Inri o la ironía: Retazos del despecho

Por: Jacqueline Murillo Garnica, PhD
Bogotá (Colombia)

El arte conmueve y sólo a través de él nos sensibilizamos como especie, nos identificamos con los efectos que produce admirar una obra de arte. Ya Kant lo discernió en su ensayo acerca del sentimiento sobre lo bello y lo sublime. Sólo el hombre se siente feliz en tanto satisface sus inclinaciones; cualesquiera que sean. En síntesis, el arte es subjetivo, sus interpretaciones son poliédricas. El artista produce con el arte, un sentimiento sobrecogedor e impactante que perdura con el tiempo y ante los ojos y los oídos de todo aquel que lo disfrute; por tanto, es atemporal.

El artista contemporáneo se debe a su público, su fama se despliega entre la admiración y la imitación. Ha ganado un lugar en el parnaso de la gloria, y quizá sin cualidades excepcionales. También es cierto que esa popularidad se va difuminando entre las bambalinas de la mercadotecnia, obedece a unas reglas y a ellas el artista como fiel acólito responde. El marketing impone una vertiginosidad que sólo se traduce en dinero y popularidad. El artista adquiere una especie de capacidad camaleónica para adaptarse y fabricar toda aquello que pueda generar ganancias a costa de lo que sea. Desde luego, somos hijos de una época, de un momento histórico, de la generación de lo instantáneo, de la era del click, de todo a nuestro alcance, apuntarían algunos.

Fabricamos ídolos pensado en engrosar las arcas de la industria del espectáculo, las estrellas brillan con luz artificial. Con recurrencia se olvida la esencia que encarna el verdadero arte, el creador o autor se inspira en un hecho para generar una obra. A veces, a esa misma obra se la tiene que aderezar para convertirla en un producto altamente comercial. Aquí bien vale preguntarse por los cánones del arte, ¿a qué se le denomina como tal? ¿Si a un producto de gran impacto comercial o a una obra que cumpla con estándares estéticos para que se pueda entender cómo arte?

Los recientes debates que se han generado a raíz de la última producción de Shakira, ventilan a todo pulmón y ritmo de reguetón, la infidelidad de su expareja y la ruptura de la relación marital de la artista del espectáculo. Shakira ha sabido sacarle partido a su desazón emocional o despecho: “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, “cambiaste un Ferrari por un Twingo, cambiaste un Rolex por un Casio”… No es la intención demeritar el conocimiento que tiene Shakira de algunas marcas cotizadas en el mercado internacional, tampoco que las utilice para respirar por la herida, al fin y al cabo, ella se ha ganado un lugar entre las divas del espectáculo. ¡Bien por Shakira que sigue facturando a punta del despecho!

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