Es mejor prevenir el acoso escolar que mediar en un conflicto

Por: Dr. Enrique Espinoza Freire, PhD
Universidad Técnica de Machala (Ecuador)

Uno de los graves problemas que enfrentan las instituciones educativas a nivel global es el acoso escolar, flagelo no ajeno al ámbito educativo ecuatoriano. En el Ecuador, más de la quinta parte de los estudiantes entre 11 y 18 años ha sido víctima de acoso escolar, según informe del Ministerio de Educación de nuestro país; situación también reconocida por las organizaciones internacionales como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Si bien, este asunto ha sido tratado con frecuencia por la literatura especializada y objeto de estudio de diferentes investigadores, aún es un mal al que la escuela no presta toda la atención requerida; muchos son los docentes y autoridades escolares que le restan importancia, y algo que pudo ser evitado o erradicado, mediante acciones estratégicas educativas acertadas y oportunas, adquiere matices que acarrean conflictos en la convivencia escolar y sobre todo, consecuencias negativas que dañan la salud mental y física, e incluso pueden llegar hasta el suicidio de la víctima.

De aquí, la importancia de abordar este tema, con el propósito de despertar el interés del lector y en particular el de los padres, docentes y autoridades escolares; así como, alertar sobre las manifestaciones que permiten reconocer la existencia del acoso escolar y qué acciones ejecutar ante este fenómeno.

Es frecuente que la víctima no comunique que está siendo objeto de acoso, y aun, es menos probable que busque ayuda, pues de cierta forma se siente responsable o es temeroso de las consecuencias que pueden acarrearle dar a conocer quién lo está violentando. Por esta razón, el docente debe estar capacitado para detectar tempranamente las primeras manifestaciones de acoso entre sus discípulos, por insignificantes que estas sean.

Los especialistas revelan algunas señales que pueden indicar que un escolar está siendo víctima de acoso: la apatía ante las tareas escolares, bajo rendimiento académico, absentismo a las clases, tristeza y aislamiento. También se debe observar si con frecuencia presenta, arañazos o magullones, y si las ropas están sucias, estrujadas o rotas. Por su parte, los padres deben estar atentos a algunos indicadores como: cambios de estado de ánimo, rechazo a la escuela, lesiones en el cuerpo, pérdida de objetos, etc.

Ante estos signos es necesaria la comunicación entre la familia y la escuela para entre ambas tomar las medidas adecuadas. El primer paso ha de ser acercarse al agraviado para de manera inteligente y comedida crear un ambiente de confianza, en el cual se sienta seguro para hablar sobre la situación por la que atraviesa. Es preciso que el adulto (padres y/o docente) le brinde toda la comprensión y auxilio necesario.

Otro elemento a tener presente, por el docente y autoridades escolares, es la activación del equipo de mediación de conflictos de la escuela. Asimismo, la creación de redes de apoyo entre los pares, mediante las cuales las víctimas puedan expresar sus inquietudes y buscar ayuda.

Pero, sobre todo, es necesario que, los docentes mediante estrategias educativas desarrollen en sus discípulos valores humanos como: solidaridad, respeto, inclusión y amor a los demás, que permitan la convivencia armónica en la institución educativa, pues siempre será mejor prevenir que mediar en un conflicto.

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