Homenaje a Eugenio Moreno Heredia
Por: Carlos Pérez Agustí, PhD.
Cuenca (Ecuador)
Homenaje a Eugenio Moreno Heredia
La voz de Eugenio, su voz de camino dolido, o de humano dolor integral, tiene los temblores de la verdad. La poesía es otra manera, la más diáfana y transparente de la verdad. Qué clara y verdadera esta de Eugenio. Seguro el camino poético, íntimo y humano, de Eugenio Moreno Heredia, desde su mismo camino, hacia el camino de lo esencial humano… (Rigoberto Cordero y León)
Llevaba poco tiempo en Cuenca, cuando conocí a Eugenio Moreno, entregado por completo a la poesía, y como uno de los más importantes integrantes del Grupo Elan, ese siempre vivo grupo generacional de la poesía cuencana. Las primeras lecturas de sus versos me dejaron la sensación de estar ante un poeta que trabajaba esforzadamente el lenguaje y que, a partir de ahí, construía una poesía capaz de fusionar el intimismo, lo personal y la sensibilidad social: un humo gris dolido de fogón que agoniza / sube ahora de América Latina estremecida (“Hambre”)
Hijo del gran poeta modernista Alfonso Moreno Mora, Eugenio, no solamente es el poeta de la ternura y el entorno natural, sino que la suya es una poesía -especialmente- reflexiva y meditativa, en la que se plantea el mundo como problema social y aspectos existenciales de la condición humana: ¿encontraste la tierra prometida / luego de la sequía y el desierto?
Pero esta admiración por el poeta no ocultó ni desvió en mi atención el descubrimiento paulatino de una personalidad humana no menos digna de admiración. Una personalidad que partía de la sencillez, pese a la seriedad de su apariencia y de su gesto, y en la que podía advertirse una grandeza humana fundamentada en lo esencial. Realmente, Eugenio era uno de esos significativos intelectuales sin las poses narcisistas tan frecuentes actualmente de los escritores consagrados.
De Eugenio Moreno habría que decir que para él era más importante ser hombre que ser escritor, y fue poeta en la medida en que fue hombre. Resulta así un ejemplo perfecto de lo que yo entiendo por conjunción total de obra y ser humano. Ya lo dijo Antonio Machado: por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre.
Poeta, jurista, educador, tres dimensiones de su trayectoria fusionadas en su diario trabajo. Nació en Cuenca en 1926. Profesor de la Universidad de Cuenca, además se desempeñó como Ministro de la Corte Superior de Justicia. Condecoración Nacional al Mérito Educativo, Premio Fray Vicente Solano.
Y, sin embargo, “amigo declarado de los actos simples de la vida”, como lo calificó Alberto Ordóñez Ortiz, y como corroboran estos versos del propio Eugenio Moreno:
Quiero este amanecer, amar todas las cosas / que amanecen conmigo / y que mis manos toquen / la hierba que ha nacido esta mañana.
Sus obras han sido traducidas al francés, polaco y rumano. Obtuvo el Segundo Premio Mundial de poesía (Praga, 1952) con Poemas de la Paz. Unos años antes se había iniciado con Caravana de la noche (1948), con tan solo 20 años y no obstante publicado por la Casa de la Cultura. “Amo más a los rebaños / al rubio maíz de agosto, al hombre diáfano / que habita el trigo de la cordillera. Quiero vigilar la casa humilde / construida con barro de centurias / por las manos morenas de mis padres”, dirá en Poemas de la Paz.
Después vinieron sus obras de madurez, entre ellas: Baltra (1960), Poemas para niños (1964), que lo transformó en uno de los escritores ecuatorianos de poesía infantil más destacados del siglo XX. Ecuador Padre Nuestro (1967), con inquietudes que distinguirán siempre su poesía:
indio de piedra triste, / rostros de piedra y hambre, / humean entre la cordillera, / con quipas en la noche, con hogueras
En conjunto, la obra de Eugenio Moreno Heredia, supone una mirada poética que abarca toda la complejidad del alma humana, y en la que se conjugan el humanismo más entrañable y la visión crítica más incisiva: te hablo como hombre / como testigo dolido de mi siglo. Y en otros versos: el rostro de ceniza y ese idéntico / olor de la pobreza que no engaña. Lo social y lo existencial, indisolubles. Una poesía que conjuga lo individual y lo colectivo, los sueños de su mundo interior y el encuentro fraternal con los otros:
Yo volveré venciendo la noche de mi muerte, / me hallarás en tu voz, en tu tacto, en tu aire / en el agua que bebas y en el sol que te abrace.
