¿Es posible construir la verdad con mentiras?
Por: Manuel Ferrer Muñoz, PhD
España
La mentira es tan vieja como la humanidad. No en vano Satanás, considerado el padre de la mentira, fue quien lisonjeó la estúpida soberbia de Adán y Eva con la falsa promesa de que, si comían el fruto prohibido, serían como Dios. Y, con el engaño vino la caída y la expulsión del Paraíso. Pero el hombre y la mujer, alejados de su Creador, no tardaron en cobijarse bajo las alas del Gran Farsante, y se convirtieron en alumnos aventajados de tan hábil maestro. La mentira empezó a rodar por el mundo y no ha parado de dar vueltas. Cada generación ha sido más mentirosa que la precedente, y así hasta nuestros días.
Los envoltorios en que se nos presenta la mentira suelen ser tan atractivos que resulta difícil resistirse a la tentación de recurrir a ella para obtener alguna ventaja o perjudicar a quien no queremos. Y, sin embargo, la habilidad para hacer pasar lo falso como verdadero no es patrimonio universal; de ahí el célebre dicho: “antes se pilla a un mentiroso que a un cojo”. El miedo a que se descubra la falsedad de lo que afirmamos o negamos, con las consiguientes incómodas consecuencias, ha dado alas a los expertos en ‘mentirología’ para perfeccionar los mecanismos y los disfraces con que hacen pasar por verdad lo que es embuste.
Si el siglo XX alumbró a ilustres mentirólogos, la centuria que le siguió no se ha quedado a la zaga. Los herederos de aquellos sabios no tardaron en comprender la ventaja que proporcionaban las nuevas tecnologías a sus intenciones mendaces, e Internet se convirtió en el gran recurso para que sus discípulos, previamente aleccionados, pusieran en circulación noticias falsas –fake news– cobijadas en apariencias de verdad capaces de confundir a los usuarios comunes. Ante la gravedad de esa pandemia y la dificultad para contrarrestar tanta desinformación, se han puesto en marcha proyectos de ‘alfabetización mediática’ que, todavía, se encuentran en mantillas.
Lanzada la piedra a las aguas en calma de esa realidad paralela que es Internet, la onda expansiva se propaga por inercia. Y, si en esa ceremonia de la confusión intervienen varias personas concertadas, desde medios y órganos políticos o periodísticos aparentemente independientes, la generación del caos es sólo cuestión de tiempo.
Traemos hoy a esta columna un ejemplo paradigmático del recurso a las fake news para excitar la indignación de aquellos sectores de la sociedad española que contemplan con alarma el auge de la inmigración de personas indocumentadas, particularmente de aquélla que proviene de países africanos de mayoría musulmana.
En 2020 circuló en las redes sociales y a través de la mensajería instantánea un vídeo que muestra la agresividad con que un joven negro se dirige al altar donde se estaba celebrando misa, increpa al sacerdote oficiante y al diácono que le asiste, golpea al primero en la cara, arroja al suelo algunos objetos sagrados y se lleva el misal de altar.
La mujer que presta voz al vídeo afirma con rotundidad que ese suceso se dio en una parroquia de Canarias, y da por supuesto que el autor de esos actos de violencia es un inmigrante ‘ilegal’ y que la noticia de lo ocurrido no se vería en los telediarios, porque resulta más cómodo mirar para otro lado y negar la realidad de la inmigración ‘ilegal’.
No tardó en probarse que se trataba de una manipulación. El vídeo fue grabado el 7 de noviembre de 2020 durante una misa celebrada en la catedral de la Inmaculada Concepción –en Georgetown, Guyana- por el obispo diocesano. Un diario local (Demerara Waves), que dio cuenta de los hechos, avanzó la hipótesis de que el asaltante padeciera una enfermedad mental, y añadió que personas con ese tipo de trastornos y algunos indigentes ingresaban a veces al interior de la catedral o merodeaban por los alrededores del templo.
Y, a pesar de que en su momento fue desactivada esa perversa tergiversación de un suceso acaecido en la otra orilla del Atlántico, tres años después volvió a circular el vídeo por Internet, con intención de embaucar a gente prejuiciosa y crédula, atemorizada por el peligro del ‘incontrolado’ flujo de ‘ilegales’ que llegan a suelo español desde las costas del norte y noroeste de África.
La ocasión para retomar el mentiroso bulo fue el ataque a dos iglesias de Algeciras(Cádiz) por parte de un joven marroquí, desequilibrado mentalmente y pendiente de que se ejecutara la orden de expulsión que había recibido por su permanencia ilegal en España. La muerte de un sacristán y las heridas recibidas por un sacerdote alimentaron un estado de ánimo exaltado ante el peligro yihadista, que fue aprovechado para criminalizar a la inmigración musulmana y acusar al Gobierno de patrocinar la ‘inmigración ilegal’.
Ciertamente es lamentable la agresión padecida por esas personas inocentes, una de las cuales pagó con su vida el fanatismo religioso de un chiflado. Pero es indigno recurrir al engaño para ¿prevenir? la repetición de acontecimientos tan terribles. Flaco servicio han prestado los instigadores de esa contaminación de las redes con noticias falsas a quienes proponen medidas más severas para el control fronterizo.
Muchas mentiras juntas no construyen una verdad. Con el tiempo, y a pesar de la profesionalidad de los mentirólogos, se desenmascara al embustero… aun cuando tal vez se tarde más en ponerlo en evidencia que en descubrir el trastabilleo del cojo del refrán.