Perspectiva de género desde la doctrina religiosa Lilith, la primera mujer en el Jardín del Edén

Por: Mgs. María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social y Gestora Cultural del Cañar (Ecuador)

https://repasoenarmfitnessymas.wordpress.com/2018/12/30/lilith/

Desde hace tiempos inmemoriales, allá en los primeros días del mundo, cuando inició la vida terrenal del hombre, aquella que se hace referencia en muchas narraciones que muestran a Adán y Eva, como los protagonistas de la leyenda del origen de la creación. La misma Biblia en el libro del Génesis dice que Jehová Dios, tomó de la costilla del hombre e hizo una mujer y la trajo al hombre, la misma que fuera Eva. «Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó» (Centinela, marzo 8, 2014). 

Lilith, la primera esposa de Adán estaba hecha con “arcilla del suelo”, igual que él. Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva, libre y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba.

Verdad o mentira, historia, leyenda o mito, pero a través de los años, el hombre ha basado su comportamiento en cánones establecidos en la moral, claro tomando como origen el pecado que cometió Adán y Eva, y por el cual todos los seres humanos se han sometido al castigo por la desobediencia, pero que también los ha llevado a repensar en sus actitudes antes de cometerlas.

Curiosamente, hay un dato interesante, claro –historia, leyenda o mito-, la existencia de Lilith, la primera mujer en el jardín del Edén, que antes de la existencia de Eva, retó a Adán ya en defensa de sus derechos, a partir desde aquella mínima existencia terrenal, ya estuvo determinada la sumisión para la mujer. Esta interpretación presente en el Alfabeto de Ben Sirá, midrash del siglo X, en donde el mitólogo Robert Graves relata que la primera mujer de Adán no fue Eva sino Lilith “Dios creó a Lilith, la primera mujer, como había creado a Adán, salvo que utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro” (Centinela, marzo 8, 2014). 

Y respecto a ello, no hay una historia clara sobre este personaje legendario. Para algunos, Lilith pertenece a la tradición sumeria, para otros a la tradición acádica. Quizá luego, desde el mundo mesopotámico, el mito de Lilith se introdujo en el mundo judío. Así en el Talmud (un antiguo comentario hebreo sobre la Biblia) presenta a Lilith con rostro de mujer, largos cabellos y un cuerpo dotado de alas. En otro contexto interpretativo se habla de Lilith como de la primera mujer de Adán, pero no aparece, como se dice, en el Génesis.

El caso es de que dados los hechos, Lilith al no ser escuchada, -su protesta- significó pasar a formar parte de los espíritus malignos, quién según la leyenda, tomó residencia en una cueva en las costas de Mar Rojo, en donde permanece hasta éstos días. Ella acepta a los demonios del mundo como amantes, y desova muchos miles de niños demonio, fue llamada Madre de los Demonios, —esposa de Asmodeus, el Rey de los Demonios. En el mismo libro de Isaías 34:14 se dice que: «Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y en él encontrará descanso». 

Pero también se  aclara que ante la negativa de Lilith de regresar con Adán, Dios decidió dar una nueva compañera a su creación pues proclamo que “No es bueno que el hombre esté solo”; creó a Eva a partir de una de sus costillas, y por lo tanto sumisa al hombre.

Entonces, ¿Por qué indagar hoy?, un tema que no es abordado comúnmente, sino más bien omitido, tanto por los mortales comunes, como por quienes emprenden la tarea de direccionar el mundo basado en valores espirituales?   

Precisamente, porque es un tema que en el Siglo XXI, profundiza en un análisis de una realidad que por reiteradas veces, se ha omitido en reflexiones, precisamente cuando se habla de la defensa de los derechos, la equidad y la justicia hacia la mujer, al mismo tiempo, mostrar que desde sus primeros días de existencia no fueron considerados los intereses femeninos en detrimento de una sociedad igualitaria, de allí que se insiste en que no se trata no en hablar de femenidad, sino más bien de mujeridad, a partir de  un amplio repaso a las últimas corrientes historiográficas sobre las mujeres indígenas en el contexto de las sociedades coloniales hispanoamericanas, que permiten identificar nuevas perspectivas en el estudio de los fenómenos de dominación e integración, así como de resistencia y transgresión.

Experiencia de lucha feminista en Latinoamérica de fines del siglo XX y principios del siglo XXI, que refleja una amplia participación política y social, y una diversidad de movimientos con diferentes intereses y demandas, como reflejo de las limitantes estructurales de los sistemas colonialistas y neoliberales.

No se trata entonces, de caer en un análisis de una doctrina espiritual, que en una gran mayoría caen en fanatismos, más bien apunta a un tema que en verdad confirma la realidad de una lucha por “los valores” de libertad, justicia e igualdad que han no han existido y han predominando en las sociedades en donde si se presentan rezagos  de una cultura patriarcal opresora, a pesar de los dones por los cuales  la mujer se vuelve excepcional “la maternidad”, y el hombre adquiere gran riqueza  “la paternidad”.

En referencia a ello,  el Padre Clemente Gonzáles en una fuente net lo expresó:

Hombre y mujer no son, ni deben ser, antagonistas, como nos enseña la fe cristiana y como ha explicado el Magisterio eclesiástico. El mito de Lilith no debe ser reinterpretado, por lo tanto, ni contra el modo correcto de hacer historia, ni contra la visión positiva que sobre las relaciones entre el hombre y la mujer ofrece nuestra fe cristiana.

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