¡La tormenta perfecta!
Por: Mateo Cedillo Pacheco
Estudiante universitario y miembro de CES-AL, Cuenca (Ecuador)
A inicios del nuevo milenio se estrenaba la película La tormenta perfecta (2000), basada en el libro del periodista y comunicador de origen estadounidense Sebastián Junger (1962). Narra la tragedia de un pequeño barco pesquero llamado Andrea Gail, que zarpó desde Gloucester (estado de Massachusetts) y vivió una auténtica odisea provocada por un torbellino marítimo en la costa Atlántica de Norteamérica. En una escena de este filme se nos presenta a Todd Gross, un meteorólogo que pudo divisar desde una estación de control una serie de imágenes satelitales de un intricado panorama. Primero, se observa un masivo huracán que viaja hacia el norte de la costa. Segundo, un vacío atemporal en los vientos de la parte baja de la Isla Sable. Y tercero, una corriente fría que llegaba desde Canadá. En este momento menciona: “Uno podría ser un meteorólogo toda la vida y nunca ver algo así. Esto sería sin dudas un desastre de proporciones épicas. Esta sería… ¡la tormenta perfecta!”.
Desde entonces se emplea este concepto en diversas áreas para describir un escenario catastrófico en el que fenómenos separados confluyen inusitadamente en un mismo lugar al mismo tiempo. La especial rareza de este mal lo convertiría en un hecho único e irrepetible para el medio ambiente. Pero no así para el plano económico y político de cualquier sociedad. La concurrencia de diferentes males puede causar un daño considerable. La frecuencia en la que pueden ocurrir aumenta debido a las variables multifactoriales. Entre ellas podemos mencionar la inobservancia y falta de imperio de la ley, un estado invasivo, paternalista y permisivo y una ciudadanía desinformada con ausencia de civismo que prodigue los valores de una vida buena. Estos males hacen parte de una atmósfera ideal para el caos.
Mala o ingenuamente el gobierno nacional, cuyos miembros que antes criticaban con ahínco los males que afectaban al país, ahora parecen simpatizar con las causales del declive. Los estados modernos tienen la oportunidad de elegir su destino, ser progresistas o atrasados, civilizados o bárbaros. Varias de las lecciones aprendidas a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI nos dicen claramente que, para alcanzar el máximo potencial económico, es menester la privatización de servicios públicos, la reducción del tamaño del Estado, la independencia de poderes y la focalización de los subsidios. La elección de tomar estas decisiones, probablemente no sean recibidas con animosidad por la clase media, pero podrían ser la única solución para evitar una inminente tormenta perfecta.
Felicitaciones estimado Mateo.
Pese a su juventud, usted ha presentado un profundo y controversial pensamiento. Sus palabras en este escrito me hacen reflexionar, que queda mucho por descubrir en este mundo que camina hacia una TORMENTA PERFECTA en donde el que tiene DIENERO, tendrá salud, vivienda, trabajo digno y quizás una educación con algo de calidad. Los gobiernos poderosos, esconden detrás de su modelo exitoso la lacra social de los que menos tienen. Esto me hace pensar que su pensamiento y respaldo, es voluble al tiempo y al dictador del momento. Debo decir que creo que es verdad lo escrito por usted. Inicia la TORMENTA PERFECTA donde el que tiene facilidad de palabra confunde y reina entre los menos entendidos