Eugenio Moreno Heredia conquistó un lugar definitivo en la literatura cuencana y nacional con una poesía personalísima y caracterizada por una densidad humana pocas veces registrada en las letras ecuatorianas. La Cuenca de hoy está hecha también de las palabras que durante años han pronunciado sus escritores. Aprendamos a escucharlas, porque sus autores constituyen el legado y los valores que se transmitirán a generaciones futuras.
Y antes de intentar concluir, cedemos la palabra -a través de la nuestra- a su familia, concretamente a su hija Sonia Moreno Ortiz:
Ahora desde la distancia marcada por su ausencia, cuando no puedo escuchar su voz física ni sus pasos, cuando no hay más llamadas ni esperas, ni conversaciones suyas sobre sus versos, pienso, sin embargo, que siempre estará aquí. La voz del poeta no muere, esa voz resuena sin tiempo ni espacio, está allí rondando en nuestro oído interior.
Y finalmente, con las propias palabras de Eugenio Moreno Heredia, de uno de los últimos y poco conocidos poemas suyos:
No tan aprisa vida / no quiero acelerar la despedida. No tan aprisa vida, dadme aliento / para poder seguir este desierto, / dadme agua fresca, dadme sombra y viento / para decir que aún estoy despierto.
Yo quiero demorarme en la caricia / y en el vaso de vino en la honda noche. Demorarme en el día, y en los placeres. / Y en el mar y en los aconteceres, / alargando las formas de la vida. (“No tan aprisa vida”)
Antología Poética Eugenio Moreno Heredia
Amigo declarado de los actos simples de la vida, Eugenio fue siempre contrario a todo tipo de convencionalismos y prejuicios. Fiel, siempre, a su proverbial e irreductible franqueza.
Eugenio no fue solamente poeta vital y enorme personalidad, que le permitió conformar una sólida familia en la que el espíritu artístico y poético son sus mayores y definitivas coordenadas. Estuvo del lado de los humillados y ofendidos de la tierra. De Eugenio Moreno son estas palabras: si una tarde no vuelvo, / no preguntes a nadie el porqué de mi ausencia. / Baja todas las tardes al borde del arroyo, / te hablaré con el profundo eco de las aguas/…
Alberto Ordóñez Ortiz
Eugenio Moreno Heredia (Cuenca 1926-1997).
Entre otros libros de poesía ha publicado: Voz del hombre, 1950; Poemas de la Paz, 1953; Baltra, 1960; Poemas para niños, 1964; Ecuador Padre Nuestro, 1967; Solo el hombre, 1972; Gallito de Barro. A tiempo de salvarnos, 1981 (Obra conjunta trabajada con Agustín CuevaTamariz).
Algunas obras de Eugenio Moreno
Caravana de la noche. Es su primer cuaderno de poesía publicado, en 1948 por la Casa de la cultura Núcleo del Azuay. Contiene poemas escritos desde 1946. Moreno contaba tan solo 20 años y es recibido favorablemente por la crítica.
Clamor del polvo herido. Se publicó a finales de 1949 en los talleres gráficos de la Universidad de Cuenca.
Poemas de la paz. Publicado en 1952. Donde se recrea la época de la conquista y el dolor del pueblo indígena.
Ecuador, Padre Nuestro. Se publica en 1960. El poema que contiene una fuerza cósmica, se gesta en la década de los 50. La obra se nutre de los recorridos que realizó por el país. Amaba y admiraba su historia y su geografía, y en especial la herencia cultural.
Trilogía de la Patria. Publicado en 1978. Poema de fuerza telúrica formado,
Gallito de barro. Publicada en 1986. Esta obra está dedicada a los niños del campo que viven una infancia desgraciada.
