Presentación de la exposición del artista Eduardo Moscoso “The temple of arutam” exhibition
Por: Dr. Fernando Mora
Médico y escritor (Cuenca-Ecuador)
Eduardo Moscoso nace el 29 de julio de 1964 en una región mágica, la región amazónica, cercano al caserío Pananza, rodeado y en contacto con la selva, plantas, tierra, árboles milenarios, sonidos de pájaros y rugidos de tigres y jaguares Tsenku, estableciendo una simbiosis atávica, cultural y mágica con la cultura shuar y para cuando llega a la ciudad incrementarse con las tribus urbanas.

Al pedirme Eduardo hacer una presentación sobre su obra, a diferencia de otros críticos, y dado que no pertenezco a ese gremio, hablar sobre arte no me es nada fácil. En el arte no existen puntos fijos para afianzarse y mucho menos verdades inmutables. Por lo tanto, debido a que en la presentación de una obra tan iconoclasta como el mismo Eduardo, y dado que en “hecho como en derecho” Eduardo y yo somos iconoclastas “leitmotiv” de nuestra sincera amistad, me hace desde ya pedir disculpas a los artísticamente, filosóficamente, moral y controversialmente sensibles detractores. ¿Aceptarán ustedes mis más sinceras disculpas?
El arte de Eduardo se ha intentado clasificarlo dentro de una maraña de conceptos pre-establecidos, estilos, escuelas, categorías estéticas, tratando tendenciosamente de encasillarlo en la plástica del Punk, el Pop Art, el arte exótico-erótico, neogótico, neobarroco, “vanitas” de subculturas, “Underground”, mientras otros más acerbamente lo han categorizado de tanatológico, narcisista, antirreligioso, blasfemo, macabro, terrorífico, satánico. Estudiosos de ambos bandos intentan injertar así la obra de Eduardo Moscoso a estas categorizaciones. ¡Pero, no! El arte de Moscoso no se encasilla en ninguna de estas categorías, el arte de Eduardo Moscoso: ¡es un “Arte Educiano”!
“Educiano” viene de Eduardo, Eduardo por consiguiente “Educiano”, que además tiene correlación con el latín “educere” que significa conducir, guiar, y “exducere” sacar hacia fuera, llegando a la definición etimológica de “conducir hacia fuera”. Por consiguiente “Educiano” es el extraordinario arte de Eduardo Moscoso, que trae hacia afuera mundos trascendentales y sorprendentes, ancestrales, contemporáneos, premonitorios y apocalípticos.
El haber estado presencialmente en los museos del Louvre en París, de Van Gogh y Rembrandt en Ámsterdam, de Dalí en Cadaqués, del Prado en Madrid, el haber compartido conversación y bohemia en París con el gran maestro Guayasamin cuando presentó su obra en la “Galerie de Nesle”, y recorrido las catacumbas de París, un auténtico laberinto de muros, y torrecillas construidas artísticamente de huesos humanos, me permite con humildad presentar la exposición del artista Eduardo Moscoso.

