afiliados de los movimientos por el Consejo Nacional Electoral, la incorporación de un subsistema de protección hídrica, la compensación a pueblos y nacionalidades por su aporte al medioambiente, eliminar la facultad del CPCCS para designar autoridades y modificar el proceso de designación de dicho organismo. Finalmente, ganó el No a dicha consulta, considerando el malestar por la vaguedad de las preguntas, según gran parte de la ciudadanía y, claro está, con su cuota de mediación política. El correísmo, promotor del No, está brincando en una pata.
Tras este panorama, vale anticipar algo que siempre he creído: Guillermo Lasso no tiene los pergaminos para la dignidad de presidente del Ecuador, con su recriminada participación por el presunto enriquecimiento —legalmente inmoral— del que se le acusa en el famoso Feriado Bancario de finales de los 90 y los dichosos CDR; representa mucho de lo que me repugna de un político: enfoque exacerbado en la banca, por sobre el bien social; la típica fórmula de prometer innovación con fórmulas conservadoras; el interés por privatizar, en vez de mejorar la competitividad del sector público; el perfil aporofóbico de su política, y ni qué decir del desmedro de su imagen actual que, en definitiva, sea por bases ciertas o falsas, no aportan a su crédito.
Siento que no fue la mejor decisión votar por él y su diligencia ha sido muy desacertada y no creo que arrojará mayores beneficios para la ciudadanía; además, él va a tener que asumir un rol defensivo más que propositivo, y sus escasas —por no decir nulas— obras no son las más dicientes; sin embargo, es un irrespeto a la democracia querer desmontarlo de su mandato, así como así, como pretenden muchos de sus contendores. El pueblo lo eligió y las decisiones de las urnas son casi sagradas, por lo que están por encima del favoritismo político. Así lo determinó la mayoría de los ecuatorianos y hay que respetarlo. Hay que dejarlo que se defienda y, si ha incurrido en algún tipo incorrección que viole la legalidad y la axiología necesaria de un primer mandatario, que tenga el decoro de renunciar; aunque, la verdad, dudo que lo haga.
Veo muchos que se indignan por lo que le sucede a Pedro Castillo en Perú (situación deleznable, por supuesto), pero, a su vez, promueven la vacancia de Lasso sin mayor filtro y violando el Estado de derecho. Para mí —y lo digo, tal vez, con la apresurada necedad de un ignorante en el asunto— las condiciones para declarar la vacancia de un presidente son cuando hay violación a los derechos humanos, incapacidad moral, desmedro de la honorabilidad, entre otras determinaciones que se dictaminan social o penalmente; pero no es preciso vulnerar más la institucionalidad del país, queriendo vacar un presidente sin el debido proceso; aunque, repito, el presidente no ha dado pie con bola, él no se ayuda.
El correísmo tiene mucha fuerza: es una realidad; también creo que su líder tiene muchos aciertos y errores; coincido en la mayoría de sus principios, y creo en una izquierda verdaderamente humana. Sin embargo, considero que no le hace bien a un país ahora tan debilitado como el bello Ecuador concentrar las fuerzas en quebrar más la institucionalidad. El correísmo debe ser mucho más humanista, dialógico y amable con quien no comparte sus premisas, empezando por el ejemplo de su líder, a quien he admirado y criticado, según ha correspondido. Es meritorio, inclusive, invitar a la renuncia del actual presidente (de no ser apto, es lo meramente lógico), pero no a violentar los principios democráticos y la institucionalidad que, de por sí, son tan endebles en este rincón amado. La patria no hay que refundarla; hay que resanarla.