Sustancias estimulantes: Coca y derivados
Por: Dr. Gabriel Tenorio Salazar, Médico
Cuenca (Ecuador)
Las hojas de coca provenientes del arbusto andino conocido científicamente como erythroxilum coca, fueron usadas desde épocas ancestrales por los indígenas de la serranía andina, quienes masticaban la hoja mezclada con ceniza para extraer el principio activo, práctica denominada coqueo que aún se lleva a cabo en el altiplano boliviano y peruano y que permitía a los ancestros su labor en grandes altitudes sobre el nivel del mar. A los esclavizados indígenas por la conquista española se les pagaba con hojas de coca y por su acción estimulante y represora del apetito, desde el punto de vista de la explotación a la que fueron sometidos, era el alimento ideal. La hoja era parte de los rituales sagrados de la época. En la actualidad se comercializa libremente en los mercados populares de Bolivia y el Perú y se ha industrializado al convertir la hoja en bolsitas de té para hacer infusión con ella. A su acción estimulante, similar al efecto que proporciona una taza de café, se suma su acción anestésica por lo que se usaba como emplastos para cubrir heridas o lesiones y disminuir o desaparecer el dolor que estas causaban. Las hojas consumidas como se manifiesta, tienen efecto estimulante y anorexígeno, es decir quitan la sensación de hambre. Su efecto es tan adictivo como el café.
En el siglo XVIII, se descubrió el proceso de extracción del principio activo y apareció la cocaína, sustancia usada médicamente con fines de estimulación y de anestesia local. Al famoso Sigmund Freud se le ocurrió usarla para tratar su adicción a la morfina, convirtiéndose en el primer adicto a la cocaína que se conoce.
En el primer proceso de extracción industrial, se obtiene la llamada pasta de cocaína o pasta base, sustancia llena de impurezas pues el traficante extrae la sustancia metil ecgonina que es el alcaloide de la cocaína usando gasolina o disolventes industriales y dejando que se evaporen luego para obtener la pasta de cocaína, precursora de la cocaína. La pasta se fuma, es el llamado cachito o bazuco y el adicto realiza sesiones de fumado, consumiendo hasta veinte o más cachitos, fumados cada diez o quince minutos, unos detrás de otro.
La cocaína, llamada también nieve, polvo de ángel, es la reina de los estimulantes. Se consume absorbiéndola por la nariz, en lo que se llama snifando. Droga muy usada por las clases económicamente altas, por su acción estimulante, evita la ebriedad del alcohol que es un depresor, usada para aumentar el tiempo de trabajo o de estudio, productora de insomnio, de estimulación sexual. Al absorberla por la nariz pasa directamente por las terminaciones nerviosas al cerebro y produce un golpe de estimulación que despierta al sujeto, le da sensación de poder, de efectividad, le quita la ebriedad alcohólica, se siente poderoso; pero esta acción dura solo diez o quince minutos y luego cae en depresión, a este efecto se llama rebote. Para evitar eso, el consumo se repite y se instala la adicción rápidamente.
A alguien se le ocurrió poner la cocaína en el microondas y surgió el crack, concentrado de metil ecgonina, cocaína deshidratada, más activa que la cocaína, se lo consume fumando o inyectándose luego de diluirlo en agua. Tiene alto poder adictivo pues sus efectos son superiores a los de la cocaína.
Para el tráfico de sustancias, se han creado variantes adicionando a la cocaína o a la pasta base otros estimulantes así se las mezcla con anfetaminas, multiplicando el efecto estimulante de solo la cocaína o la pasta base.
Entonces, todos los derivados de las hojas de coca producen el mismo efecto, en distintas intensidades. Desde la simple estimulación similar al café de las hojas de coca, a los efectos de los productos industrializados: enorme estimulación, seguridad en uno mismo, sentimientos de poder, de efectividad. Tolerancia al esfuerzo físico, lo que facilita el bailar por horas sin cansancio físico. Pero la adicción psíquica de los derivados industrializados de las hojas, se la adquiere rápidamente: y con ella, por el valor monetario del tráfico, aparecen las complicaciones, el sujeto roba lo que tiene en casa primero, luego lo que puede y se transforma en lo que vivimos en el país, los raterillos, peligrosos ladrones juveniles. La agresividad aumenta y rápidamente se pasa al efecto llamado aplanamiento de la afectividad, volviendo al adicto una persona sin sentimientos, una máquina inhumana, capaz de hacer y cometer los crímenes más execrables. Hemos observado en los crímenes de las cárceles del país, personas que se ríen del corazón latiente extraído del cuerpo de su víctima o que juegan futbol con la cabeza de los decapitados. Son personas muy peligrosas para la sociedad y a ellas en realidad hay que temer y aislar. Los adictos a los derivados de las hojas de coca se vuelven paranoicos, creen que les observan, que hablan de ellos, que les persiguen y esto aumenta su peligrosidad pues en cualquier momento pueden pasar a defenderse de la persecución y agredir a las personas que ellos creen lo hacen. Por estos efectos, el cocainómano se vuelve delgado, pues no tiene hambre, intranquilo, nervioso, agresivo, irrespetuoso, todopoderoso, pierde el miedo y el respeto a las figuras de poder tales como los padres, profesores, policías y a la sociedad toda.