Eugenio Moreno Heredia conquistó un lugar definitivo en la literatura cuencana y nacional con una poesía personalísima y caracterizada por una densidad humana pocas veces registrada en las letras ecuatorianas. Y antes de intentar concluir, cedemos la palabra -a través de la nuestra- a su familia, concretamente a Sonia Moreno Ortiz:
Ahora desde la distancia marcada por su ausencia, cuando no puedo escuchar su voz física ni sus pasos, cuando no hay más llamadas ni esperas, ni conversaciones suyas sobre sus versos, pienso, sin embargo, que siempre estará aquí. La voz del poeta no muere, esa voz resuena sin tiempo ni espacio, está allí rondando en nuestro oído interior.
No tan aprisa vida / no quiero acelerar la despedida. No tan aprisa vida, dadme aliento / para poder seguir este desierto, / dadme agua fresca, dadme sombra y viento / para decir que aún estoy despierto.
Yo quiero demorarme en la caricia / y en el vaso de vino en la honda noche. Demorarme en el día, y en los placeres. / Y en el mar y en los aconteceres, / alargando las formas de la vida. (“No tan aprisa vida”)
Rodolfo Pérez Pïmental
Moreno Heredia Eugenio
Entrevista
Háblame de tu itinerario poético. ¿Cuándo, cómo comenzaste? ¿Qué es para ti ser poeta?
–Esta vocación se manifestó en mi muy temprano; tenía once años cuando me ranclé del colegio en un estado de ánimo muy especial y me fui al parque de San Blas: Saque un cuaderno del colegio y empecé a escribir… Aún vivía mi padre y noté el impacto que este hecho produjo en él, su emoción; me dijo: solo que el escritor se hacía luego de trabajar mucho. “He ido bebiéndome de amor a cada paso, cada pulgada de terreno que he caminado, el volcán, la llanura y el valle hermoso y bello…”
Alfonso Moreno Mora, tu padre…
Todo ello influyo en mí, en mis hermanos, en Oswaldo y su pintura.
¿Temas predominantes?
-La muerte, sobre todo al comienzo de mi tarea, pero creo que es tema que atraviesa todo mi quehacer. (“El que huyó de la muerte y el gusano / sembrando al hijo hincado de rodillas /que sintió arder la vida en las semillas. /
Quiero que mi poesía llegue al pueblo, intencionalmente busco un lenguaje alejado de dificultades, claro, transparente. Amo nuestra geografía incomparable, la he recorrido palmo a palmo, viajando siempre por tierra para conocerla y amarla mejor; pero en sus paisajes miro sobre todo al habitante desgarrado, al indio, al dueño antiguo de este mundo, ahora humillado, esclavizado.
Yo amo la casa mi casa de Cuenca con su patio de piedra y su huerta y su Jazmín que se ha secado desde que no estoy…
Y es que su poesía tierna, solidaria, nos llega mansa como la lluvia, cala dentro del alma profundamente, Jorge Enrique Adam nos dice a este aspecto: “Los Poemas de la paz”, de Moreno Heredia, se basan en una ancha solidaridad fraternal, es una exaltación de la vida, en un desear lo que él llama “la muerte natural”.
Pero Eugenio, no solamente es el poeta de la ternura, sino que la suya es una poesía, especialmente, reflexiva, meditativa. Hijo del gran poeta modernista Alfonso Mora,
se ‘plantea el mundo como problema social; la Patria, como testimonio; los seres y cosas como caídos en el tiempo. Moreno Heredia ha ingresado también, afortunadamente para sus lectores, en el difícil y creativo mundo de la poesía para niños.
