La historia común

Por: Rodrigo Murillo Carrión
Machala, Ecuador

Ha pasado medio siglo

desde que los jóvenes románticos,

con audacia y esforzada caligrafía,

escribían cartas encendidas

y  borroneaban versos, pensados

en la heroína de sus ficciones,

letras que casi nunca llegaban a su destino.

Ellos sentían que las musas se

apoderaban de sus almas y los convertía

en  poetas;

creían serlo merced a los nervios

que hurgaban sus entrañas

pensando que era el despertar de su talento.

*

Gastando, con vehemencia, papel y tinta,

la voluntad no era suficiente cuando

reinaba la inseguridad, mientras

abundaban las sensaciones y

escaseaban las palabras.

Yo pensé, con ambicioso entusiasmo,

crear un himno a la sublimación,

de inigualables caracteres inéditos;

por fin, un estribillo quedó escrito,

para un poema que nunca se completó:

*

Ella, que amaba la música, su melodía,

con cada suspiro repetía una canción,

que de su encanto le hacía renacer la pasión,

y con los ojos cerrados sus notas perseguían.

*

Y la amaba con frenética fuerza,

de esas que ahora son los sedimentos

de la historia olvidada;

como sangre seca

de un desconocido mártir.

Era el amor ejerciendo sus iniciales designios, abriendo la entrada

al inexplorado mundo del primer amor.

*

Y por él caminamos, sin entender de tiempos, espacios, ni pueblos;

era felicidad pura, sin oropeles,

de torpes caricias, de frases rebuscadas;

de minúsculos regalos e intensas miradas;

la floración de pensamientos e inquietudes

que brotaban para hacer una multiplicación.

*

En un aciago día, quizás predecible,

un eco distante hizo temblar al viento,

anunciando la tormenta de una forzada separación.

Un coro de voces trémulas

resonó desde la historia del futuro,

quebrando el delirio de una libertad

propia de pájaros audaces.

Un eclipse precipitó las tinieblas,

las augustas aves desbocaron su vuelo

y emprendieron  rutas opuestas.

*

Había un camino trazado,

con  señales marcadas por la tradición;

acaso un convenio que se cumplía

como pacto de sangre;

una cima distante apuntaba a las alturas,

perdiéndose en las nubes;

se habían abierto los ramales de un complicado destino.

Así, cada uno haría el resto de su historia, por senderos divergentes.

*

Han pasado muchos años y la memoria

se resiste a cancelar su tarea;

el aroma de su presencia es un fantasma

que viaja en las corrientes de aire;

que retorna siempre, cubierto de luz,

reviviendo su frágil cuerpo de niña mujer.

*

Con esos recuerdos, atados a la mente,

ahora que alejado dejamos

el tiempo de la curiosidad,

el enunciado de preguntas banales

es la aflicción de mi conciencia:

¿Será  pecado la evocación vívida

de aquellos tiempos suspendidos

en el diccionario de las quimeras?

¿Es vicio o manía que al contagiarse

nos libera de la culpa? 

¿Podría ser la sombra de una virtud?

*

Siguen las dudas y pienso  si el amor

te concede el derecho a la libertad,

o es una cadena que nunca quieres romper.

¿Si es posible sumar toda la sensibilidad derramada en cada historia de amor

para hacernos más fuertes?

*

Pero el amor no se construye

de matemáticas ni de cálculos y

mucho menos tiene lógica.

Es la coincidencia perfecta

en la esfera de la incertidumbre.

Es la emoción suprema,

sujeta a las leyes del tiempo,

que pueden poner un final feliz

o un epílogo de pena y dolor;

que  marca un archivo de momentos

hasta la última imagen.

*

¿Será posible crear una nostalgia

que nos enseñe a sonreír y avanzar

con las lecturas de un sentimiento

que es, a la vez, delirio y melancolía?

¿Será necesario hacer de esa nostalgia

la materia para edificar  los palacios

donde esperan los corazones anhelantes?

*

Romántico no es el que se mortifica amando, sino el que aprende a volar,

llevando sus alas marcadas

con los padecimientos del amor.

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