OBRA ESCULTÓRICA
LOS CRISTOS
Los Cristos desnudos de Eduardo, han sido motivo de críticas que lo han puesto en la “blasfemia”. De atenernos a estas críticas deberíamos etiquetar también de “blasfemo” a Miguel Ángel Buonarroti con su Cristo desnudo exhibido en el Palazzo del Bargello, y otro semejante que se encuentra en la basílica de la iglesia Santa Maria del Santo Spirito di Firenze en Florencia.
Esta persecución por sus Cristos desnudos o que quizás sería más prudente socialmente llamarlos “Cristos pobres”, reafirma que sus detractores han olvidado que la desnudez de la figura de los Cristos de Moscoso es fiel a los Evangelios. La ropa de Cristo le fue quitada por los soldados romanos en cumplimiento del Salmo 22:18, “Partieron entre ellos mis vestidos, y echaron suertes sobre mi vestidura”. Todos los escritores de los Evangelios sugieren la desnudez en la cruz. Lo describe particularmente Juan 19:23-42.
Entonces,¿Dónde está la blasfemia de Eduardo?, si ha hecho sus Cristos conforme a Salmos y escrituras. Por dicha razón tan sustentada como defendida, en sentencia artística bien podría decirse: “ego te absolvo Eduardo”.
En el “Cristo destruye su cruz”, un Cristo con el rostro golpeado, tristísimo, angustiado, con un mensaje de rebeldía rompe contemporáneamente el leño de esa cruz, cruz en la que siguen 2023 años D.C. crucificando a la humanidad los dictadores, los explotadores, los dueños del poder, los corruptos. Cristos crucificados que han recibido balazos, Cristos con los pulgares verdeazulados con la señal de desgarramiento que indica haber recibido la tortura de la “cuelga de pulgares”. Moscoso demuestra en su arte que en cada fusilado, en cada torturado injustamente existe también un Cristo acompañándolo.
No deja al lado y al contrario sublimiza su relación con la cultura shuar cuando de una manera impresionante y mística representa en escultura a Nunkui la diosa mujer joven muy hábil para la huerta.
Para en el corredor de esta Casa de la Cultura ligada a la historia del monasterio del Carmen de la Asunción, en un ambiente de desamparo encontrarse la estatuilla de una muchacha casi niña con un vestido blanco ensangrentado que proviene del cuchillo que lleva en su mano izquierda, detrás de ella una mochila de ruedas y asa, deja entrever el resto de una mano. A decir de Eduardo representa una niña abusada que ha regresado a buscar a su ofensor, aplicando la ley del talión. ¿Una alusión a la falta de una justicia eficaz? Queda en el público la reflexiva respuesta.
OBRA PICTÓRICA
La pintura de Moscoso, va, regresa y vuelve de la oscuridad a la luz, con temas variados, desde sepulcros y calaveras a imágenes de la selva ancestral con el “Arutam” origen del saber y el “Arutam Wakán” espíritu de los antepasados, seguidos de una gran colección en que aparecen escenas, apocalípticas, pandémicas, con simbologías pictóricas de vida y muerte. Permítanme agradeciendo a ustedes por su infinita paciencia, hacer solemnidad en la pintura de un Cristo conmovedor al extremo, es la referencia que Moscoso realiza de Hans Holbein, “Cristo en el Sepulcro”, dándole una connotación estremecedoramente magnifica y moderna, el cadáver yace en una fría mesa metálica de la morgue, olvidado, abandonado sin la piedad o misericordia de que deudo o romántica Magdalena lo reclame, desdeñado por esa misma humanidad a la que dio tanto amor y sacrificio. El cuerpo presenta heridas y estigmas, con un impresionante “rigor mortis” acentuado en los dedos de la mano derecha. La interrogante surge: ¿es el cuerpo de Cristo o es el cuerpo de tantos desvalidos y olvidados de la humanidad que desparecen en la morgue? Un detalle escalofriante se añade en el parecido del rostro con el de su autor Eduardo Moscoso.
Continuando con las obras expuestas, seres siniestros en extraña procesión, encapuchados con rojos ropajes, portando tridentes avanzan amenazadoramente mientras las calles están cubiertas de cadáveres, en tanto la ciudad arde bajo una lluvia de fuego, la inconfundible imagen de las cúpulas de la catedral indica que es Cuenca ¿Premonición de la pandemia? Ratificada en otra obra, que desde la perspectiva de la fuente del parque Calderón ornamentada en piedra por cínicos duendes desemboca en la bellísima y antigua casa Ordoñez Mata hoy Eljuri de fachada renacentista, donde las ventanas y arcos de medio punto en la pintura de Eduardo adquieren una sensación “hopperiana” de extrema y pandémica soledad angustiante. Describiendo otras obras, un ser espectral sostiene en sus brazos una bella mujer exangüe que en su cuerpo desnudo aparecen úlceras de una epidemia que asola la selva. En tanto que en otras aparece la selva en todo su esplendor, con detalles evidentes y otros a escudriñarse, pinturas pobladas de míticos árboles, vegetación y rocas antropomórficas, zoomórficas, donde nativas shuaras ya recolectoras, ya gestantes consagran ofrendas. No faltan atardeceres rojos con bellísimas mujeres adornadas con pinturas rituales descansando en árboles milenarios, contorneadas por una boa, símbolo de la sabiduría, fortaleza, rejuvenecimiento, inmortalidad, a diferencia del Génesis donde la serpiente es protagonista del fruto prohibido y culpabilidad.
Con esto termino, ¿qué sería de esta asombrosa exposición sin la presencia, apoyo e impulso para Maese Eduardo de su esposa Martina? Tan apreciada y querida por su bondad y gentileza por todos quienes tenemos la suerte de conocerla.
¡Bravo, por esta exposición de Eduardo Moscoso y su arte “Educiano”!
Gracias.

Excelente y magistral presentación de la obra de Moscoso. Tu incursión en el acercamiento a su expresión artística, da cátedra a muchos curadores de arte. Se nota tu trascendental recorrido en el inmenso camino de las artes plásticas. Felicitaciones Fernando .