Susana Moreno Ortiz
Eugenio Moreno Heredia canta a Cuenca, en su verdadera dimensión de ciudad mestiza asentada en los Andes. Su poema “Presencia del Vigía” obtiene el Segundo Premio Mundial de Poesía sobre el tema de la Paz en Praga ( 1952), luego sus libros de madurez como son Baltra, Ecuador Padre Nuestro, Teoría del sueño, Trilogía de la Patria, Solo el Hombre, A tiempo de salvarnos y Presente Vivo, lo posesionan en el sitial que le corresponde. Es el primer poeta cuencano que escribe un libro de literatura infantil “Poemas Para Niños” (1964) y Gallito de barro (1986). Nace en Cuenca el 22 de enero de 1926, cuarto hijo del Dr. Alfonso Moreno Mora, Poeta Postmodernista y de Doña Lola Heredia Crespo. Fue Rector fundador del Colegio Daniel Córdova Toral. La poesía de Moreno Heredia en un tomo El escritor integró Elan, junto a Dávila Andrade, Salazar Tamariz, Cordero Espinosa, Jara Hidrovo y Vanegas Andrade. Moreno Heredia (1925-1997) llega a la poesía ecuatoriana junto a un grupo de notables creadores cuencanos, reunidos en lo que se llamó el Grupo Elan, en una época en que a los poetas del país les invadió el prurito de formar agrupaciones con nombres sonoros: Elan, Madrugada, Presencia, Umbral, Caminos; hasta que llegaron los que irían a desacralizar la elevación poética de los nombres, para fundar, en los años sesenta, el grupo Tzántzicos. |
Dice el poema Baltra: “En qué noche de altas mareas y de monstruos / violando el gran sello nocturno del océano/ surgió desde su fondo tenebroso/ tu silueta de amarga soledad”.
“Vengo desde una antigua familia de alfareros”, dirá un verso de Moreno, que comparte con los poetas de su generación el reencuentro con la gente del país, con la más lejana, remota fuente de origen, la portadora de identidades… “su barro arde en mi sangre, / para expresarlo quiero / una tarde de lluvia con cántaros de arcilla”.
Para referirse a la emoción que habita en su poesía, Hernán Rodríguez Castelo va a detenerse en forma particular en dos libros: Baltra y Ecuador, padre nuestro:
“Baltra, Ecuador, padre nuestro –las dos piezas de madurez–. La selección de imágenes telúricas, de rica expresividad y grave pasión nostálgica, y el ritmo son las claves de esa grandeza.
Para referirse a su lenguaje lírico, Sonia Moreno, que realiza el estudio introductorio a la publicación de la Casa de la Cultura, evoca “la proliferación de metáforas, comparaciones e imágenes que tienen un origen inmediato en elementos de la naturaleza, los seres vivos de la naturaleza son tomados como parte esencial del sentir humano”.
Eugenio Moreno Heredia irrumpe con una poesía personalísima y caracterizada por una densidad humana pocas veces registrada en las letras ecuatorianas. Entre la multiplicidad de visiones, el amor solidario a su tierra, a su pueblo, a su historia; un sentido de patria que no excluye el anhelo de universalidad:
En esta patria habito, / por mi lengua habla un pueblo de centurias, / vengo desde una familia antigua de alfareros / Con sus manos creadoras / dieron vida y calor al barro humilde.
Una escritura poética para expresar el amor a su tierra y su paisaje, para reconocerse en ella: mirarme aquella tarde cuando llueva en tu campo / y sientas ese olor de la tierra mojada.
También –otro de los temas centrales de sus poemas- el ansia de paz y armonía en un mundo desasosegado, a veces violento:
Los que queremos pan, pan negro o blanco, / pero pan con amor y en paz completa. / Alzad las manos para conoceros, / vedme, yo estoy al sur entre los Andes, / yo estoy al sur del Ecuador, amigos, / estoy cuidando el trigo y los rebaños, estas casas de barro que habitamos / entre gavillas, niños y palomas.
Porque su obra poética, a pesar de su amplio y humano recorrido, debe leerse como un intenso canto a la vida.
Me siento erguido como árbol nuevo / y esplendoroso como un astro puro / que acaba de nacer rompiendo el cielo / que no me den la mano ni un cayado / ellos no saben que cada mañana / levanto una cosecha de jilgueros
Todas estas vertientes de sus versos son registradas desde el más auténtico sentimiento de solidaridad. Un humanismo solidario, quizás otra forma de acercarse integralmente a la poesía de Eugenio Moreno.