In-creíblemente in-concebible

Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Director Colección Taller Literario, Cuenca (Ecuador)

En estos tiempos es común es hallarse con imágenes como la precedente, irrisorio retrato que a simplona vista nada significa; sin embargo, he ahí presente el sincretismo y la suplantación de ídolos: entre un ángel que todo lo ignora y un ¨diablo¨ que todo lo conoce.

Bailaba el ¨diablo¨ -que solía ser deidad-, rodeado de ángeles, a los pies del árbol del fruto prohibido.

Y ya que mezclas y disparates tratamos, tal vez y solo tal vez, Alonso Quijano hubiese comentado lo siguiente a su panzón compañero.

Hube de quedarme, amigo Sancho, pese a tener poca sal en mi mollera, pues ya sabes que las gracias y donaires no asientan sobre ingenios torpes, hube de quedarme, amigo Sancho: atónito, estupefacto, turulato, plus patidifuso.

Tras verlo, hermano Sancho, voy, de galope y a prisa, haciéndome más cruces que si llevara al diablo en la espalda, a refugiarme en una de las sendas ínsulas que hube de ofrecerte. Incluso he olvidado, mi fiel escudero, el sacrosanto nombre de la fermosa Dulcinea del Toboso, a causa hallada en la perplejidad de lo referido.

Ata bien el dedo, Sancho Panza, si no han de molernos como cibera y han de dejarnos sin pelos en la barba. Monta, ya, tu jumento que yo agarro a mi galgo Rocinante y partamos en búsqueda de nuevas y valerosas venturas, pues prefiero reñir, por un quítame allá esas pajas, con gigantes molinos en lugar de vislumbrar tal decadencia.

Fuere como sea, ten en consideración, amigo Sancho, que saldrá, algún día, en la colada, las manchas que se hicieron en la venta.    

Y como era costumbre del escudero, el responder -sin entender- con pocas pero acertadas palabras a su arrebatado y lunático amigo, Sancho sentenció:   

– ¡Con vos me entierren!, caballero andante de la triste figura.

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